Jue22Jun202316:51
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La grieta

La grieta

La grieta

Derechos reservados

15/10/2022 2210152332968

Llegamos a la ciudad de México un helado mes de enero, el viento soplaba enloquecido y los árboles pareciera que se quisieran desenraizar.

El edificio donde mi padre rentó un departamento, en un edificio de tres niveles que se miraba viejo y deteriorado, pero la economía no daba para andar con melindres; el piso al que llegamos tenía los pisos de duela de madera, sucios y crujientes. La vivienda olía mal a encierro y alimentos cocinados durante muchos años. Con dos habitaciones, una de ellas, la principal, con una ventana hacia la calle, esa la ocuparon mis padres. Al fonde de un pasillo mal iluminado, estaba la otra recámara, mas pequeña y con una ventana que daba al edificio contiguo, solo una separación de un metro aproximado era la posibilidad de ventilación e iluminación natural de la pieza.

El baño estaba ubicado a la mitad del mencionado pasillo, un ventanuco pequeño y alto ventilaba hacia el mismo espacio que la ventana de mi recámara. Un viejo retrete con tanque alto y cadena, un lavabo mugriento y la ducha revestida de sucios azulejos.

El olor repugnante que invadía toda la vivienda pareciera cobrar vida propia en ese baño y se concentraba en la recámara que me asignaron, casi me hizo vomitar cuando entré, pareciera que hubiera un perro muerto en algún lugar de la vivienda.

Lo comenté con mis padres, pero me respondieron: ─Toda la casa necesita limpieza.

─Limpiemos lo suficiente para poder dormir y descansar ─dijo mi madre─, mañana haremos la limpieza a fondo.

De una caja del equipaje, sacó mi padre un bote de desodorante en aerosol, cuando menos disminuiría un poco el mal olor. Mi madre limpió el baño hasta donde le fue posible y cerca de la medianoche nos retiramos a intentar descansar. Con una botella de extracto de pino, limpié un poco el piso de mi habitación.

Me acosté y el cansancio me llevó a un sueño ligero, antes de poder alcanzar un estado profundo, el fétido olor que parecía salir de entre las duelas, empezó a dominar el aroma del pino. Me senté en la cama con los pies descalzos sobre el piso de madera. En esos momentos se inició una tormenta con descargas eléctricas, relámpagos y fuertes ráfagas de viento que arrastraba la lluvia y empezó a entrar por la ventana, apresurado me levanté para cerrarla, pero estaba atorada por el óxido.

Busqué algo para hacer palanca e intentar cerrar la ventana sin encontrar algo útil. Fue entonces que miré que una de las juntas del enduelado se empezó a abrir y a salir una especie de mancha de aceite, negra y pestilente que se deslizaba por el piso. Yo estaba aterrado, no podía ni gritar, apenas podía respirar, por el estrés y la fetidez que invadía la habitación.

Yo estaba de espaldas a la ventana, recargado en ella y el agua helada me mojaba la cabeza y la espalda. La mancha avanzaba lenta hacia mí y yo estaba mudo y paralizado por el terror. La mancha tocó mi pie y sentí un estremecimiento que recorrió mi espalda hasta la coronilla de la cabeza.

Sin poder soportar mas ese terror, perdí el conocimiento, ignoro cuánto tiempo permanecí inconsciente; en algún momento debo haber recobrado la consciencia no podía moverme, me sentía atado en todo mi cuerpo, me costaba trabajo expandir mis pulmones para respirar, como si algo estuviera sobre mi pecho, aspiraba y expiraba en breves y rápidas boqueadas.

Era un silencio como nunca había sentido, pensé: «tal vez fallecí o quedé en un estado cataléptico y fui sepultado y ahora me encuentro en un ataúd…» Ahora me parece escuchar algunas pisadas y voces leves, como lejanas… «Arturo… lo escucho… dormido… vez… tan tarde… un.. via…go…» No escucho la conversación completa, aunque creo que son mis padres y las pisadas provocan rechinidos, son las duelas del piso del departamento.

¿En dónde me encuentro? Me temo que fui sepultado vivo… y esta pestilencia que me envuelve… Ahora escucho otra voz… es un sonido aterrante…

«Ya despertaste… ─dice la cavernosa voz─, …me alegro, me da nauseas pensar en comer un cadáver… ¿no te puedes mover?... jajaja… es que estás envuelto en mi esencia…»

─Pero ¿por qué yo? Apenas he llegado a este desagradable departamento, no he molestado a nadie. ¿quién eres tú?

«Soy algo… alguien… nada… lo que tu mas odies, ese soy, nadie importante eres para mí, solo… eres»

No supe qué responder a ese absurdo, pero me quedé pensativo… «lo que mas odio», ¿a qué se puede referir?

En ese momento empecé a sentir que me aliviaba de lo que me oprimía y que me impedía respirar con naturalidad. Percibí ese hedor con tal intensidad, que me provocó nauseas.

Mis manos quedaron libres y recordé la sustancia negra que salía por la grieta. La sentí pegajosa. Moví los dedos con facilidad.

Esto es un completo disparate, tal vez lo imagino por el desagrado que sentí al entrar al departamento. ¿Cómo me puede comer una mancha?

¿Estás intrigado?, piensas acaso que soy producto de tu imaginación. Es verdad lo que piensas, una mancha te puede envolver, pero ¿comer?, implica masticar y no hay boca, ni tracto digestivo… pero ¿será la única forma de “comer”?

─Tal vez haya otras y que la palabra “comer” sea solo una forma de describir que un producto X sea absorbido para nutrir un organismo ¿podría ser?

Esa pregunta me desconcertó…

─No te afanes en encontrar una respuesta, yo te la voy a dar… algunos organismos disuelven su alimento y eso hago yo… te envuelvo y como una crisálida cambiarás tu aspecto hasta que te integres a mí.

Sentí que la mancha volvía a moverse y empezó a crecer, subió por mis brazos y siguió hacia el cuello, de a poco dejé de poder respirar y la cosa me envolvió. Ahora soy parte de la mancha y me deslizo hacia afuera de la grieta… buscaré a mis amados padres para que se integren a mí.

Semanas después dejó de escucharse movimiento en el departamento y como nadie los vio llegar, no los echaron de menos. Solo en las casas vecinas se comentaban que el insoportable hedor se había incrementado.

El tiempo, el aire, la lluvia y las termitas han acabado de a poco con el edificio, solo quedan los muros de tabique y los elementos de concreto y una asquerosa mancha negra predomina en el edificio donde alguna vez hubo una grieta.

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría

Octubre 13 de 2022

Rosarito, B. C.

1 valoración

5 de 5 estrellas
samir karimo
Jurado Popular
  • 201
  • 27
hace 1 año
Comentario:

como siempre muy buen relato

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  • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
    Gracias, Samir, tu comentario anterior me trajo a la mente esta historia no tan vieja. Abrazos cordiales.
    • Sergio Alfonso Amaya Santamaria hace 1 año
      Gracias, Samir, tu comentario anterior me trajo a la mente esta historia no tan vieja. Abrazos cordiales.
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