En la fatiga que dejan los recuerdos vividos intensamente, doy por sentado que la historia de un pueblo la hace su gente. Si bien es cierto que las casas, los ambientes y los hechos naturales van decantando un perfil que los identifica, que los hace llegar a ser añorados por quienes se han ido lejos, no es menos cierto que, la historia la escriben sus habitantes, los de antaño y los de ahora, porque las generaciones se suceden y siempre habrá quien venga detrás. Lo que cada uno hace se queda allí, como marcando su estela y el rastro que han dejado todos los que, en mayor o menor grado, tienen que ver con el desarrollo y crecimiento del mismo, se detecta por doquier. En el ambiente, en las pequeñas cosas que a veces pasan desapercibidas, pero que siguen ahí, como un símbolo que va hablando. Lenguaje de las piedras, lenguaje de los árboles, lenguaje de la brisa y luego se van transformando en la esencia que flota en la atmósfera de cada calle, de cada esquina, de cada rincón. Tal era el pensamiento que me aleteaba en la mente, como lo hace el colibrí en su cortejo floral. Entonces, estando en ese segmento de remembranzas, hubo un instante en que me sentí flotar y me quedé mirando hacia la nada, sostenido en un instante diferente al tiempo secuencial que marca la vida de los seres humanos en este plano y fue cuando, sobrepuesto a ese instante, entendí que las reminiscencias de los pasajes pueblerinos son solo eso, porque ya con una edad en que los hechos comienzan a presentarse con la duda de que lo que sucedió realmente tuvo lugar como se recuerda o son hechos que empezamos a ver como si así hubiesen sucedido, es mejor pensar que las memorias las acomodamos como queremos que se queden en el recuerdo. Yo seguiré escribiendo sobre mi pueblo, sencillamente, porque soy parte de él, y porque, algún día, mis cenizas descansarán en un nicho de su camposanto, quedándome para la eternidad, consustanciándome con su tierra y con su polvo. Sin embargo, algunas veces me asalta la nostalgia y creo que hubiese sido mejor que el viento silbante que arrastra la arena de los desiertos en una peregrinación perenne, hubiera soltado alguna ventisca que se adentrara hasta aquí y apenas me rozara. Eso sería suficiente para hacer lo mismo con estos pasajes de tiempos idos que se presentan de golpe. Y después, llevárselos. Llevárselos.
Vie08Sep202321:40
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- Género: Cuento
Un pueblo hecho de memorias
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Comentario:
Precioso!!Me ha encantado la huella de tiempo, la pertenencia... Gracias por escribir y compartir. Saludos atemporales.
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Gracias, son reflexiones envueltas en tiras de nostalgia. Saludos.
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