Caminas por una perfecta calle de concreto hidráulico, los edificios luminosos te alegran la noche, el clima fresco de una ciudad sin contaminación te permite respirar correctamente. No tienes miedo porque los pocos delincuentes que quedaban fueron capturados y exterminados por la policía robótica. El dispositivo que esta insertado en tu cerebro indica que ya te depositaron el bono y la quincena; nunca pensaste ganar tanto dinero y en dólares. Ya planeas alquilar un departamento más amplio y con vista al centro histórico. Enseguida recuerdas que mañana tendrás una reunión con el agente de ventas de Toyota, pues por fin adquirirás tu primer vehículo hibrido. Miras el reloj digital que está proyectado en una torre; todavía tienes tiempo para tomar un café antes de tu cita con la chica que tanto te gusta; sabes que serás la envidia de tus amigos.
Sientes que alguien te toca el hombro, pero no hay nadie a tu alrededor.
Algo se te olvida; sin embargo, no le das importancia, porque nada puede presionarte, ya que últimamente todo te sale bien.
En el cielo aparece un mensaje que dice:
«El juego se ha terminado».
—¿Qué? —preguntas.
Tú sabes que el mensaje es para ti.
Después sale otro mensaje:
«¿Desea seguir jugando?».
—Sí —respondes.
«Su tarjeta de débito ya no tiene fondos».
—Imposible.
«¿Tiene otro medio de pago?».
—No.
«Dentro de cinco minutos usted despertará. Gracias por jugar».
Abres los ojos. Estás tirado en un catre. Te pones de pie y tus rodillas emiten un chasquido. Te quitas el casco y arrancas los cables que están pegados a tu pecho. Ves tu deteriorado cuerpo en el espejo del armario.
Miras a tu alrededor: muebles apolillados y telarañas en los rincones.
La mesa está llena de facturas sin pagar.
Vuelves a tu triste vida real: el finiquito de tu trabajo se terminó en un juego que solo duró veinticuatro horas.
SERVANDO CLEMENS
