—¿Querías acostarte con mi esposa? Está bien, quédate con ella, es toda tuya—. Fueron las palabras que el esposo de mi amante me dijo para después cerrar la puerta y marcharse.
Y no, la verdad de las cosas es que no quería quedarme con ella, para mí, su esposa no fue más que un pasatiempo, una mujer con la cual tener relaciones sexuales de vez en cuando y nada más. Pero los hombres somos estúpidos, habiendo tantas mujeres solteras allá afuera, vamos por la vida buscando mujeres comprometidas para quitarnos de responsabilidades. Esa es la verdad de las cosas, no queremos responsabilidades… Porque encontrarte con una mujer soltera es una responsabilidad, hay que entrar al juego de pareja y demostrar disponibilidad, compromiso, afecto, fidelidad y hasta implican gastos económicos en salir a cenar, ir al cine, conciertos y ese tipo de cosas.
En cambio, con Elena era distinto; ella es una mujer insoportable, la clásica señora que se cree que aún tiene veinticinco años y que en su belleza no pasan los años. Pero claro, para mí era muy cómodo brindarle sexo de vez en cuando. Lo mejor de todo es que no tenía que pagar por nada y en cada encuentro furtivo que teníamos me llegaba con un regalo, un detalle como un perfume y en muchas ocasiones me llegó a dar dinero en efectivo.
Por mi parte, siempre le mentí diciéndole que la amaba, y en muchas ocasiones le dije que si algún día se divorciaba o dejaba a su marido, yo sería feliz en quedarme a su lado; que lejos de la verdad, si Elena es lo menos que yo hubiera querido en mi vida. Pero con ella tenía dinero, regalos, sexo y lo mejor de todo es que yo no era su marido, ni tenía que aguantarla y escuchar sus pláticas estúpidas a diario… Pero bien dicen por ahí: “Cuidado con lo que dices, porque las palabras tienen el poder de atraer lo que pronuncian”. Y ahora, después de ser descubiertos por su esposo, al parecer no me va a quedar de otra que quedarme a su lado, porque ahora él la abandonó y ella no tiene a donde ir… Bueno, y a decir verdad creo que yo tampoco.
—¿Querías acostarte con mi esposa? Está bien, quédate con ella, es toda tuya—. Fueron las palabras que el esposo de mi amante me dijo para después cerrar la puerta y marcharse; la puerta de un ataúd…, nos enterró vivos.
© Cuauhtémoc Ponce.