Una vez un hombre se enamoró de un ave que venía a posar sobre su jardín... Era precioso decía: Los colores, la forma de su plumaje, todo hacía que lo deseara cada día más.
Un día se decidió y con una vil astucia lo atrapo. Le compró una hermosa y ostentosa jaula y allí lo encerró. Le daba buena comida y le gustaba sentarse cerca de él para observarle...
Con el paso de los días el bello pájaro comenzaba a desmoronarse, sus ojos perdían brillo y su característico plumaje comenzaba a descolorarse. Veía desde lejos lo que un día había sido y la libertad que añoraba. Su estancia en aquella jaula lo deprimía cada vez más, no tenía apetito. Entonces el hombre comenzó a asustarse, él amaba a ese pájaro, le gustaba tanto que deseaba que permaneciera a su lado. Pero una mañana cuando se acercaba a la jaula para llevarle alimento y agua limpia, encontró al bello pájaro que yacía en la oscuridad de la jaula. Al ver esto el hombre lloró desconsoladamente por aquel pájaro que tanto amaba…
Una hermosa Ada de aquel jardín, viendo el dolor del hombre se acercó y le dijo: ¿Por qué lloras? tu insensatez fue la que ocasiono este terrible desastre. El hombre con lágrimas en los ojos le dijo: Pero yo lo amaba, lo cuidaba y lo alimentaba... Si lo hubieras amado, jamás le habrías robado su libertad y traído aquella amarga tristeza al pájaro: Le cortaste sus alas, y con ello le cortaste su esencia de ser pájaro, y era precisamente de eso de lo que te habías enamorado...
Aquel hombre comprendió amargamente la lección y desde entonces comenzó a embellecer más su jardín y cuidarlo para que las aves tuvieran alimento y hogar, pero ya esta vez sin intentar poseerlo. Entonces las aves comenzaron a amarle a él.
Fin.
