Una mañana como todas, junto con una de mis tantas hermanas - cuya elegancia y buen carácter son inversamente proporcionales a su belleza - nos dispusimos a engullir, con devoto frenesí, un saludable desayuno a base de cafeína, azúcar y grasas saturadas, ornamentadas con una hoja de lechuga para disimular ante ese invisible juez que parece mirarnos desde todas partes, pero que sólo está en nuestras cabezas.
Como los jarros de café y “omellettes” eran gigantescos, amenizamos la tarea con una charla insustancial, que, por inútil e inconsecuente, adquirió un matiz filosófico cuando mi hermana, muy convencida, me describió la posibilidad de un Nuevo Orden Mundial. Su tesis era que si las jerarquías fuesen ocupadas en su totalidad por mujeres el mundo sería más humano, pacífico y feliz.
Yo, que nunca jugué con juguetes rosados, refuté aquella utopía argumentando que el mundo es inhumano por la existencia misma de las jerarquías, y que en definitiva es la ambición de poder la raíz de la corrupción del espíritu tanto de hombres y mujeres. Que la maldad no tiene género.
Si bien compartió mi punto de vista, se vio en la necesidad de enumerar una serie de hechos históricos, para ilustrar las injusticias contra las mujeres, como si eso nos convirtiera en excelentes líderes.
- Si te das cuenta – enunció con mucha pasión – en la Biblia en ninguna parte dice que una mujer no puede ser Papa…
- Y… - modulé con suavidad, temiendo que mi esfuerzo en sostener una charla coherente naufragara en una discusión absurda – creo que fue una omisión lógica. Es decir, no creían que las mujeres pudieran siquiera querer ser una papisa…
- Pero, técnicamente, una mujer podría ser Papa - reforzó ella.
- De hecho - informé - hay una poco chequeada leyenda que hubo una mujer que se hizo pasar por hombre y llegó a ser Papa.
- ¡Yaaaaaaaaa! ¿En serio?
- Incluso el mito dice que, a raíz de esa anécdota, se creó en el Vaticano la función del “Palpati”, cuyo único objetivo en el mundo y en la vida y en el Universo, es tocar los testículos al futuro Papa y verificar que sea un hombre…
Ella, toda linda y femenina, sorbió un poco de café en un sorprendido silencio para luego agregar:
- O sea grita: ¡¡¡TIENE PICHULA EL CULIA’O!!!
- Sí. Pero en latín.