Ella era pianista profesional y de las calificadas como emocional. Tenía una técnica impecable conseguida por un incesante y exhaustivo entrenamiento. Había alcanzado la perfección: un automatismo muscular preciso, una memoria auditiva y analítica excelente, etc...Pero había llegado al colapso por su declive profesional y personal. En aquellos momentos estaba trastornada con la mirada perdida y obsesionada golpeando la tecla del mi, mi, mi, mi, mi, mi, mi, mi....Llevaba horas repitiendo el mismo movimiento con fuerza y mecánicamente. Del piano salía un sonido seco, nada musical. Su mente estaba enajenada. El dedo presionaba la tecla de marfil sin conseguir emitir ningún sonido. La cuerda de acero de la tecla del mi estaba enrollada en el cuello de aquel hombre y con cada pulsación le iba sesgando la garganta. La pianista no dejaría de tocar hasta decapitar a su infiel amante.
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