Ahí estaban de nuevo los innumerables demonios que me acompañaban en mi habitación, de todas las formas y tamaños con habilidades sorprendentes una mirada bastaba para hacerme temblar. Pero aún me faltaba conocer al demonio más perverso y el más depredador.
A los 5 años mis pesadillas serían un jardín de juegos en comparación del infierno que se desataría más adelante, pues a mis 8 años conoci el verdadero terror, ir a dormir era la parte más tenebrosa del día.
Una noche como cualquiera fui a la cama después del beso cálido y amoroso de mi madre, quien colocó las sábanas en mi regazo y se fue a su habitación, como era de costumbre, los demonios que perturban mi sueño aparecieron pero ya no tenía miedo pues había conocido otro terror, de pronto mis oídos se percatan del sonido de los pesados pasos de aquel ser infame subiendo las escaleras PUM, PUM, grada por grada haciéndose cada vez más fuerte.
Salí apresurada de mi cama para meterme bajo de ella y esconderme de tan macabro ser, soportando la respiración y con mi cuerpo tembloroso veo como la puerta de la habitación se habré lentamente, al abrirse el olor desagradable de su aliento golpea mi cara, pues desde de la puerta podía olerse el alcohol de aquella bestia, agachándose me tomo de mis piernas jalandome con fuerza me saco de ahí.
De pronto un viento fuerte y frío recorrió la habitación, aquel demonio que me había aterrado y acechado por días soltó mis piernas y Vi como era levantado por el demonio de mi armario, aquel ser que desde mi niñez me asustaba al dormir ahora me defendía de este alcohólico ser que lleva mi sangré...