Cerraste los ojos y repentinamente notaste mi presencia , sabiendo que así te convertirías en cómplice de mis deseos. Estabas de pié frente al espejo, peinando tu dócil cabello a punto de ir a dormir, vestías un hermoso conjunto negro con transparencias, aún llevabas puestos tus tacones, sabías que eran mis preferidos para esa noche especial.
Recorrí la distancia que nos separaba lentamente, esperando que tu impaciencia se transformara parte de mi capricho, apenas me acerqué unos pasos por detrás ya sabías que nuestro juego había comenzado. Continuabas con los ojos cerrados, dejaste de peinarte y sentiste la suave y fresca seda del pañuelo con el que cubrí tus ojos anudándolo suavemente, apenas perceptible, aún recuerdo tu gesto al contacto, con un simple movimiento de tus brazos dejaste que el baby doll se deslizara hasta tus pequeños pies. Tu bello cuerpo casi desnudo se reflejaba en el cristal, fue ese el momento que elegiste para arquear tus brazos hacia atrás y sentir el roce sutil de nuestros cuerpos.
Mis manos recorrieron palmo a palmo cada centímetro de tu suave piel, presté atención a cada reacción, con cada movimiento percibía tu respiración, tu palpitar, fui redescubriendo tus marcas, acaricié tus imperfecciones, sentí el perfume de tu piel, tu jadeo era la prueba irrefutable que todo lo que te hacía perfecta para mi, te provocaba.
Iba a guiarte a través de la habitación hacia la cama, lugar donde dejaríamos correr nuestra pasión pero algo sucedió, fue en ese justo momento que decidiste quitar el pañuelo inexistente de tus ojos, y mirando fijamente hacia el espejo viste como tu fantasía se desvanecía.