—¿Cuánto cobras? —preguntó el hombre a la bella sexoservidora que le habían recomendado.
—Mucho, pero para hombres tan guapos como tú, hago descuento —contestó ella con una sonrisa, mientras se llevaba un cigarrillo a la boca.
—No, el servicio no es para mí, es para un amigo.
—Ah, ahora entiendo… Pues depende, ¿es tan guapo como tú?
—Tal vez te guste, mi amigo tiene su atractivo, pero tú sabes, es de esos chicos tímidos, incapaces de contratar a una chica por servicios sexuales, es por eso que tengo un plan.
—Cinco mil pesos, tan sólo por escuchar tu plan; después, ya veremos —contestó la mujer, mientras el hombre sacaba el dinero de su billetera y se lo entregaba.
—Bien, soy todo oídos, ¿cuál es el plan?
—Tiene que ser natural; me explico: no tiene que sospechar que eres una sexoservidora; o mi regalo fracasará. Mi amigo frecuenta un bar todos los viernes, y todo el tiempo bebe en soledad; es ahí cuando apareces tú, como una clienta “normal” que se sienta en la barra junto a él, y ahí comenzar a seducirlo; veo que eres hermosa, así que no creo que se resista a tus encantos.
—Aún no existe un hombre que se resista a mis encantos, mi amor. Y dime, ¿a qué se dedica tu amigo? ¿Qué le gusta? Así será más fácil un acercamiento para entablar una charla.
—Bueno, esa es la parte difícil: le gusta la política, la literatura, museos y todas esas cosas aburridas.
—Nada de eso es difícil para mí, yo sabré qué hacer; es por eso que estás intentando contratar a la mejor… Mi costó será de veinte mil la hora, y el tiempo corre desde el momento que yo entre a ese bar, hasta que termine mi trabajo en la cama.
—¿Y cuánto tiempo llevará hacer todo eso?
—No depende todo de mí, cariño, también depende qué tan fácil sea tu amigo de seducir. Pero no te preocupes, que mi trabajo está garantizado.
—Creo que estás cobrando demasiado…, pero está bien, trato hecho —contestó el hombre. —Paso a buscarte el viernes, para llevarte al lugar, una vez ahí, es todo tuyo.
—¿Quieres un trato especial para tu amigo? No te preocupes, ya está incluido en mi tarifa, y hago de todo…, de todo —enfatizó.
—No me importa lo que hagas con él, tan sólo asegúrate de no fallar; lo quiero muerto —determinó, mientras la mujer volvía a sonreír.
© Cuauhtémoc Ponce.