Las pequeñas guillerminas de Adelita hacían crujir el sendero de hojas secas sobre el opulento jardín. Mamá había viajado al exterior y papá no hallaba respuesta cuando la niña preguntaba por su regreso "papi, ¿Cuándo viene mamá? "
Caminó triste y se sentó en un rincón alejado donde apenas alcanzaba a ver algún muro distante del caserón. No le importó ensuciar el broderie de su vestido cuando decidió echarse sobre un mullido cúmulo de tierra y hojarasca, dejándose adormecer por la resolana. Con la cabeza recostada sobre sus bracitos recordó aquella última caricia de su madre previa a la partida. El soplo repentino de una briza otoñal le provocó un leve espasmo que la hizo deslizar . Entonces la caricia se volvió real. Bajo la tierra removida asomó, pálida ,la mano de su madre.