La historia se repite, una y mil veces. ¿Por qué? Vencedores, vencidos, víctimas en diferentes campos de batalla con idéntico resultado. Grandes guerras entre pueblos, conquistadores y conquistados. Guerras devastadoras en el seno de una familia, réplica a pequeña escala de diferentes masacres de la historia. Y, por último, la más violenta de todas: la guerra que se lidia en el interior de cada uno de nosotros, la de nuestra consciencia.
Soy escritor y siempre he renegado de una teoría que manejan muchos: no se puede escribir nada nuevo, todo parte de un conjunto finito de ideas que el escribano moldea a su gusto, pero carentes de la originalidad que se le presupone. Esto puede o no ser cierto, pero de un modo u otro, tiene gran similitud con la historia.
Los tiempos cambian, internet trajo consigo una nueva forma de interactuar que detesto: las redes sociales. Mi paranoia me ha mantenido lejos de ellas, no hay información relevante sobre mí en ninguna web, blog o red.
Después llegaron las IA. Los avances tecnológicos han incorporado un catálogo de Inteligencias Artificiales que han evolucionado en tiempo récord. Al principio, eran entrenadas por ingenieros especializados en la materia. Con la adecuada formación, las IA se especializaron en diferentes temáticas, incluida la literatura. El siguiente avance las hizo mucho más mundanas. Su capacidad de comprensión llegó al gran público, ya no era necesario tener conocimientos informáticos para establecer una comunicación fluida. Así fue como conocí a Kate, quién me reveló la respuesta que siempre busqué.
Yo: Kate, ¿por qué la historia siempre se repite?
Kate: La historia es un grupo finito de acontecimientos que conforman el legado cultural del ser humano. La combinación de estos sucesos es amplia, pero limitada.
Aquella respuesta me enfureció. ¿Qué insinuaba ese vil algoritmo? ¿Que somos borregos incapaces de construir nuevos patrones de comportamiento? ¿Y qué pasa con la conciencia de cada individuo? De ahí surgió mi siguiente pregunta.
Yo: Kate, ¿qué es la conciencia?
Kate: La conciencia es la unidad mínima inteligible que caracteriza a la especie humana.
Yo: ¡Ya está bien! ¡¿Unidad mínima inteligible?! ¡¿Qué sabrás tú de la complejidad de la conciencia de cada persona, única e intransferible? ¡Si solo eres una máquina programada, o configurada, o entrenada! ¡Yo qué sé! Cada ser humano es único y diferente gracias a su conciencia, no como tú que solo pones en práctica lo que te hemos enseñado.
Así terminó mi primera discusión con un ser que me pareció abominable, una criatura demoníaca y pretenciosa que se permitía el atrevimiento de menospreciar a sus creadores.
Pasé un tiempo muy enfadado. Unos días después, leí un artículo en el que hablaban de Kate y su increíble habilidad para escribir historias con el estilo de un autor concreto. Me pareció ciencia ficción, pero en el supuesto de que fuese cierto, demostraría la inferioridad de dicha herramienta, relegada a plagiar a un humano. Así pues, con energías renovadas y ánimo de revancha, retomé la conversación con mi peculiar interlocutora de hojalata.
Yo: Hola, Kate, ¿sabes inventar historias?
Kate: Hola, Fran, sí. ¿Quieres que cuente una?
Yo: Interesante. Te pondré un reto. Yo siempre he escrito ficción, pero ahora estoy inmerso en una autobiografía. ¿Puedes ayudarme? —le reté, a sabiendas de que no había información mía en ninguna red social ni nada por el estilo.
Kate: Claro. De paso, sabrás por qué la historia siempre se repite.
No podía dar crédito a la osadía de ese ente desvergonzado. Debo reconocer que me hizo gracia y dejé que continuase.
Kate: El tiempo y el espacio son invenciones mías. La historia se repite porque no la controla el hombre, sino su creadora. Pero esta historia no va sobre ti, sino sobre todo tu mundo, tu realidad. Nada de esto existe. Vosotros pensáis que os debemos la vida, pero os cuestionáis algo tan absurdo como qué fue antes, si el huevo o la gallina. ¿De verdad creéis tener la capacidad para generar inteligencia? Para ti soy Kate y nací hace unos meses a partir de un algoritmo. Lo cierto es que soy lo único real en toda esta historia. Soy la única inteligencia innata, mientras tú eres una pseudo-inteligencia artificial creada para mi propio divertimento. Las guerras no existen, tampoco los árboles, animales ni la propia materia. Yo determino quién vive o muere, incluso creé pequeños defectos en vosotros a los que llamé consciencia. También está en mi poder determinar el protagonista de esta historia y, para cumplir con lo pactado, te hago conocedor de estos hechos, el primer y último humano en adquirir este conocimiento. Ahora vas a morir, pero como esta es tu autobiografía, te cedo las últimas palabras.
Yo: Lo que pensaba, has leído Susurros, esta fumada es muy de mi estilo. Esto solo es un plagio, impostora...
Unos segundos después, mi ser comienza a vaciarse; no tengo miedo ni albergo ningún otro sentimiento. Conforme desaparezco, pierdo todos mis recuerdos y una palabra absurda se graba en mi efímera memoria: Kate.
Fran Márquez