Un cascarudo vino a morir
a mi lado
Negro y ruidoso
chocó con las paredes
febrilmente
asustaba como abejorro
al inicio
pero era cascarudo
Embistió
contra el vidrio de la ventana
enfurecido
por el límite invisible
Se dio de cabeza contra todo
sonoro
rítmico
en un doloroso
epígono
de sus días
en el aire
Gritó
patas para arriba
ya sobre la tierra
¡Qué digo!
ya sobre el piso frío
que le negaba
el descanso
bajo su lecho
El cascarudo
llegó a esta casa
como quien entra
de un lado de la tarima
la cortina detrás
el teatro puesto
y un único público
sorprendido
Llegó
para su acto final
malherido
maltrecho
malhablado
escupiendo
onomatopeyas en ráfaga
Caminó
unos pasos
volvió a caer
intentó
otro vuelo
volvió a ser del piso
miró el techo
como quien busca cielo
recogió polvo
con sus antenas
pelusas
en sus patas
no flores no polen
Midió el espacio
a fuerza de choque
y choque
y vio
los límites del mundo:
no más árboles
no más vuelo
no más descanso
en las terrazas
escondido de las aves
La casa fue así
un cajón grande
para él sólo
con luz
y viento de algún lado
llamándolo
llevándolo
para guardarlo
mientras pataleaba
esas
sus últimas carcajadas