La mujer, cuando vio la maleta se quedó helada, no tenía duda, esa maleta, justo al exterior de su puerta pertenecía a su marido que había desaparecido dos semanas atrás. ¿Cómo no saberlo? Si ella había asesinado a su marido; lo había descuartizado; lo metió a esa maleta y fue a arrojarlo en medio de un bosque que quedaba a más de 100 kilómetros de su domicilio, para después regresar a casa como si nada hubiera pasado.
Ahora todo había cambiado, esa maleta sólo podía significar una cosa, alguien sabía que ella había desaparecido a su difunto esposo. Y lo que es peor: la siguió, descubrió donde había tirado la maleta y ese “alguien”, ahora le traía la maleta a la puerta de su casa. Miró asustada hacia ambos lados de la calle para ver si alguien la estaba viendo.
No podía arriesgarse, así que agarró la maleta y la metió dentro del domicilio. Al parecer, estaba vacía porque no tenía peso alguno. Se armó de valor y la abrió… Nada, no había cuerpo ni nada. Al parecer, ese “alguien” se tomó la molestia de limpiarla. Pero había una nota, alguien dejó un mensaje para ella.
«Esta es la cuarta vez que tiras la maleta y te la regreso. ¿Por qué tiras una maleta tan bella y vacía?... Quiero conocerte»
Y ella sonrió, al fin llegaría a su vida el esposo que tanto había esperado, para cumplir su fantasía.
© Cuauhtémoc Ponce.