Apreciado escritor:
Permítame el atrevimiento de dirigirme a Ud. pero me temo, que, debido al estilo de su escritura, ha sido la persona escogida. Llevo años esperando y buscando este destello narrativo para poder liberarme del gran secreto del cual soy guardián y le traslado con mi relato a continuación:
Fue en 1959, tras la ejecución de los asesinos de Kansas, Perry Smith y Dick Hickock, cuando me contrataron como empleado de Mr. Capote. Después del gran éxito de su obra maestra, “A sangre fría”, le abandonaron sus auténticos amigos y su amante. A partir de entonces la vida de Mr. Capote se fue deshilachando y su persona desintegrando.
Siempre, he vivido con él, un paso atrás, con los brazos tendidos para recogerlo, una vez tras otra, cuando le tumbaba el gran sufrimiento que padecía. Y cuando el tormento de oír siempre un único sonido, el de la horca, le empujaba a una decadencia absoluta.
Le calmaba llenar la casa de vapor. Así me hacía llevar ollas a ebullición y también abrir los grifos de agua caliente para que durante horas soltaran vaho. Todo el apartamento quedaba sumido en la niebla.
Mr. Capote caminaba con movimientos lentos, sin color, entre muebles y paredes empapados, arrastrando con los pies papeles llenos de garabatos. Un día amparado por la clandestinidad de la bruma me reveló lo que realmente le había consumido y retorcía el alma.
Querido escritor, le esbozo esta situación para que el secreto del cual le hago depositario sea de su comprensión.
Se ha dicho que nunca pudo acabar ninguna novela. Esto le aseguro es totalmente falso.
Tengo todos los desenlaces de las obras inacabadas. Todas tienen el mismo, y único, final….
”En la habitación de un Hotel de Alabama, mi madre con la soga en el cuello me suplica que le retire la silla de los pies…. y cuando la vuelco, el sonido de su cuello roto me robó la capacidad de amar.” …….
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