La memoria volátil
“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión.”
Nelson Mandela
Día 1
Ayer llegaron a nuestra aldea. Eran muchos, no sé cuántos, pero me parecieron demasiados para amedrentar a las indefensas mujeres, niños y ancianos que permanecíamos en nuestras granjas tras la partida de los hombres al campo de batalla.
Entraron en manadas a nuestros hogares, nos sacaron a la fuerza y nos fueron reuniendo en el centro del pueblo mientras se escuchaban los estruendos de la destrucción en el interior de las casas en busca de algo de valor.
Cuando se cansaron, salieron, prendieron antorchas y las lanzaron contra las ventanas. Enseguida el fuego se alimentó de nuestros recuerdos. Se hizo un cruel silencio humano que sólo era interrumpido por los chillidos de los soldados dándonos órdenes. Al fondo, la luminosidad anaranjada y el crepitar de las llamas dibujaba a aquellos hombres como enviados del mismísimo Satanás.
No soy capaz de calcular el tiempo que permanecimos inmóviles, abrazadas las unas a las otras e intentando consolar a los niños que lloraban a pleno pulmón traumatizados. De hecho, no recuerdo recorrer el largo camino hasta este lugar. Sé que fue de noche porque cuando ellos aparecieron el sol se estaba poniendo y estábamos colocando la mesa para la cena.
Unos gritos me han despertado de un sobresalto y me he encontrado tirada en el suelo rodeada de mis hermanas, mi madre y un par de vecinas con sus hijos, dentro un cubículo circular de paredes de tela blanca. A penas si disponemos de espacio para movernos.
Un soldado se ha asomado con rabia, quiere que salgamos. Tenemos que hacerlo ordenadamente para no lastimarnos las unas a las otras. Cuando estoy fuera observo regueros de tiendas de campaña perfectamente alineados hasta donde me alcanza la vista. De ellos van surgiendo sus inquilinas con el miedo en el rostro.
Otro militar van paseándose por las filas informando que estamos en un campo de concentración porque nuestros esposos están en el frente. Nuestra permanencia en él depende de que ellos se entreguen. Entretanto, debemos de cubrir el coste de nuestra manutención realizando trabajos forzados. Tras finalizar el discurso, nos indican el lugar en el que nos darán de comer. Cabizbajas, caminamos con los críos de la mano o en los brazos como animales sometidos. Nos dan un mendrugo de pan roñoso y un vaso de un líquido indescriptible. Para los pequeños no hay ración, así que decidimos organizarnos para repartir la limosna del enemigo.
Enseguida vuelven los gritos, todos debemos ir a trabajar y cuando digo todos incluyo a los niños. Sólo se libran aquellos que aún no caminan.
El sol africano comienza a ser abrasador.
Día 48
Mi hermana lleva un calendario en un pliegue de la tela de la tienda. 48 días de encierro, aunque parece que para nosotras el tiempo se ha detenido en el limbo de este infierno. Varios niños han muerto, otros se encuentran enfermos de tifus o disentería y la desnutrición empieza a ser evidente, angelitos míos, ¿por qué hacen esto con ellos?
He descubierto que estoy embarazada. Al principio pensaba que el desarreglo hormonal era consecuencia de la mala alimentación, pero la barriga comienza a crecer y se hace más evidente con la pérdida de peso. Tengo miedo. Si mi bebé nace aquí no sobrevivirá. Dios ayúdanos, ayuda a nuestros maridos a acabar con esta horrible guerra, somos tu pueblo elegido en esta tierra salvaje, no nos abandones señor.
Día 58
Hoy he soñado con mi bañera esmaltada. Estaba llena de agua. El calor ascendía formando hilitos de vapor opaco. He metido la mano para probar la temperatura y me he puesto a jugar como si fuera una niña. Notaba el tacto limpio deslizarse entre los dedos. Si me llegan a decir que iba a llorar por este sueño soltaría una carcajada de incredulidad. Qué miserable puede ser el destino. Cierro los ojos y puedo oler la pastilla de jabón deshaciéndose entre mis húmedas manos, froto mi cabeza, mis brazos, las piernas... Mi casa, mi hogar. Los rayos de sol atravesando la ventana, quiero regar los rosales y tumbarme sobre la hierba mientras se me seca el cabello.
Dia 78
Madre no ha despertado. Por primera vez en mucho tiempo veo su expresión relajada y llena de dicha, está en buenas manos. Me siento triste porque no podemos darle un entierro digno, pero, por otra parte, estoy feliz porque ha vuelto con nuestros antepasados y ahora está en paz.
Requiescat in pace.
Día 118
Ya son demasiadas muertes y las que quedamos hemos perdido las ganas de luchar. Los rezos ahora son para que nuestro Dios todopoderoso se apiade del sufrimiento que padecemos y nos lleve a su casa cuanto antes.
El bebé pesa. No sé de qué puede estarse alimentando, soy un pegote de huesos y pellejo. Creo que ponto nacerá. Tengo miedo a parir, a desangrarme o a no poder darle el pecho. No soportaría otra pérdida más.
Día 130
Los soldados se han ido y han dejado las puertas abiertas. No entendemos nada, ¿Qué ocurre? Tenemos miedo a cruzar la verja. ¿Nos estarán esperando fuera para dispararnos?
Han entrado dos camiones destartalados y dentro iban ¡bóers! Nos vociferan con alegría en afrikáans que la guerra ha terminado. No me lo puedo creer. ¡Somos libres! Podré tener a mi hijo en un sitio seguro, podré alimentarle y cuidarle como se merece. Ahora sólo espero que su padre siga vivo, nos reencontraremos con la comunidad y entre todos y Dios nos ayudaremos a olvidar este mal sueño.
Día 200
El pequeño Paulsen nació a los 48 días de haber terminado la guerra y en su caso el dicho de traer un pan debajo del brazo se cumplió pues su padre consiguió localizarnos gracias a la ayuda de la británica Emily Hobhouse que se volcó en ayudar a los bóeres y en denunciar ante su gobierno el trato que el ejército de su país nos había dado.
Al igual que otros afrikáners, volvimos a la aldea de Ciudad del Cabo para reconstruir la granja, continuando con la labor que iniciaron nuestros antepasados colonos holandeses tres siglos atrás atraídos por la golosa oferta de la Compañía Holandesa de la India Oriental que les ofrecía tierras para poder surtir a los barcos en su travesía a las Indias. Sin embargo, la codicia humana es tenebrosa y nuestro país pasó de ser un punto estratégico para la navegación a ser el objeto de deseo de los británicos por la riqueza de nuestras tierras en oro y diamantes lo que condujo a una guerra que arrasó con nosotros.
Parece que los tiempos de paz han llegado para quedarse. Los británicos y nuestros representantes han firmado un acuerdo para dirigir juntos el país. Seguimos sin soportar a los extranjeros, pero no queremos más guerras.
40 años después
Me siento tan orgullosa de Paulsen y no es amor de madre ni cosa de vieja senil, no, mi hijo se ha labrado con esfuerzo un sitio en la política, quién lo iba a decir, un hijo de agricultores.
Según me ha contado, va a participar en la elaboración de unas leyes para dividir los diferentes grupos raciales y promover el desarrollo. Estoy de acuerdo porque pondrán a cada raza en su sitio, sin mezclarnos. Eso evitará conflictos y todos viviremos más tranquilos, no quiero que se vuelva a repetir el pasado, los ingleses con los ingleses, los afrikáners con los afrikáners y los negros con los negros. Dios nos hizo diferentes por algo será y debemos respetar eso.
Sinceramente, no entiendo al negro ese, Mandela, que se empeña en luchar por igualarse a los blancos. Los negros son salvajes, así se los encontraron nuestros antepasados y así deben seguir, manteniendo sus tradiciones y su manera de vivir. Lo que quiere ese hombre es volverse blanco y eso va contra natura, es ridículo, lo malo es que hay muchos de los suyos que se creen sus palabras y empiezan a seguir su discurso y eso es muy peligroso. Los negros no están hechos para leer ni para escribir sino para trabajar y les están llenando la cabeza de pájaros. Con esto no quiero decir que sean malas personas, al contrario, son hijos de Dios, pero cada uno tenemos nuestra misión en la tierra, lo solía decir mi padre que de vez en cuando contrataba a varios negros cuando tocaba la recogida del cereal, “El Señor a dotado a estos seres con unos cuerpos que son pura fuerza bruta”
Menos mal que, con el ascenso de los nuestros al poder, las revueltas serán erradicadas de raíz. Este país va a resurgir de sus cenizas y será reconocido a nivel internacional. El Partido Nacional va a velar por que se ensalce nuestra historia bóer y se respete el idioma afrikáans.
Somos el pueblo elegido.