Sarah se despertó sudorosa y exaltada. De nuevo había tenido la misma pesadilla. Se levantó de la cama, no sin antes comprobar si su marido seguía en la cama. Se levantó de la cama, silenciosamente, para ir al aseo y frotarse la cara con agua fría. Sabía que no volvería a conciliar el sueño, aún así, se envolvió en su bata de invierno y ojeó por la ventana.
La noche permanecía silenciosa y hermosa, como siempre. Un gorrión se posó al lado de su ventana y mientras lo miraba pensaba en por qué de esos sueños, o mejor dicho, pesadillas, tenía últimamente por las noches. Sarah, siempre había creído que los sueños significaban un motivo. Ahora, no entendía el motivo de sus pesadillas que se repetían sin cesar. Siempre a la misma hora de la madrugada, despertaba violentamente, gritando. – ¡No! – En el sueño solo se veía cómo alguien, cuyo rostro no podía identificar, le clavaba un puñal por la espalda.
César, su marido, apenas le hacía caso. Desde que le habían aumentado el cargo, llegaba más tarde de lo habitual a casa. Muchas veces, incluso. Ya habiendo cenado. Cada vez, que Sarah, le preguntaba por el nuevo cargo, el cambiaba de directriz o simplemente, no contestaba. O si lo hacía, normalmente ponía excusas que se encontraba muy cansado y se iba a la cama a acostar. Las cosas en su relación habían cambiado y ella lo sabía. ¿Había algo César, que no le estaba ocultando?.
Mientras miraba a su marido, su mente pensaba en esos por qué, que tanto deseaba saber, aunque por otras también, tenía miedo. Miedo de descubrir que los sueños que últimamente tenía, estuvieran relacionados con el comportamiento de su marido. Sin más preámbulos, se encaminó a la mesita de noche de Cesar, mientras éste aún dormitaba, sin apenas darse cuenta de la presencia de su mujer y Sarah asió el móvil.
La confianza, había sido la base de su matrimonio durante todos estos años. Ya no existía confianza. Mientras miraba sus mensajes, uno le llamó la la atención. La de su secretaria, Mónica, Te amo César…