DANIELA
¡Que se mezcle en mis entrañas, no aquí,
en mi boca, donde a mi riesgo,
puedo paladearte!
Pues, ya no quiero hablar del brillo de tu efigie
voltereando en mi fantasiosa cabecita.
Quiero ausentarme de tus ojos que murmuran,
sueños locos, mares crespos, luna infinita…
Hoy, quiero recitar tu cuerpo,
salirme del ser abstracto que te mira, adentro,
como niño a las estrellas, yo solía.
A tus piececitos impacientes esperando mis caricias,
quiero dedicarle este intento de letras con cosquillas.
¡Besas! ¡oh me besas!
¡Confundida! ¡Arteramente escondida!
En los pliegues de mil años, vertida,
en cada rastro de los golpes de mi vida.
¡Miras! ¡Oh me miras!
Dibujando mis mentiras, versos,
en mis juegos de idioma, perdida, dolida…
¡Ay! ¡Quien pudiera amarte!
De lejos, de fantasía, durmiente brisna petulante,
por los desiertos de mis días desbocados,
y mostrarte el despojo que he sido antes,
cuando moría, lejos, caducando mis alegrías.
Pero basta, he venido a hablar de tu piel, de tus sonrisas,
y perderme en el lazo ceñudo de tu ombligo,
que cobijó mis noches más sentidas,
devolviendome la gracia perdida
en los purgatorios de aquellas mentiras de dioses,
lejos de mis más sinceras fantasías.
¡Oh! ¡Quererte sin decirlo!
Te ha pausado, manteniendo, hermosa mía,
tus pechos ardientes ante las dudas,
por mis vaivenes de poesía, llanto
y ansias de muerte de donde provenía.
De tus manos quiero decir, vehemente ahora,
¡nada de enloquecer de melancolía!
Abrazos y consuelos, gastar mi verba en tus cabellos,
tu cintura y tus muslos donde muero cada día.
¡Perdón debo pedirte!
Tanto refugio en mis silencios, oscuros,
ponerte en vilo, de huir o porfiarte en mí,
queriéndome tan pura, simple, y desprotegida.
¡Oh! ¡Cuánto has esperado!
Mi cansancio, mis adagios a tu entorno,
para tí, solo para tí,
mis tristezas fantasmales, saciándote,
renovandote, amandote hasta la encrucijada,
allá, pronto o lejos, de pasiones frescas…
¡Como aquel primer día en que te ví, me miraste,
y decidimos nuestras vidas!