Cuando abrió la primera página nos sentamos a escuchar con tristeza y ansiedad. Su voz grave procedió a leer: Un barrio alejado de casas bajas y una mujer con una maleta alejándose, un hombre alto, rubio de ojos claros, irresponsable y una ausencia; el mismo hombre despidiéndose con la mano y un mapa con un reloj de arena vacío que un día se rompió; las luces centelleantes y la miseria de una escuela sin profesores; una mujer morocha, de esas que enamoran con la sonrisa, y dos rosas en la escalera eléctrica del subterráneo; un sentimiento incontrolable y la misma mujer embarazada; una casa nueva, triste, dolorosa y el día más feliz del universo; un hotel a la orilla de una secundaria carretera provincial y la magia de ejecutar un sentimiento imposible de conjugar sin el corazón; un pocillo de café, un puñado de cigarrillos fumados y una niña con biberón y una sorpresa feliz; dos niñas que crecen inocentes con mucho amor; el cansancio de duras jornadas infernales deseando volver al hogar y el cariño incondicional de dos ruidosas pequeñas traviesas; un auto en el frente de la casa del que baja la mujer más feliz del mundo; un hombre cuidando de sus dos niñas en silencio; una soledad compartida, un taza sin café y una mujer que se besa antes de bajar del auto que se detiene en la puerta de la casa casi todas las noches; dos niñas haciendo travesuras que colman de felicidad a un hombre con el corazón roto; una enfermedad lenta, un corazón frágil, un dolor sin nombre y las ganas de amar; largas tardes de canciones que le recordaban a su hombre sin rostro; una guitarra envuelta en rulos y un violín desafinado delante de una flacucha; los fallidos intentos para enamorar a una mujer enamorada y la frustración; una hipoteca para pagar media propiedad y más miseria, un castigo divino y la pérdida de una sonrisa que enamora; un funeral y un hombre que se bajó de un auto por primera vez, su llanto desconsolado y el asombroso parecido a ambas niñas; un hombre solo que ya no espera enamorar a la madre de sus hijas, una enfermedad que dejó de ser lenta y el deterioro avanzado; una tristeza que no mata, pero no deja vivir, un café frío y un vacío del otro lado de la cama; una verdad familiar postergada y un sinceramiento cruel, un fósforo amigo y el deseo de ser bombero cumplido al morir en llamas; una casa purificada con fuego y el legado familiar revelado.
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- Género: Microrrelato
El testamento
El relato me encantó, salvo el final. Es todo tan factible y profundo, que no necesitaba, a mi juicio, un final de película yankee. Si simplemente la tristeza lo mata, te lo creo.
Una persona que pasa las últimas horas del domingo leyendo; una emoción que se agiganta en cada renglón; un sentimiento de gratitud que crece…Felicitaciones!
Un nostálgico que relato que nos va llevando a entender el porqué de su final, y nos deja un huequito en el pecho. Me gustó mucho!