Mientras me sentaba en la solitaria barra de aquel bar, pedí una cerveza. El lugar estaba prácticamente vacío, sólo un señor estaba a dos sillas de distancia.
—No llegó a la cita; me dejo plantado— dijo, mientras yo volteaba a ver a mi alrededor y noté que se dirigía a mí, mientras él no quitaba la mirada de su cerveza.
—Tranquilo, amigo, igual pasó algo inesperado. Alguna razón lógica tiene que haber, así que no saques conclusiones precipitadas, a veces nos apresuramos con eso de las conclusiones, y nos imaginamos cosas que no son— le dije para intentar reducir una tristeza que se veía en su rostro.
—No, no hay nada que investigar, ya la llamé y bloqueo mi número telefónico. Simplemente no llegó, o tal vez sí llegó, pero al verme salió corriendo. Ella es casi de mi edad, yo sé que estoy un poco gordo y poco atractivo, pero al menos creí que me daría la oportunidad de conocerme… ¿Qué tengo de malo?
«¿Qué tengo de malo?» Esa frase taladró mi cerebro, llevándome a casi treinta años atrás. Y de pronto vi a un gordito: plantado a las afueras de un cine bajo la lluvia con un ramo de flores esperando a alguien que en el fondo sabía que nunca llegaría. Recordé al imbécil donde todos bailaban en una fiesta, menos él, porque las chicas guapas no bailan con ese estereotipo de chicos. Vinieron a mi memoria recuerdos que creí olvidados, y que en algún momento llegué a preguntarme lo mismo. «¿Qué tengo de malo?». Sólo que esta vez lo decía un hombre más o menos de mi edad, dentro de un bar, donde la cerveza no te dice nada más que una triste realidad… Así que terminé mi cerveza, pedí la cuenta y encargué un par de cervezas más, y le dije a la chica que atendía que eran para él.
Me paré de mi asiento, le puse la mano al hombro y le dije: —Me tengo que ir, amigo, pero el siguiente par de cervezas van por mi cuenta. Sólo quiero que sepas que te entiendo, de verdad que te entiendo. Pobre chica, me siento mal por ella, no sabe de lo que se perdió. Hay gente que le gusta lo banal, lo superficial y no dan la oportunidad de ver qué hay más allá de una apariencia. Pero créeme amigo, estoy seguro de que eres un hombre maravilloso, nunca olvides eso y por favor, no cambies nada de ti, hay quienes nos convertimos en seres despreciables por actos así, y no vale la pena, de verdad te lo digo—. Y salí de ese bar.
Cuauhtémoc Ponce
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- Género: No ficción
La cita
Seguramente el tipo del bar que pensaba que tenía algo malo por no encajar físicamente en el canon requerido no se esperó nunca la solidaridad y la empatía de un desconocido, son esos actos lo que hacen que la realidad sea un regalo inesperado para seguir demostrándonos que toda shin tiene su shan. A veces no hay mejor regalo que una mano en el hombro. Abrazo!!
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Gracias por leerme :)
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Describiste una situación bastante repetida en nuestra época, cuando las citas en ciego se convirtieron en algo cotidiano, gracias a múltiples redes. Entonces el episodio es bastante creíble. Lo que no es creíble son diálogos. No veo, a un hombre en un bar, decir al otro desconocido, todo ese monólogo del último párrafo. Saludos.
Un buen mensaje en ese bar. No ficción -dices-, eso habla de la bondad del personaje. Gracias, Cuauhtémoc, das un trato humano al desvalido. Saludos cordiales.