Lun01May202320:12
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Autor: Walter Brunini
Género: Otros géneros

La economía del escritor

La economía del escritor
La economía del escritor

Nosotros, los que hemos decidido incursionar en la escritura, ya sea en novela, cuento, poesía (sobre todo éstos), estamos condenados a la pobreza económica, quizás no la intelectual pero ésta no paga la vida diaria que comprende alimento, salud, educación; nadie acepta un poema a cambio de un kilo de carne, y mucho menos a cambio de un cuaderno o una consulta al médico. Necesitamos tener un trabajo formal, una profesión independiente o al menos que alguien se haga cargo de nosotros; en el primero de los casos, la calidad de escritura se ve considerablemente afectada por la falta de disponibilidad de tiempo para pulir el resultado de lo escrito, nutrirse de cultura para ampliar conocimiento; en el mejor de los casos nos informamos por resúmenes subjetivos, masticados, tragados y vomitados por terceros, que vemos a diario en redes sociales y medios de comunicación, en la vorágine que propone la situación social y económica en la
actualidad. Todo es rápido; instantáneo.

En el caso segundo, donde alguien se hace cargo de nosotros, la denigración a la que se somete el escritor es mucha; agobiante y deprimente. La intelectualidad, requiere tiempo y en tanto la reflexión se considere ocio por el común de la sociedad, seremos vistos como vagos, inútiles, mantenidos y todos los adjetivos repugnantes que le vengan a boca de quien no comprenda la tarea. Sepan que, en su tiempo, se burlaron de Platón… ¿Qué podemos esperar el resto de los mortales?, más en estos tiempos.
Bien sabemos que vivir, en términos económicos, de la literatura es un privilegio para unos pocos; no siempre tiene que ver con talento o suerte; ni siquiera con el esfuerzo de promocionarse, hacer la tarea de escritor, editor, corrector, diseñador, community manager, vendedor… y todo lo que podamos hacer, a fin de posicionar nuestra obra en, al menos, la consideración del público que aún gusta de comprar un libro físico o electrónico; pero ante tanta oferta novedosa es imposible acertar justo con la obra de su vida; en el camino deberá consumir “chasco” tras “chasco” hasta encontrar una obra bien escrita y digna de un pago acorde. ¿Cómo hace el lector para obtener referencia sobre que comprar y que evitar?
Hay quienes ofician de guías de compras, catadores de letras, con paladar refinado para detectar una buena obra y sugerirla a sus seguidores, pero debemos comprender que estos también tienen que vivir y generar ingresos, por lo que la duda sobre las intenciones verdaderas de ofrecer en consideración un libro, quizás está teñida con un interés económico pues el autor o la editorial le ha concedido un pago por su trabajo, lo cual me parece perfecto, pero en términos honorables quizás esta tarea se vea afectada, pues a fin de obtener un dinero puede terminar sugiriendo un chasco.
El trabajo de las editoriales, en otrora épocas, no solo era la de vender libros, sino además GENERAR CULTURA; conducir el pensamiento social hacía una corriente determinada. Usted, lector, me dirá que eso es una trabajo del ministerio de educación de su país, pero créame que previo a que la política se haga cargo de tal ardua tarea, es el trabajo editorial el que inicia el camino en la búsqueda de las corrientes culturales; comenzando por hallar a los autores que proponen tales, y esto conlleva analizar, editar, publicar, posicionar, promocionarlas y por último vender ; cuando el éxito esté generando algún efecto social, será la política la que decida que se promueve o prohíbe a través de los programas de educación ciudadana.
¿Me equivoco mucho si exijo a quienes manejan las editoriales, que no olviden su rol sociocultural? ¿Es una situación real que solo aquel que dispone de dinero merece ser publicado? Al fin de cuenta, con este último criterio, no son más que imprentas de servicio para el público general. Tienes dinero, tienes tu libro.
Esto último es una subestimación del lector, quién no encuentra el norte hacia dónde dirigir su interés hacia el buen contenido, la excelencia parece ser una búsqueda insulsa y terminan refugiándose en los clásicos, lo cual no veo como algo erróneo, pero si un retroceso en el avance intelectual del ser humano; una restricción a la apertura mental que van exigiendo los tiempos, a medida que van abordando sobre la cotidianidad a la que estamos sujetos todos.
Las sociedades se van formando a medida que la cultura las atraviesa y el pensamiento fluye cuando la necesidad de explicación del entorno surge en el ciudadano, por lo tanto es sumamente necesario que aquellos quienes elaboran el pensamiento intelectual, sean considerados con la seriedad merecida. Me resulta una posición falaz la que sostiene que el público, o mejor dicho el mercado, determina que es cultura y que no, porque los criterios difieren en cada ser humano pensante y andante. Es la diversidad una excelente idea conceptual, pero en la práctica se convierte en la nada misma; un desorden aparentemente organizado, que no hace más que generar en las sociedades el desconcierto sobre la verdad y, por consecuencia, todo parece válido y, al mismo tiempo, falso.
¿Podemos imponerles a las editoriales tamaña tarea cuándo el público comprador no se los exige? ¿Quiere el público comprador un norte cultural hacia dónde dirigir sus expectativas?
Realmente me parece un exceso de mi parte imponerles un rol que no están convencidos de ejercer, pero al menos tengan la amabilidad de regular el mercado, obviando publicar material de nulo interés y escaza calidad, que le quita importancia al mercado literario, al inundar los escaparates del portadas llamativas y contenidos paupérrimos.
Pregunto: ¿Acaso leen lo que publican?¿Analizan los manuscritos recibidos vía correo, de los autores? Basta con mencionar que uno no está dispuesto a invertir dinero en la auto-publicación o co-edición, para ser descartado; un sistema perverso por cierto.
Insisto (y me arriesgo en el porcentaje) el 99% de las editoriales funcionan como meras imprentas. Tienes dinero, tienes tu libro.
Deberían considerar el cambiar la mecánica, pues se están autodestruyendo (junto con el mercado editorial), al no generar un prestigio que les asegure la continuidad atemporal dentro de las consideraciones del público, en el cual debe crecer esa fidelidad que solo da la satisfacción en las expectativas cumplidas y la confianza de saber que lo publicado responde a esto último.
Usted, a esta altura del escrito, se preguntará: ¿En que podría esto colaborar con la economía del escritor? Se me ocurre que si dejaran de buscar el dinero de los autores y enfocaran sus esfuerzos en la búsqueda del dinero del comprador, se preocuparían por encontrar calidad literaria, disminuirían la oferta y concentrarían el mercado con autores de calidad y PROFESIONALES, que puedan vivir de la escritura y abocar todo su tiempo y esfuerzo a generar contenido propio de las exigencias del buen lector. De esta manera podría el escritor recobrar la confianza y la estima, lo cual todos sabemos funciona como motor para elevar la calidad a fin de no defraudar las expectativas que se depositan en él.
Menos es más; y ganamos todos.

Si para justificar sus metodología de trabajo, me responden que lo que propongo es el sectarismo y un concepto elitista, donde pocos tendrían la posibilidad de expresarse, conllevando esto una censura previa, les digo que el espacio para nosotros, los autores advenedizos tenemos nuestros espacio en redes sociales y plataformas específicas para tales fines, por lo tanto no deberían preocuparse demasiado por satisfacer el ego que nos caracteriza ni hacerse cargo de nuestra estima; creo que cada uno de nosotros conoce un imprenta en nuestra ciudad donde acudir cuando queremos imprimir nuestro material, a sabiendas de lo que estamos contratando y el verdadero alcance de nuestro emprendimiento, sin expectativas falsas a las que nos sometemos cuando una imprenta disfrazada de editorial, nos asegura, las veces que sea necesarias, el éxito de nuestra obra.
La diferencia entre una editorial y una imprenta disfrazada de editorial, es su compromiso asumido con la cultura de una sociedad.

Saludos y muchas gracias por leer.


PD: cuiden sus ahorros y su tiempo. ¡Abrazo

4 valoraciones

4.8 de 5 estrellas
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hace 1 año
Comentario:

Estoy de acuerdo contigo, Walter, es en verdad ilusorio que pretendíamos obtener que una editorial de prestigio nos publique. Por años he tocado puertas y en el camino he aprendido de a poco, escribir lo mejor posible. 

Tal vez mi literatura no sea de la calidad suficiente, pero hay escritores de buena factura y deben invertir para tener sus libros e intentar venderlos, difícil será que alguna vez vean su obra expuesta en una libreria.

Triste panorama vemos sino a la tendencia va a la baja en la venta de libros.

No obstante a quienes nos apasiona escribir, debemos intentar revertir esa tendencia, aprovechar las redes sociales para llevar nuestras trabajos a ese nuevo mundo de eventuales lectores.

Te mando un abrazo, Walter.

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