Preparaba sus mejores galas para la mejor noche del año. La noche de las ánimas y de los seres del inframundo: Halloween. La luna sería testigo de la lujuria y la bacanal nocturna.
Salió a la calle y se dirigió a aquel garito de marcha que tenia tanta fama entre la gente de su trabajo. Sabía que allí encontraría lo que necesitaba para satisfacer sus necesidades .
Entró en el local con su sexy vestido rojo dispuesta a conquistar a algún apuesto e ingenuo galán. Mirándola cuando entró estaba él, con su cubata en la mano y dispuesto a vivir con ella una eternidad.
Se presentó ante ella, la lanzó una mirada de arriba abajo que la desnudó, y la invitó a una copa. Todo marchaba sobre ruedas. Bebían, reian y se comían con la mirada. Llegó la hora de los bailes lentos, y en ese momento salieron a bailar, agarraditos de la mano. El ritmo de sus cuerpos denotaba complicidad en cada movimiento, y la pasión subía en intensidad.
En un momento de relax, él le soltó un beso en los labios, y ella le contestó con una sonrisa. Era el momento adecuado, y ella le susurró unas palabras al oído. Salieron juntos, él con cara de satisfación, ella radiante.
En la casa de aquella diosa todo estaba semi oscuro, con escasa iluminación y una decoración barroca. Pero no le dio tiempo a preguntar, pues ella se desnudó y le arrastró a disfrutar de la lujuria que estaban deseando los dos.
A la mañana siguiente, tras la noche de pasión, él buscó sin encontrar, su sonrisa reflejada en el espejo.