Confusión pasajera
Presumirán no reparar en tu presencia cuando bajes al salón y allí, lo sabes niña, estarán todos. Llegarás cuando las copas de coñac estén servidas y un bálsamo a café flote en el aire, retiradas apenas las tazas de la mesa. Sólo se oirá el crepitar de los leños en la chimenea, y será un silencio cercano al sueño. Entonces la campanada que anuncia la medianoche hablará por sí sola ocultando tu voz y nadie escuchará tu grito. O fingirán no escucharlo y finalmente será el alivio de una confusión pasajera. Responderán a tu sonrisa benévola póstuma de toda palabra con falsas y encantadoras sonrisas y alguien, oportunísimo, pedirá el juego de naipes.
Víctor Lowenstein.