Lun15May202302:46
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Autor: Orlando Rodolfo González
Género: Microrrelato

Relato de la vida conyugal

Relato de la vida conyugal

Lo más cerca que estuve de conocer algo acerca del significado de vivir fue durante mi infancia, con un padre casi ausente y una madre alcohólica. Papá trataba de esconder los abscesos de mi madre entre los familiares, y su frustración, quizás era la duda de nuestros lazos sanguíneos. Todo aquello no podía terminar bien.

El espacio que albergaba las botellas vacías en mi hogar fue quedando chico, y la búsqueda de mi propia escapatoria hizo que cometiera equivocaciones que se transformaron en el falso orgullo de mi vida.

Había entendido muy bien que una familia se componía con un drogadicto irresponsable, algunos niños, una mascota y tratar de esconder los problemas. Un día me liberé de todo eso.

Pero en un giro inesperado de la ruta, descubrí que los caminos cambian de sentido sin la señalización correspondiente. En mi interior, algo me decía que infringiera las normas de tránsito y lo hice.

Entonces me sucedió el mejor accidente de mi vida.

Él era un hombre elegante y educado, de buen gusto y excelentes hábitos, algo bohemio, soñador, romántico, y sabía como conquistar a una mujer. Me recibió con dos rosas y una mirada soñadora, no le costó mucho sorprenderme al robarme un beso inocente.

Su vida estaba empezando, le faltaba un mes para ser padre y su mujer no lo merecía. Más tarde supe que no mentía.

Nos enamoramos sin querer y luchamos por nuestro amor como en una novela de las que miraba para no ir a la escuela cuando era adolescente. Él se volvió cada vez más caballero, me trataba como nunca lo habían hecho. Fue el hombre que me enseñó a hacer el amor hasta convertirme en una artista del ritual.

Me enseñaba a hablar con propiedad; corregía mis faltas con todo su amor y paciencia. Creo que a él lo entusiasmaba la idea de tenerme y ser una especie de padre para mis hijos.

Él sufrió mucho para que pudiéramos ser felices juntos. La madre de su hija le hizo todas las maldades que pudo, hasta que él contrajo una enfermedad autoinmune causada por los nervios de esta situación. Pero no se rendía. Siempre sacaba fuerzas de algún lado para que viviéramos con amor. Decía que había que estar convencido de las cosas para poder hacer que sucedieran.

Lo llegué a admirar mucho. Creo que fue él el que hizo que me dieran ganas de tener una profesión. Empecé a estudiar, y él a enseñarme todas aquellas cosas que no entendía. La psicología, la antropología, las matemáticas, y todas las cosas concretas y abstractas. Me convencí de hacerlo, y gracias a su ayuda, pude lograrlo.

Él era algo solitario, pero la gente que lo quería, también lo admiraba, tenía amigos fieles, pocos, pero inigualables. Le gustaba escribir. Su imaginación no tenía límites y siempre sorprendía con lecturas divertidas. Él era feliz con sus historias, con mi amor, y con la familia que le había dado, hasta me dijo que, si nuestra hija nacía sin problemas, él estaría toda su vida a mi lado.

En algún momento tuvimos una crisis, pero yo me encargué de usar el método familiar de tapar las cosas, él era inteligente y veía más allá, creo que le parecía más importante nuestro amor, que aquello imperdonable que intenté esconder.

Un día le tocó escribir mi tesis, y una vez más lo consiguió. Él aprobó y yo me recibí.  Entonces comenzó a ocuparse más en serio de sus historias y cuentos. Estaba tratando de escribir una historia de amor.

Yo aprendí mucho y él no dejaba de darme amor. Después de tantos años de estar juntos, aún conseguía que se me erizara la piel con sus besos. Era increíble lo que me hacía sentir.

Con todo lo que me enseñó, me hacía dudar de tanto amor, era bastante raro que, luego de tantas experiencias y desgaste, siguiera amándome. Tuve que convencerme de que algo no estaba bien.

Comprobé que la vida sin él tenía ventajas que él no podía entender. Entonces me convencí, y dejé de amarlo. Nos despedimos en otoño. Sé que le rompí su corazón, sé que tiene derecho a odiarme, pero mi nueva vida profesional no es compatible con una relación romántica.

Nuestras hijas lo extrañan, y van a verlo seguido, me cuentan que sigue llorando como un niño por mi memoria mientras yo intento tapar su ausencia.

Él no quiere conocer lo que necesita saber, por eso estoy convencida de que va a escribir una historia de amor, pero nunca será propia.

6 valoraciones

4.0 de 5 estrellas
hace 1 año
Comentario:

Me encantó tu relato 👏👏

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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Muchísimas gracias, Darío. Saludos!
hace 1 año
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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Muchas gracias, Janet!
hace 1 año
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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Muchas gracias... saludos Yuliya
samir karimo
Jurado Popular
  • 201
  • 27
hace 1 año
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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Muchas gracias, Sami! Saludos!!
Iván Silvero Salgueiro
Jurado Popular
  • 46
  • 24
hace 1 año
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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Gracias Iván... saludos!!
Cuauhtémoc Ponce
Jurado Popular
  • 64
  • 25
hace 1 año
Comentario:

Me gustó, un abrazo querido amigo.

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  • Orlando Rodolfo González hace 1 año
    Muchas gracias, Cuau. Abrazo!!
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