Esta mañana, cuando llegué al parque, había un perro sentado en una banca al lado de un hombre que, de manera desesperada, se llevaba sus dos manos a la cabeza como si tratara de encontrar en el revuelto de sus cabellos, las respuestas a sus dilemas.
Era tanto su agobio, que no pude evitar preguntar qué le pasaba.
—Lo que sucede, es que él cree, que yo existo solo en su imaginación— me contestó el perro.
CHECHO.