Mar20Jun202318:26
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La casa abandonada

La casa abandonada

LA CASA ABANDONADA

En un rancho poco alejado de la capital municipal vivía la familia Flores; el matrimonio tenía un par de inquietos chiquillos.

Los muchachos decidieron aprovechar unos días de descanso escolar para hacer una visita a una casa abandonada que había cerca del poblado. Los hermanos, Francisco de quince años y Ramón de trece. La finca perteneció, en tiempos de la Colonia,  a un rico hacendado. La gente decía que en esa casa espantaban, que por las noches se miraba una sombra que parecía flotar al moverse y decía la conseja que allí habían matado a alguien. Ni las plantas crecían en ese lugar.

Los hermanos no creían esas habladurías y pensaban que lo que sucedía es que en ese lugar debería estar enterrado un tesoro dejado por el hacendado; decidieron pasar un fin de semana en la casa y con suerte, hallar el tesoro.

Llegaron a la finca al caer la tarde; cuando consideraron que nadie los miraba, se introdujeron a la casa al retirar las tablas que tapiaban alguna ventana. El olor a moho y encierro les penetró, era un tufo fétido, sintieron una presencia extraña.

Estaba oscuro y encendieron una lámpara de mano, el cuarto tenía una puerta hacia una galería, a la que daban todas las habitaciones.

La noche era agradable, aunque el cielo se empezó a nublar, tendieron sus sacos de dormir en el soportal, era posible hallar roedores que con seguridad infestaban la propiedad. Con una merienda fría, se dispusieron a descansar, por la mañana empezarían su exploración.

A medianoche, los chamacos fueron despertados por una inusitada tormenta, el viento rugía y arrancaba yerbajos y tablas podridas. Se empezaron a escuchar voces y quejidos inexplicables, al tiempo de que algo parecía arrastrarse y les rozó el rostro, como un vientecillo helado que les tocaba la piel.

─¿Qué es eso, Paco? ─preguntó Ramón espantado─.

─No lo sé, hermano, parece que algo se arrastra, tampoco me explico ese extraño y helado viento…

Al acostumbrar su mirada a esa penumbra que la luz de una media luna provocaba, vieron algo que les cruzó por enfrente sin poderlo definir. Los muchachos se abrazaron temeroso por el miedo a lo desconocido.

Una sombra oscura, enorme y silenciosa se detuvo frente a ellos, un par de destellos luminosos, aterradores, parecían mirarlos. Un asqueroso olor emanaba de la ominosa sombra. Durante breve tiempo, la cosa los observó en silencio. Escucharon una voz tenebrosa:

─¿A que venís?... ¿queréis mi tesoro? Sois unos hombrecillos que sin esfuerzo os podría acabar. Pero no haré tal si vosotros me hacéis un favor… ¡Hablad, os lo ordeno! ¿Estáis dispuestos?

Tembloroso, aterrado, sin soltar de la mano a su hermano, Paco empezó a balbucear:

─No… no… sé… que… quiera… de noso…tros.

─!Ya os lo dije!, pequeños truhanes, me haréis un favor a cambio de que no os mate.

─Sí… sí… ¿de qué se trata?

─Estad callados!, escuchad, soy don Juan de la Rea, ¡seguidme!

Una grieta se abrió donde los chicos se encontraban y cayeron al fondo del nauseabundo sitio.

─¡Ayyy! ─gritaron los hermanos, sin que hubiera alguien en las cercanías que pudiese ayudarles.

─¡SILENCIO! ─gritó la espeluznante voz─.

─¡Escuchadme!, lo que necesito de ustedes es que me liberéis de este martirio. He sido perdonado, pero de penitencia tengo qué ser enterrado en sagrado, pero de mi cuerpo solo queda polvo. Llevad ese poco y enterradlo en algún cementerio. A cambio de ello os daré algo valioso. ¿Entendieron?

─¿Estáis dispuestos a ayudarme?

─Sí… sí… lo haremos en cuanto amanezca.

Tan silente como había llegado, así se desvaneció la sombra, pero persistieron los insanos olores. El viento y la lluvia cesaron, los hermanos permanecieron en ese infame sótano.

─¿Será cierto, Paco? ─preguntó Ramón─.

─Así lo creo. Mejor nos tranquilizamos y cuando amanezca investigaremos qué pudo haber sido.

Vencidos por el susto, los dos adolescentes se quedaron dormidos tirados en el suelo; fue un sueño inquieto, poblado de fantasmas y apariciones. De ensoñaciones tenebrosas con la persistencia de lo pedido del supuesto Juan de la Rea.

Cuando amaneció y entró algo de claridad por la grieta, vieron que estaban en un sótano, todo mostraba el abandono de años. El ambiente estaba impregnado de olores nauseabundos, como de carne en descomposición. Se volvió a escuchar la extraña voz:

─Bien, valientes hombrecillos… caminad hasta el fondo, arriba de ese lugar se encuentra la cocina, rompan el muro y verán un ataúd podrido, dentro está el polvo en que me he convertido. Tomad un poco y envolvedlo en algún trapo para que os lo llevéis.

─Si removéis un poco, podréis hallar un medallón de oro y piedras preciosas, ese es mi tesoro. Adquirí la joya en Barcelona, como obsequio para mi hija, pero cuando volví a la hacienda, mi amada hija había fallecido. Enloquecí y casi acabé con la vida del mayordomo a quien culpaba por no haber auxiliado a mi esposa para salvar a mi hija

─Viví muchos años y me convertí en un borracho, maltrataba con la vara a sirvientes y esclavos. Al fin morí, pero no en gracia de Dios, no hubo religioso que me diera el santo Viático. El mayordomo me sepultó en este sótano, pero ahora tengo la oportunidad de descansar en paz y reunirme con mi hija. Tomad la joya, vale unos buenos duros.

El olor nauseabundo se volvió a percibir y el viento volvió con fuertes rachas.

Los chicos hicieron lo que el fantasma les pidió, Ramón sacó un paliacate y envolvió el polvo del cadáver, ató el pañuelo y Francisco levantó la joya.

Cuando salieron del sótano, la grieta se cerró sin dejar huella alguna y los hermanos salieron de la vieja casa abandonada.

De paso a su casa, encontraron el panteón de esa comunidad y con un cuchillo hicieron un hueco junto a un ficus, enterraron el pañuelo con el polvo e hicieron una breve oración. Taparon el hoyo y volvieron a su hogar.

Sus padres se sorprendieron cuando les relataron lo ocurrido y felices buscaron la forma de vender la joya por la que obtuvieron una buena cantidad de dinero.

Así terminó esa aventura, sus padres los premiaron con una rica sopa que su madre les preparó.

De forma leve, los niños percibieron un olor extraño en su habitación y una irregular línea negra se formó en el piso…

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría

Diciembre 31 de 2010 - Ciudad Juárez, Chih.

Junio 20 de 2023 – Rosarito, B. C.

1 valoración

5 de 5 estrellas
samir karimo
Jurado Popular
  • 201
  • 27
hace 1 año
Comentario:

muy bueno, me encantan relatos de aparecidos, me gustaría saber cuál sería el desenlace, jejejej, enhorabuena

Mostrar más
  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, por leerlo y tu valoración, Samir. Si te refieres a algo posterior a la grieta, tengo un cuento con ese título, no es la misma grieta pero,lo que ocurre le pudiera haber sucedido a esos chicos curiosos. Saludos.
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