Bill, ya sexagenario, tenía serios problemas en la cadera y apenas podía caminar.
El destino o los algoritmos de Uber nos encontraron en algún momento, en algún lugar. Para ser precisos en Oakland Park Boulevard y la esquina de la avenida 10 del noreste. Pase a recogerlo y ví que el tipo apenas podía con su humanidad. Bajé del auto para abrirle la puerta. Se acercó lentamente como un viejo caracol, pero dispuesto a dar pelea hasta que la dignidad sea una pregunta...caminó de espaldas y se sentó en el asiento trasero, justo detrás de mi asiento.
Juro que sin la más mínima mala intención, rogaba a todos los dioses, que no tuviera problemas de esfinter o que usara pañales.
Le dije que pondría su caminador en el otro lado.
El cual llevaba dos pelotas de tenis insertas en el apoyo, para no resbalar y partirse la crisma contra el suelo.
Unas pequenas levas permitían plegar el andador. Sin darme cuenta, en el apuro, rompí una de las "palanquitas" de plástico.
Luego de unas cuatro millas de tiempo y unos diez minutos de distancia, llegamos a destino. Detuve el coche, bajé y abrí la puerta trasera...presuroso dí la vuelta mientras el pasajero descendía, y fui a buscar su caminador.
Se lo abrí, se lo dí y me saludó con alegría inusual y sorprendida por la amabilidad de este extraño.
Me dijo Good bye mientras una de las patas plegables del artefacto de aluminio se iba cerrando inexorablemente, y él, se rompía la cara contra el piso.
Lun08May202301:18
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- Género: Microrrelato
El infortunado de Bill
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Comentario:
Una acuarela urbana de una pequeña tragedia, muy bien llevada, César. Saludos!!
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Molte grazie per tutto Cecilia!
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