Mié03May202323:48
Información
Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La cabaña

La cabaña

La cabaña

Sergio A. Amaya Santamaría

Derechos reservados

LA CABAÑA

14/03/2021 2103147164715

El viento soplaba de manera inusual y los vidrios de las ventanas vibraban de forma alarmante, amenazaban con hacerse pedazos en cualquier momento. A través de las ventanas se miraban los árboles y matorrales sacudidos por las violentas ráfagas. Era a principios de diciembre y el borrascoso final del otoño presagiaba un invierno crudo y frío.

El hombre, de cabello canoso y bigote amarillento por el humo del tabaco, sentado en una mecedora, miraba el agitar de las plantas y escuchaba el crepitar de los leños en la chimenea; las piernas envueltas en un cobertor y la apagada pipa colgada inútil de la boca. Fuera de la difusa iluminación que el fuego de la chimenea proporcionaba en sus cercanías, el resto de la habitación se encontraba en penumbra. A cada movimiento de la mecedora, las tablas del piso rechinaban, agregaban un sonido adicional a los que el viento provocaba.

Una sombra pasó frente a la ventana e interrumpió el resplandor de los relámpagos por breves segundos. El hombre vio la sombra y pareció dibujar una leve sonrisa en el rostro, o tal vez fue solo era una mueca de… ¿disgusto?

Con calma se retiró la pipa de la boca, extrajo una bolsa de cuero del bolsillo del chaleco, recargó la cazoleta y le acercó un fósforo; un leve resplandor rojizo le iluminó la nariz y dio una gran calada, aspiró satisfecho el acre humo, luego lo exhaló con lentitud, paladeaba a cada instante el sabor dejado por el tabaco quemado.

«El hombre empezó a recordar, como en una película en blanco y negro, hechos y sucesos de su ya lejana juventud. Aquella tarde de un verano perdido en las brumas del tiempo. De la mano de su madre, en un parque floreado; había un pequeño lago, donde paseaban orgullosos los patos y los cisnes. Luego se miró en la escuela, recordó a una maestra hostil, que le tiraba de los cabellos y le azotaba con una regla. Pocos recuerdos gratos había del colegio; tuvo pocos amigos y varios de ellos ya estaban muertos. A su mente vinieron recuerdos de algunas chicas, amigas y novias; nunca concretó con ninguna y había llegado solo a la vejez. Trabajó en diversos oficios, siempre de ayudante y aprendiz, nunca como oficial. ¿Su padre?, no pensaba en él, no lo había conocido y su madre jamás le reveló el nombre; hasta que para él mismo fue natural pensar que nunca lo había tenido, su madre fue madre y padre. Esa casa en el bosque la adquirió a la muerte de su mamá, vendió la casa del pueblo y se hizo de esa cabaña; suficiente espacio para un hombre solitario»

Le gustaba la lectura, pero nunca atesoró libros, los buscaba en las bibliotecas y algunos volúmenes amontonados en un rincón, eran préstamos no devueltos a las instituciones. Lo que no le preocupaba.

La sombra cubrió la ventana y unos ojos brillantes parecieron mirarlo por un instante; un frío intenso le cubrió y la lumbre en la chimenea empezó a decaer. La sombra apareció ahora junto a la puerta, dentro de la cabaña. No podría describir al ser que se cubría con esa gran capa; una capucha ocultaba sus facciones y la penumbra existente dificultaba la identificación. No era necesario, el hombre sabía quién era y lo esperaba. De hecho, lo esperaba desde hacía muchos años, pero siempre se le mostró esquivo.

El visitante se acercó al hombre y se escuchó una voz profunda y grave:

Es hora de partir, tal vez sientas que has esperado mucho tiempo, pero es algo que yo no comprendo. Para mí no hay ayer, ni mañana, solo el hoy y el instante, tenía ordenado que viniera por ti; no te pregunto si estás preparado; ello es intrascendente.

En ese momento, se extinguió por completo la llama de la chimenea; el último leño se había terminado y quedaban rescoldos humeantes. La pipa también se había apagado y colgaba de la boca del hombre. Su cabeza cayó lánguida y la barbilla tocó el pecho. Una breve vaporización se desprendió del cuerpo y junto con el visitante salieron a través de la puerta. Todo quedó en silencio y el viento cesó. Los relámpagos terminaron y una luna llena apareció por detrás de las nubes, que se alejaron con rumbo a la montaña.

FIN

Octubre 15 de 2011

Celaya, Gto.

Diciembre 28 de 2020

Playas de Rosarito, B.C.

5 valoraciones

3.8 de 5 estrellas
hace 1 año
Comentario:

Sergio, solté mis amarras en tus letras, porque, aunque nostálgica y algo lúgubre, un aire familiar y sereno las envuelven. Me encantó deslizarme en esa prosa medida y repleta de imágenes para disfrutar, sentí como si estuviera viendo la cabaña y el bosque dentro de una de esas esferas de cristal que al sacudirlas un poco se les arremolina la nieve de Telgopor. Disfruté la lectura, gracias!

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Agradezco tu comentario, Nadia, esa era la idea. Un hombre solitario que espera lo inevitable y lo acepta de buen modo. Saludos cordiales.
hace 1 año
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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Hola, Yuliya, gracias por tu valoración. Saludos cordiales.
hace 1 año
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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias por tu valoración, Walter, te mando un abrazo.
Iván Silvero Salgueiro
Jurado Popular
  • 46
  • 24
hace 1 año
Comentario:

Engancha el cuento, para mí está bien llevado y crea clima. Por ahí en lo que el hombre recordaba está muy explicado, puede recortarse más y creo que se llega igual a entender todo. Por algún motivo se hace evidente con mucha anticipación que viene la muerte a llevarlo, por ahí se lo puede esconder más, o en todo caso que no sea tanto el misterio y esté claro de entrada. Me gustó la forma de representar a la muerte ¿por qué no probás con que el fuego siga encendido y todo siga igual como sacándole trascendencia al lugar y dejando que todo lo fuerte se lleve el hombre? Por ahí queda bien también. 

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias por leerme, Iván. Salydos.
hace 1 año
Comentario:

El título no es adecuado

La narrativa comienza en el recordatorio y está muy resumida, es en realidaf, el cuerpo del cuento y se queda casi vacío

Son demasiado evidentes la sombra, la capucha, el final...

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias por tu comentario, Josefina, lo trabajaré más. Saludos
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