Fue amor a primera vista por parte de la científica, de hecho, estuvo velando al paciente por varias noches hasta que él despertó de ese profundo sueño.
—¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó? ¿Quién soy? —Preguntó el hombre desorientado.
—Mi nombre es Natasha Vilovkiv, soy científica experta en déficit del funcionamiento de la memoria. En resumen: estudio los problemas extremos de amnesia. Usted se encuentra en Zúrich, Suiza, y llegó a este lugar porque perdió la memoria y alguien lo trajo aquí; la policía ya estuvo investigando en tratar de saber quién es usted, pero aún no han encontrado nada hasta el momento.
—No soporto el dolor de cabeza.
—Es normal, y cuanto más se esfuerce en tratar de recordar, más le dolerá, así que le pido se tranquilice, se relaje y no entre en pánico. Con el tiempo, usted irá recordando su identidad, sólo es cuestión de tiempo, así que confíe en que todo se arreglará; de hecho, le voy a suministrar medicamentos muy efectivos que han logrado recuperar la memoria a muchos pacientes en poco tiempo en casos como el suyo.
Pero no fue así, la memoria del paciente nunca regresó, por más esfuerzos que hizo la científica y la memoria del desconocido no regresaba… Al final, él terminó enamorándose de ella; lo llevó a vivir a una hermosa cabaña en la montaña, y pudo conseguirle una nueva identidad temporal con un posible nuevo comienzo.
—Tengo un nuevo fármaco experimental, creo que este podría ayudarte, sólo te pido un favor, no te vayas a olvidar de mí, — le había dicho ella una noche mientras pasaban una velada romántica.
Él, sonriendo contestó: —¿Cómo podría olvidarte? Eres la única persona en el mundo a quien conozco.
Por parte de la científica, le gustó escuchar esas palabras, porque era verdad, él tan sólo la conocía a ella… Al mismo tiempo una sensación de tristeza y felicidad la embargó; porque ella sabía quién era él, estaba al tanto de que tenía una familia en algún lugar de Australia, y recordó la noche que lo conoció en un bar, como se fueron a un hotel y fue un amor a primera vista que, no dudó ni un instante en suministrarle aquel fármaco mientras él dormía que le hizo perder la memoria, llevándose con ella sus documentos y lo abandonó en aquel viejo motel, donde estaba segura que al siguiente día la policía se encargaría de llevar a ese hombre directamente al centro de ciencias donde ella era la experta en ese tipo de temas. Llevaba seis meses viviendo con él. Ella era feliz y no lo quería perder, por eso seguía inyectándole fármacos con la excusa que le ayudarían a recobrar su memoria. Había tenido un sueño de amor con ese hombre todo ese tiempo, así que aprovechó esa noche para desbordar amor, pasión y entrega. Y lo seguiría haciendo mientras pudiera. Las aprovecharía al máximo, porque un día anterior, se dio cuenta en las noticias que la desaparición de Robert William, hace seis meses, de origen australiano, ya había omitido una ficha roja en toda la comunidad europea, y estaba segura que lo encontrarían tarde o temprano. Ella estaba consciente que el sueño, su carrera como científica y su libertad, estaban a punto de terminar…
—¿Mi amor, estás bien? Te veo callada— le preguntó Robert.
—Sí mi amor, estoy bien, sólo me puse a pensar, en todo lo que puede ocasionar un amor a primera vista.
© Cuauhtémoc Ponce.