Un futuro de nuevas tecnologías han dado un paso más en la existencia de la humanidad. Algunas para mejor, otras no tanto. Recordando con nostalgia, en ocasiones, como era el vivir sin tanta tecnología. Ventajas y desventajas que ahora en el futuro se han podido comprobar, olvidando algunos objetos que, aunque tengan su origen y su antigüedad, siguen existiendo en la actualidad, por aquellos que saben de su poder y saben utilizarlo.
La videncia o adivinación es la habilidad de quienes afirman poder predecir hechos venideros por sí mismos o mediante el uso de sortilegios. Como es el caso de la bola de cristal. Aunque muchas personas no creían en la viden, o en las personas que solían predecir lo que pasaría. La bola de cristal, es el ojo que todo lo ve. Pasado, presente y futuro. En definitiva, se basa en las líneas temporales del tiempo.
Nuestra protagonista, Nayla, es una joven procedente de una familia gitana. Donde la videncia siempre había formado parte en su familia. Ella no había sido ninguna excepción. Tenía todos los dones y había aprendido de la videncia como cualquiera de su familia y antepasados. El cambio que hacía unos años atrás había visto en su bola de cristal, se había cumplido. El mundo había cambiado, y con el, los habitantes que lo habitaban.
La gente no creía en los poderes de su videncia, por ello se dedicaba a no mencionarlos. Aunque, nunca ocultó su identidad. Ella, orgullosa de su linaje y de la responsabilidad del poder que conllevaba ser vidente en estos tiempos. Lucía su larga melena morena, con soltura, sujetada con un turbante llamativo y sus grandes aros, que lucía con encanto, como pendientes. Su vestimenta era llamativa como ella misma, siempre usaba vestidos o faldas largas y amplias, alegrando los días grises con su amplia sonrisa, de labios pintados de rojo.
Trabajaba en una pequeña tienda, al lado de la plaza. No tenía muchos clientes. Pero de los pocos que tenía y frecuentaba a Nayla, eran clientes que creían en su videncia. Hasta que un misterioso cliente entró por la puerta.
