En uno de mis tantos cambios de rumbos llegué al barrio de Liniers. Empezaba el secundario, caminaba solo por cada calle que me ofreciera su camino y me detenía en casi todos los parques a fumar mis Phillip Morris (debe ser la relación más larga que tuve, ya llevamos 28 años juntos).
Estaba destinado a ser un hombre sensible. Quizás Sigmund hubiese dicho que por todos los traumas arrastrados desde mi infancia o los cambios hormonales, la pubertad, o porque se me rompía la punta del lapiz todos los días.
Se me ocurrió estrenar el corazón en cuestiones deportivas, musicales y de amor.
Defendía el arco que daba a la calle murguiondo con mucha dignidad, escuchaba Vox Dei con la luz apagada, y caminaba de la mano con una deliciosa pequeña de ojos grandes.
Fue todo catastrófico. Me sacaron la tarjeta roja. Nunca terminé de aprender a tocar una canción que no fuera blues, y su familia no aceptaba a un genio de la historia con pretensiones de rockstar...
De ese momento conservo este obsequio, que fue esplendoroso, y mi primer cuento mas o menos serio: El Valle de los Lobos.
Hoy lo volví a encontrar después de tanto tiempo...
El resto ya lo saben, seguí siendo chueco, petiso, oscuro y vintage.
Pero nunca me perdí.
Saludos, terrícolas!!
Mié29Mar202322:01
- Información
- Género: Microrrelato
Confesión de verano
Visto: 372
Comentario:
Me gustó Rodolfo! Ese sello tuyo, esa chispa que enciende... Abrazo!
Mostrar más