Cuando llegué al lugar, estaba prácticamente vacío, así que tomé un asiento al final, donde pudiera verlo todo y a su vez, estar alejado de los demás. Y es que nunca se me dio eso de ser muy sociable. Saqué mi botella de Jack Daniel's que metí a escondidas, y de vez en cuando le daba un trago a la botella.
A eso de seis de la tarde, a escasos metros de distancia donde yo estaba, un piano comenzó a sonar, tocando música tranquila y agradable. Poco a poco el sitio comenzó a llenarse de gente; algunos sonriendo, otros conversando y unos cuantos como yo, que simplemente ponían atención al chico que estaba en el piano.
—Hola, me llamo Laura — escuché una voz femenina que provenía de una chica que rondaba los cuarenta años, complexión medía y una altura de más o menos un metro sesenta; tenía unos ojos en color marrón realmente hermosos. — Veo que te gusta el Whisky — me dijo.
—Sí, en ocasiones; aunque soy más dado a la cerveza, pero en otoño me da por comprar Whisky, sobre todo cuando me siento un poco melancólico —le respondí, mientras le daba otro trago a mi botella, y la volvía a esconder dentro de mi chaqueta.
—Soy periodista, originaria de Argentina, pero ya sabes, a veces nos toca ejercer nuestro noble oficio en otro país, fue así como terminé en México. Y dime, ¿Qué trae por estos rumbos a un escritor?
—¿Cómo sabes que soy escritor? — le pregunté intrigado.
—Ya te lo dije, soy periodista.
—A veces salgo de mi escondite a cazar historias nuevas, sobre todo cuando estoy bloqueado en ideas… ¿Quieres un trago?
—No bebo, gracias, pero te puedo acompañar mientras terminas tu botella.
Y así pasamos un buen rato, conversando y contando anécdotas mientras escuchábamos el piano de fondo. —Tengo que ir al baño, no tardo — le dije, y ella sólo asintió sonriendo. Cuando regresé, ya la gente comenzaba a abandonar el lugar; el piano dejó de sonar y mi amiga Laura ya no estaba en el sitio donde conversamos. “Tal vez fue al sanitario”, pensé, así que me quedé a esperarla para al menos despedirme de ella; pero eso ya no pudo ser posible, lo supe cuando el guardia de seguridad se dirigió hacia mí. —Señor, ya pasa de las ocho y tengo que cerrar, así que le pido de favor, abandone el lugar; y está prohibido meter bebidas alcohólicas en el cementerio.
© Cuauhtémoc Ponce.