Lun29May202313:19
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

Miércoles de ceniza

Miércoles de ceniza

Miércoles de ceniza

El vientecillo que baja de la montaña es frío, aunque no mucho, es a finales del invierno y los volcanes lucen majestuosos. El pueblo de Amecameca, a catorce leguas al suroeste del Distrito Federal, se ve concurrido por miles de peregrinos que vienen a celebrar el miércoles de ceniza.

Entre tales peregrinos viene José Asunción, procedente de Querétaro. Es un alcohólico que a duras penas dura unos cuantos meses sin tomar, cuando hace sus promesas a la Virgen.

El hombre busca el perdón a sus pecados y viene a postrarse ante el Señor del Sacromonte. Es un cristo yacente, hecho de cañas y que dicen se apareció en 1527 en una cueva, donde manaba agua y los aztecas veneraban a Chalchiutlicue, la diosa del agua viva. Cuenta la historia que la capilla existente se construyó años después, cuya puerta principal da hacia el Oriente y detrás de la capilla, la boca de la cueva mira hacia el Poniente.

El miércoles de ceniza, inicio de la Cuaresma, los fieles bajan al Cristo de la cueva y lo veneran en la Parroquia del pueblo de Amecameca durante los cuarenta días.

Esa mañana las campanas de la parroquia llaman a penitencia y los fieles llegan a que les impongan la ceniza en sus frentes, pero José Asunción no se siente digno de llegar, antes debe subir al Sacromonte y postrarse ante el Señor, que será bajado esa tarde.

Es temprano, el sol empieza a alumbrar, el peregrino se pone en camino e inicia la ascensión al monte, pasa las estaciones donde se detienen los peregrinos cuando suben al Cristo al final de la Cuaresma y que recuerda el Viacrucis que recorrió Jesucristo. En el trayecto se ven exvotos y diversas prendas dejadas por los peregrinos, están colgadas de los árboles en recuerdo de milagros recibidos.

Cuando José Asunción llegó a la capilla, se hincó exhausto, lloraba y pedía perdón por su debilidad y los errores cometidos durante su vida. En ese momento escuchó unos pasos a su espalda y volteó, era un anciano religioso que lo miraba indulgente.

—Llegaste temprano, hijito, pero veo que vienes a pedir perdón, ¿deseas que te confiese?

—Pos si usté me hace la mercé, padrecito…

—Ven, vamos a sentarnos en esa banca, estas piernas viejas ya no me aguantan mucho tiempo.

Los dos hombres se sentaron y el religioso se colocó una estola para iniciar el rito. Hablaron durante varios minutos y José asunción no dejaba de llorar, arrepentido de sus pecados, cuando al fin terminaron y el religioso le dio la bendición, el penitente sintió un cierto calor en la cabeza y volvió a hincarse frente al catafalco del Cristo, se persignó y cuando se levantó volvió el rostro para despedirse del religioso, pero no lo vio por ninguna parte, pensó que se habría ido hacia el fondo de la nave.

Salió de la capilla y ya el sol empezaba a calentar, entonces inició el descenso y cuando llegó a la Parroquia, fue de los últimos en recibir la imposición de la ceniza.

—Arrepiéntete y cree en el Evangelio ─murmuró el sacerdote, como parte del rito─.

—Has sido el último en llegar ─dijo el sacerdote a José Asunción─, en pocos minutos iremos a traer al Cristo del Sacromonte.

—Sí, padrecito, es que subí al monte y me hallé a un padre viejecito que me confesó allá arriba, cuando me vio que le pedía perdón al Señor.

—Pero eso no es posible, hijo, no tenemos a ningún hermano anciano y menos lo mandaríamos a confesar a la capilla.

—Le digo que me confesó, padrecito, hasta sentí caliente la cabeza cuando me dio la bendición ─dijo en tanto se tocaba la cabeza, cerca de la frente─.

Sin apenas darse cuenta, el sacerdote separó el cabello en la zona indicada, alcanzó a ver una cruz roja, como marcada con fuego. No supo qué decirle al hombre, pero se persignó e impartió la bendición al peregrino.

José Asunción cumplió con todo el rito que año con año se celebra; al volver a ascender a la capilla, ya lo hizo más ligero, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

Cuando llegó al atrio de la capilla, miró a los imponentes volcanes que custodian el monte y hacia abajo, entre la bruma, la enorme ciudad que se extiende interminable.

FIN

Febrero 3 de 2013

Ciudad Juárez, Chih.

Mayo 29 de 2023

Rosarito, B. C.

4 valoraciones

4.8 de 5 estrellas
hace 1 año
Comentario:

Bonito cuento Sergio,  me gusta mucho la ambientacion y los diálogos. Un poco de magia para el miércoles de ceniza. Saludos!! 

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, querida Números, siempre amable en tus comentarios. Abrazos cordiales

hace 1 año
Comentario:

Qué linda historia y entrañable personaje. Me tocó el corazón! 

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, Cristy, tienes un corazón sensible, Saludos cordiales.
samir karimo
Jurado Popular
  • 201
  • 27
hace 1 año
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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias por tu valoración Samir. Saludos.
hace 1 año
Comentario:

Muy lindo cuento, Sergio Alfonso. Ya nos tiene acostumbrados a una prosa bella y delicada. Un abrazo

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Bienvenida,Yuliya, gracias por tu comentario. Te mando un abrazo.
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