Cerró los ojos, él un terrícola, ella de un exoplaneta gaseoso. Sintió el abrazo, inhaló su aroma, escuchó su zigzagueo en el aire. La voz transparente llegaba directo a su cerebro. Empezaron a ocurrir imágenes en su retina, inhaló profundo y exhaló suave. Un roce en el cuerpo que no podría describir empezó a excitarlo. Un balanceo se encendió en él. Empezó un lento jadeo. Sus músculos se contraían. Envuelto en un humo, la condensación se inició: su piel percibió presiones, su carne marcaba ya brazos y manos. Un beso comenzó a ebullir sobre él, instintivamente correspondió rodeando la cintura que se figuraba. Un lunar, como tormenta, giraba en ella. Al rozarlo, sintió rayos y vértigo. Impresionado y estremecido, la penetró.
La mujer -un rato antes nube- empezó a temblar. Garúa, garúa, garúa, sobre los dos.