Amaneciste decidido, tu aversión por las bibliotecas es insoportable. Mientras te preparas un café las observas y luego en un arranque que hasta a ti te pareció locura, tiraste todos los libros al suelo.
No son pocos y además son tus amigos, compañeros y amantes, con ellos has compartido tu vida y la de sus protagonistas; esas bibliotecas eran tu mayor tesoro, ahora no soportas verlas con los ejemplares alineados prolijamente.
Todavía no decides qué hacer, si tirarlas o regalarlas, estás imaginando destruirlas con un hacha, pero sabes que no llegarás a tanto pese a estar convencido de que no cumplirán más con su destino. Maravillado de ti mismo pareces petrificado pero solo te dura unos minutos.
Te sientas en el suelo llorando y tomas tu café que ya está helado. Un cierto remordimiento intenta instalarse dentro de ti, luchas, te argumentas, y te recompones, logras recuperar la seguridad que creías perdida.
Ahora tomas los libros y los desparramas donde el azar te marque, escondes algunos, apoyas otros casi sin mirar dónde, y disimulas los últimos entre lo que se te presente, sea ropa, vajilla, o el gato que duerme ignorándote, como siempre. A él lo acaricias y otra vez se humedecen tus ojos.
La crisis con la que iniciaste la mañana va cediendo y comienzas a comprender mejor el sentido de lo que haces, el simbolismo de las bibliotecas y la razón para odiarlas de ese modo.
Ellas representan el orden, lo establecido, lo que debe ser: “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”. Lo que se espera de ti, la imagen que debes dar para recibir la mirada que corresponde. También representan el conjuro contra lo caótico o lo imprevisible, la tranquilidad que te daba el tener una vida ordenada, prolija, como los libros en las bibliotecas.
Hoy rompes con todo, el miedo que sientes no te detendrá, las dudas tampoco, porque pese a eso sientes que haces lo correcto, has comenzado por lo más simbólico: las bibliotecas; después, en un acto íntimo, solo tuyo, renunciarás al trabajo; con tu novia sí hablarás, ella no se merece una traición sino un sinceramiento.
Ya sabes que finalmente dejarás tu departamento cerrado, al salir tirarás la llave en algún lugar, te perderás en el anonimato y abrazado a tu gato te sentirás libre por primera vez.