Mar02May202312:49
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

Los apóstoles

Los apóstoles

Los apóstoles

Los apóstoles

28/01/2022 2201280350610

Era de madrugada y Andrés sintió un helado viento que empezaba a soplar proveniente del norte y el oleaje empezó a crecer, sus tres amigos dormían a pierna suelta y en los alrededores ya no se veía ninguna luz que indicara que otra embarcación se encontraba en las cercanías.

─¡Hey, muchachos, despierten! Tenemos mal tiempo.

Pedro dormía cerca de él y escuchó el llamado de urgencia de su hermano, de inmediato se enderezó y se dio cuenta de la situación. A gatas para no ir a caer al mar se acercó a la popa, donde descansaban Santiago y Juan, que al ser despertados se percataron de la situación y se pusieron en acción.

En ese momento el oleaje superaba los tres metros de altura y las redes, cargadas de peces, era un lastre peligroso que podría llevarlos a las profundidades.

─¡Pronto, corten las redes! ─gritó Pedro para ser escuchado entre el vendaval─. ¡Santiago, corta las de babor!, yo atiendo las de estribor. Átense una cuerda a la cintura para poder rescatarlos en caso de caer al agua.

Al terminar esas tareas, los cuatro estaban tensos, sentados y sujetos a las bordas. El oleaje los llevaba las cimas y los lanzaba a las profundidades de la ola. En cualquier momento la barca podría volcar, sin tener salvación posible los pescadores. Cada uno en su interior, rezaba y pensaba en su familia que estarían en espera de su regreso.

Ese día empezó como cualquier otro: un sol esplendoroso; una suave brisa soplaba de occidente y a la distancia se podía ver retozar a los delfines. Las gaviotas revoloteaban en busca de los pececillos que el oleaje llevaba hasta las doradas arenas.

Pedro y Andrés son un par de hermanos dedicados a la pesca. Son trabajadores pobres y están asociados con otros hermanos de nombre Santiago y Juan, con quienes comparten los gastos de una lancha de seis metros de eslora. En esa curiosa sociedad, Pedro y Andrés son los propietarios de la lancha y Santiago y Juan proporcionan las redes y demás aperos necesarios para el trabajo. A este singular grupo de trabajadores, sus bromistas compañeros lo conocen como “Los apóstoles”, por sus nombres de pila.

Los cuatro son originarios de San Blas, en el Estado de Nayarit; por generaciones, la abundancia de pesca del Océano Pacífico ha sido el cuerno de la abundancia de las familias dedicadas a esa apostólica actividad.

Es indiscutible que el trabajo de estos valientes marinos es bastante pesado y sujeto a las veleidades del mar, sus resultados son de simple sustento, sin mayores expectativas a futuro; el producto de su trabajo se entrega a las empresas empacadoras, quienes fijan el precio de compra a su plena conveniencia. Pero esa es su vida y fue también la de sus padres y abuelos; crecen como marcados por esa eterna pobreza.

El heroico pasado de su tierra lo habían visto de manera superficial en la escuela; hoy la realidad era otra y había qué ganar el diario sustento en atención al dictado del Creador: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”

Durante la mañana, los cuatro amigos se dedicaron a comprar sus provisiones y combustibles para la faena de la tarde y noche y a remendar las redes que se habían puesto a secar sobre troncos tendidas exprofeso. Cuando el sol se ocultó tras el lejano horizonte, los cuatro pescadores, ya con el bote abastecido, empezaron a jalarlo hacia el agua, lo rodaban sobre troncos de palmera; dos de ellos impulsaban el bote hasta que el agua les llegó a la cintura, entonces ambos subieron a bordo.

En ese momento pusieron en funcionamiento el motor fuera de borda y la lancha se alejó de la costa. Luego de dos horas de marcha, encendieron una lámpara de gas, a fin de que los situaran algunas lanchas que pudieran navegar por las cercanías; a la distancia podían ver las luces del puerto. Con paciencia y destreza echaron las redes al agua, solo quedaron a la vista los flotadores que las mantenían en posición.

Esta faena la terminaron al filo de la media noche, con una luna esplendorosa; hasta entonces se dieron tiempo para cenar algunas viandas que sus mujeres les habían puesto en un contenedor térmico, guardaron lo suficiente para un desayuno ligero al día siguiente. Sus raciones de agua potable las llevaban cada uno en botellas individuales, para prepararse un café después de la merienda; reservaron el resto del líquido para las horas de la mañana. Charlaron, bromearon y durmieron por turnos, cuidaban el buen estado de sus redes y cualquier contingencia que pudiera presentarse.

Al despuntar el día, solo quedaban a la vista unas cuantas lanchas; la mayoría de los pescadores iban de regreso al puerto de San Blas. A fin de empezar a recuperar las redes, Santiago, el encargado del motor, empezó a intentar arrancarlo, sin obtener resultados. Destapó la máquina para cerciorarse que todo estuviera en orden; verificó el estado del tanque de gasolina; en apariencia todo estaba bien, pero no arrancaba el aparato.

Cuando se dieron cuenta, se encontraban solos, el resto de los pescadores había regresado a puerto. La superficie del mar era casi un espejo, no se movía ni una pequeña ola. Era una de esas calmas que llevan malos presagios a los marineros, piensan que detrás viene la tormenta; cuando comprobaron su posición con la brújula, se dieron cuenta que la corriente los derivaba mar adentro, con dirección sursuroeste. Sacaron los remos para intentar impulsarse con ellos y rectificar rumbo. Trabajo inútil, la corriente era más fuerte. A la distancia vieron los surtidores de agua que emitieron algunas ballenas en su traslado al sur.

Las horas pasaban lentas y los rayos solares empezaron a calarles, se cubrieron las cabezas con lo que pudieron y procuraron beber su agua con prudencia; pensaban que, al no verlos regresar, avisarían a la Capitanía del Puerto para que fuesen en su búsqueda. Así llegó la tarde y cuando el sol iba en descenso, empezó a soplar un viento frío procedente del norte, lo que los empujó con mayor velocidad.

Una nube negra se les vino encima y se desató una fuerte tormenta. Las redes cargadas de peces les habían dado cierta estabilidad en la mar calma; ahora podría ser contraproducente, por lo que optaron por cortar las redes. Las olas crecieron y de pronto se vieron envueltos entre montañas de agua de más de diez metros de altura, la barquita se movía como una cáscara de nuez en la inmensidad del océano. Nadie hablaba, estaban aterrados no obstante conocer el mar, nunca se habían encontrado en una situación semejante, en su interior todos rezaban; sabían que en cualquier momento una ola se podría tragar la lancha, sin tener ellos la menor oportunidad de sobrevivir.

En algún momento de la madrugada terminó la tormenta; con las ropas empapadas, adheridas a sus friolentos cuerpos, los cuatro “Apóstoles” se quedaron dormidos. Horas después despertaron hambrientos y comieron el resto de sus viandas, que no era mucho, bebieron hasta la última gota de agua dulce. Pasó el día sin divisar ninguna embarcación que pudiera estar en su búsqueda.

Al caer la noche, vieron a la distancia un crucero de lujo, con ruta hacia Acapulco; por ser tan pequeño el bote, a ellos no los vieron. El mar estuvo en calma toda la noche y pudieron dormir en ratos; el estado nervioso no les ayudaba a tener un buen descanso. Esa noche se cruzaron con un cardumen de peces voladores, unos cuantos cayeron en la barca y, sin pensarlo mucho, los comieron crudos; el hambre ya los atenazaba. Amaneció el cielo limpio y el sol esplendoroso, algo que en ese momento no agradecían; ya sentían en la piel las quemaduras de sol. En todo el día no llovió y la sed los abrasaba. No veían más que agua y cielo, y ellos los únicos habitantes del planeta, ni siquiera vieron aviones en vuelo.

En la caja de herramientas encontraron un anzuelo grande, procedieron a atarlo a un trozo de cable de red, luego le colocaron algunos restos de pez volador y lo echaron al agua, esperaban tener la fortuna de pescar algo. Poco después se tensó el cable y empezaron a recuperarlo; el pez jalaba con fuerza, tardaron casi tres horas, pero entre todos pudieron recuperar un hermoso pez dorado de más de cincuenta centímetros de largo; con eso tenían resuelta la comida del día, pero seguían sin agua, por lo que Pedro les propuso que cada uno conservara su orina en sus botellas y ese sería el líquido que les podía ayudar a esperar que los rescataran.

En tanto, en tierra cuatro familias se encontraban desesperadas por la desaparición del padre de familia. Ya habían avisado a la Capitanía del Puerto, pero no habían recibido alguna noticia, la búsqueda continuaba.

Cuando el vigía vio una lancha a la deriva, avisó a su superior, el guardacostas se acercó a la lancha y se dieron cuenta de la presencia de cuatro personas.

No saben si pasaron cuatro o seis días. Entre las brumas de su desvarío, provocado por la insolación y la falta de alimento, vieron cómo se acercaba una lancha guardacostas.

Los marinos abordaron la lancha y confirmaron que los pescadores se encontraban vivos, pero inconscientes. El capitán ordenó subirlos a bordo, una vez en cubierta el encargado de sanidad les dio los primeros auxilios y les empezó a transfundir suero para rehidratarlos y los llevaron al Hospital Naval de Acapulco, hasta cuyas costas habían llegado. Cuando estuvieron recuperados, los cuatro amigos fueron regresados a San Blas. Dura experiencia habían vivido, pero tuvieron la suerte de poderla contar y volver al lado de sus familias que los recibieron entre risas y llanto. Esa noche fue de fiesta por el regreso de “Los apóstoles”.

FIN

Sea este un pobre homenaje a esos esforzados trabajadores del mar que han vivido aventuras semejantes y que, gracias a su fortaleza, han sobrevivido y también a los valientes marinos de la Armada de México, que en varias ocasiones han rescatado a los náufragos.

Mayo 8 de 2013

Ciudad Juárez, Chih.

Noviembre de 2021

Playas de Rosarito, B. C.

 

 

3 valoraciones

5 de 5 estrellas
Cris Morell Burgalat
Jurado Popular
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hace 1 año
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hace 1 año
Comentario:

Muy buen relato Sergio, bien narrada la historia de esos pescadores y con un buen manejo de la estructura del texto. Gracias por compartir! Un abrazo.

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