—¿Qué tienes? — le pregunté al desconocido que se sentó al lado mío en la barra de aquel bar; mientras notaba que lloraba y contaba unas cuantas monedeas para ver si le alcanzaba para comprar un trago.
—¿Quieres escuchar una mentira? —me respondió.
—Sí, me gusta que me cuenten mentiras— le dije mientras pedía un trago para cada uno… Así que me confesó de lo mucho que la amó. De lo que significó ella en su vida y de cómo le acababa de destrozar el corazón: engañándolo y dejándolo en el olvido.
—¿Quieres que te cuente otra mentira? — le pregunté… Y así pasamos toda la noche, bebiendo y hablando mentiras.
© Cuauhtémoc Ponce.