Sáb13May202316:38
Información
Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

El ángel

El ángel

El ángel

Sergio A. Amaya Santamaría

Derechos reservados

El ángel

21/12/2021 2112210089831

Era tarde ya, el viento de invierno calaba hasta los huesos, la niebla empezaba a bajar y yo conducía lento por esa carretera que no conocía. Me dirigía a un poblado de Tlaxcala. De pronto la vi, parada en la cuneta, con un vestido simple, delgado, pareciera que el frío no le molestara. Me detuve cerca de ella para saber si podría ofrecerle alguna ayuda. Era una niña de diez a doce años, su cabello negro y lacio caía sobre sus hombros. No se veía alguien que la acompañara y estaba por anochecer.

Tenía el pelo húmedo por el ambiente, su rostro estaba pálido y los ojos fijos en la distancia, como si viera algo o a alguien en un punto indeterminado.

─Hola, nena, estás empapada, ¿no tienes frío?, ¿dónde vives?, ¿te puedo ayudar?

En algún momento se percató de mi presencia y y corrió hacia el campo, preocupado la seguí, pensaba que algo le pudiera ocurrir; entre la niebla distinguí la forma de una construcción, parecía dirigirse a ella. Era una casa rústica, me percaté al acercarnos a ella, pero la niña no se detuvo en la puerta, corrió hacia la parte trasera.

Cuando la volví a ver estaba parada entre las lápidas de un rústico cementerio. Se detuvo frente a un monumento fúnebre que representaba un ángel con las alas plegadas a los lados de sus brazos. Lo miraba extática, los ojos del ángel de mármol parecían brillar de manera amenazante, cambiaban de color hasta alcanzar un rojo de rubí, pero de terrible frialdad.

En ese instante una negra nube nos cubrió y una voz tenebrosa se escuchó, se percibía a la vez un olor fétido, de materia en descomposición. La voz dijo:

«¿Cómo os habéis atrevido a invadir mi espacio? ─se escuchó siseante, amenazante─»

En un principio no supe a quién se dirigía, pero no me di por aludido. Yo miraba a la niña, alcé la vista hacia el ángel y sus ojos estaban fijos en mí, brillantes, hirientes.

El ángel se tiñó de negro humo y desplegó sus alas, se abalanzó sobre mí y me quedé petrificado por la impresión, el repugnante hedor invadió mis sentidos y una frialdad extraña me oprimía.

La luna pugnaba por asomar entre las negras nubes, pude percibir a la niña, seguía extática, con la mirada fija en el ángel. De algún sitio llegaba el lúgubre reclamo de una lechuza, un remolino de tierra y hojarasca nos envolvía.

«Por qué la persigues? ─preguntó─. ¡Es solo mía y nadie me la va a arrebatar!»

Las entrañas me ardían de calor, pero la piel se congelaba de miedo.

El cielo empezó a relampaguear y amenazantes rayos explotaban en los alrededores, iluminando de forma ominosa el cementerio.

Volví la mirada hacia la niña que empezó a levitar y la cabeza del ángel se convirtió en una monstruosa cabeza de amenazantes mandíbulas, de donde surgían los repugnantes olores, que parecieran emanar del infierno.

El ser infernal aflojó el brazo que me sujetaba y asió a la niña como si fuera una muñeca. Yo caí al piso y me alejé como cangrejo sin perder de vista al horripilante ser.

Introdujo la cabeza de la niña en su bocaza y se la arrancó de un mordisco. Un chorro de sangre le bañó el asqueroso rostro y empezó a mascar con repugnantes sonidos de huesos crujientes.

En ese instante perdí el sentido y todo se me borró. Abrí los ojos y un sol radiante brillaba entre blancas y vaporosas nubes en un cielo azul. El viento jugaba con las ramas de los árboles. Yo estaba macilento, la ropa sucia de tierra y manchas sanguinolentas.

El monumento del ángel se miraba limpio, hermoso, con una mirada de paz y amor en el bello rostro. Trastabillante me alejé en busca de mi auto. Lo puse en marcha y me alejé de ese fatídico lugar.

Me miré en el espejo interior y me vi envejecido, con el pelo canoso a mis veintiocho años, ¿qué ocurrió? Nunca lo supe, nadie sabía de lo que yo había presenciado, cuando hablé con alguna persona pregunté por el rústico cementerio, nadie me pudo dar razón. No existía.

¿Por qué no me mató a mí? Nunca lo supe, pero hasta en mi vejez persiste en mi olfato el repugnante hedor salido de la boca de ¿un ángel?

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría

Octubre 21 de 2021

Noviembre 4 de 2022

Playas de Rosarito, B. C.

3 valoraciones

5 de 5 estrellas
samir karimo
Jurado Popular
  • 201
  • 27
hace 1 año
Mostrar más
hace 1 año
Comentario:

Un cuento enigmático y atrapante. Muy buen trabajo, Sergio Alfonso. Saludos cordiales. 

Mostrar más
  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, Yuliya. Saludos cordiales.
hace 1 año
Comentario:

Que cuento excelente has logrado, Sergio querido. Escalofriante con imágenes altamente deleitables y un final sorprendente. 

Mostrar más
  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, querida Nadia, locuras que de me ocurren. Saludos cordiales.
Colapsar menú
Inicio
Concursos
Publicar
Servicios Editoriales
Login

0













We use cookies

Usamos cookies en nuestro sitio web. Algunas de ellas son esenciales para el funcionamiento del sitio, mientras que otras nos ayudan a mejorar el sitio web y también la experiencia del usuario (cookies de rastreo). Puedes decidir por ti mismo si quieres permitir el uso de las cookies. Ten en cuenta que si las rechazas, puede que no puedas usar todas las funcionalidades del sitio web.