Era esa época en la que renegaba de haber desechado los contactos de todas esas criaturas de colores, cuyas suaves cerdas, se encargaron de hacer de mí, esta pintura que no hace más que acumular polvo (en el amplio sentido etimológico) como una obra de arte olvidada por la coleccionista desencantada que tanto pujó en aquella subasta años atrás.
La incertidumbre estaba bien marcada y en mayúsculas, como un trazo fuerte en un papel de esos que aparentan antigüedad, pero que la moda acostumbró llamar vintage, como la demostración desinteresada de afecto, como la monogamia y como disparar una bala a los que reflejan una pequeña luz por las noches y luego, al despertar, ver en las noticias que ha muerto un policía asesinado frente a mi balcón.
Imagino que algún futuro científico, estudiará estas cosas en sus clases de antropología y entenderá las cosas que ella ha hecho para que pudiera olvidarla y tendrá la suficiente inteligencia como para decir que la verdad fue inversa a la realidad. Será el autor de un nuevo término, la palabra que identifique lo opuesto a la propaganda.
Sus ejemplos serán numerosos y podrá contar todas las cosas que nos enseñaron para conseguir ser funcionales a la sociedad. Trabajar durante treinta días para tener el orgullo de ser pobres y formar familias a las que quebrar sin escrúpulos y que ello no nos causé ninguna desazón más o menos desorientada.
Podrá investigar y responder a la comunidad científica el comportamiento miserable que hace de los hombres con medio corazón unos seres despreciables. Identificará los viernes de bombones y flores para la hembra ausente como ritual de apareamiento extra monogámico y explicará que todos los individuos que tuvieron la buena fortuna de que los asesine con dignidad y con orgullo fueron elegidos con amor, y conocieron mis ganas extremas de aprender a perdonar.
No creo que llegue ese instante efímero en el que mis funcionalidades biológicas se encuentren dentro de los parámetros establecidos y me libere de todas esas cosas que nunca he llegado a concretar. Aunque sé que dentro de mucho tiempo la ciencia sabrá que nunca fui lo que mi amada hizo de mí, sino que jamás llegue a poder ser lo que esperaba que ella hiciera con mi vida; y así, con la ausencia de todos aquellos colores de antaño y el abandono cruel e infame al que fui sometido, espero ansioso que el estallar lo que quede de mí, ese fluido orgánico de la vida, al que algunos llaman sangre, se mezcle con el aire que ya nadie respira y caiga contaminando como gotas de rocío.