En el horizonte más lejano llueven gotas de esperanza que se transformarán en tormentas de alegría.
De esa que rememoran los adultos y contemplan los niños día a día, aquel cálido palpitar de mi pecho al recordar tu sonrisa.
Aún no alcanzo a verlo; aún ando en el permeable silencio que me separa del resto del mundo, que oscurece el día y se ahoga en la noche. Mas estoy convencida de ello.
Hoy recibí una carta, no llevaba sello. La hoja está en blanco y su olor es añejo.
Hoy hace seis años de tu partida. La guerra te separó de mí con sus falsas promesas. Discutimos. Prometiste escribirme cada día y yo decliné el ofrecimiento. A cambio, te entregué este mismo sobre que contenía una hoja en blanco, sin sello, y con la promesa de que al volver a mis manos no tendría palabras escritas sino hechos.
El olor no ha cambiado, es el aroma del amor verdadero. Ese que no entiende de lucha entre pueblos, ni de resentimientos.
El horizonte es tu sombra caminando a mi encuentro.
Fran Márquez