Vie03Feb202320:12
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Autor: Cuauhtémoc Ponce
Género: Microrrelato

El periodista

El periodista

 

—El senador Ocampo está en Mérida, Yucatán—. Cuando escuché eso por parte de mi jefe, supe que sería la hora de retirarme.  

Por muchos años fui una leyenda viviente. Estudie periodismo en la UNAM de la ciudad de México, D.F. en aquel entonces.

Entré muy joven en el área de «Periodismo policial» cubriendo la nota roja de asesinatos, robos importantes y esas cosas. A lo largo de más de treinta años de trayectoria, fui reconocido por mis investigaciones periodísticas que no cualquiera se atrevía a indagar en ellas. Gracias a mí: narcotraficantes, asesinos, lavadores de dinero y varios políticos están en la cárcel; y algunos ya murieron. Cubrí eventos importantes como el asesinato de un Cardenal en la ciudad de Guadalajara; así como el de un famoso comediante de la televisión en el año de 1999 en la ciudad de México.

—¿Qué se necesita para ser un buen periodista como usted, maestro? — me había preguntado un joven que estudiaba la carrera mientras yo daba un seminario en la universidad.

—No me digas maestro, mi nombre es Carlos— le contesté y proseguí: —Para ser un buen periodista, se necesita carácter, valentía y amor por la profesión. Ser incorruptible y jamás quedarte callado ante una injusticia. Se necesita ser amigo de malas personas y de vez en cuando, saber comprar a unos cuantos policías; para que te llamen a ti antes de hablarle a una ambulancia, médico forense o mismo a su superior. Ser un buen periodista es aquel que está en el lugar indicado para ser el primero en dar la nota o, mejor aún, estar en el lugar del asesinato antes de que se cometa el asesinato mismo— le explique al joven alumno que, con el tiempo, pasó a ser mi ayudante… Porque seamos realistas, algún día tienes que pasar la estafeta a las nuevas generaciones y uno tiene que retirarse. “Alguien más tiene que seguir dando la nota”, me había dicho mi fallecido maestro… Ese pensamiento llegó a mi mente cuando recibí una llamada de la oficina de mi jefe: —¿Dónde estás, Carlos?

—A las afueras de Cuernavaca, esperando a que el senador Ocampo salga de un evento privado que, estoy seguro, no está con buenas amistades, según mis fuentes.

—El senador Ocampo está en Mérida, Yucatán—. Cuando escuché eso por parte de mi jefe, supe que sería la hora de retirarme.

—Lo siento, maestro, de verdad lo siento— me dijo mi joven alumno mientras colocaba un metal frío en la parte trasera de mi cabeza… tal cual como yo lo había hecho a mi maestro, veinticinco años antes.

© Cuauhtémoc Ponce.

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