Escuché el timbre de su voz y supe que había terminado la espera; sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y la piel se me erizó. Todo a mi alrededor se iluminó y la luz me llamó a su lado.
La oscuridad de la Muerte es solo un engaño, su dulce cantar te invita a cruzar al otro lado. Me miró con lágrimas en los ojos y me dijo: «Yo solo soy la mensajera, tu tiempo ha llegado».
La paz y el sosiego invadieron mi ser, pero tan solo duró un instante. «Yo solo soy la mensajera», dijo; solo la mensajera... Y¿quién emitió la orden? ¿Quién decide?
Volví a mirarla a los ojos y la oscuridad se hizo presente. Pero no era ella, no era la Muerte la que me observaba con rencor y soberbia.
Aquel ser comenzó a desvanecerse, al igual que el resto del mundo que me rodeaba. Y entonces lo comprendí. La Vida es el monstruo que decide tu momento. Es un ente frío y calculador, egoísta. Te encadena con sus grilletes, te amenaza para que la trates bien y, si no eres capaz de contentarla, te lo hace pagar.
Fran Márquez