Jue11May202319:35
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Autor: Fran Márquez
Género: Microrrelato

Sombras

La sangre de las víctimas surcaba los senderos dorados de los enormes montes de albero. Era una mañana templada; el Sol lucía nervioso entre nubes dispares, intentando ordenarlas como un perro ovejero a su rebaño. 

El Coronel San Juan llevaba meses planeando aquella incursión en territorio enemigo. Ni a sus superiores ni a los militares que se hallaban bajo su mando les parecía un enclave estratégico, pero al Coronel le respaldaba una trayectoria inmaculada de éxitos en el frente de batalla. Así pues, recibió el apoyo solicitado. Miles de soldados rodearon las cien hectáreas de terreno áureo. Las nubes se disiparon y los rayos de Sol calentaron el albero a temperaturas infernales. El campo de batalla comenzó a evaporarse en una nebulosa brillante, como si el núcleo de la Tierra ocultase una supernova a punto de estallar.

En medio de aquel desconcierto, las sombras de sus enemigos rompieron el equilibrio luminoso. En ese momento, el Coronel San Juan dio la orden de atacar. El silencio fue la única respuesta que recibió. Conforme el miedo calaba sus viejos huesos, las sombras de sus enemigos aumentaron de tamaño hasta eclipsar al astro rey. La noche trajo consigo el frío más terrorífico y un olor sanguinolento que a día de hoy aún perdura.

Han pasado cinco años de la mayor masacre jamás contada. El Coronel San Juan fue el único superviviente. Sus manos estaban teñidas de la sangre de todos y cada uno de los miles de hombres que lucharon en uno u otro bando en aquella fugaz batalla. Tras las oportunas investigaciones, el laureado militar fue ingresado en un centro psiquiátrico. Padecía una demencia irreversible, no paraba de balbucear una historia ridícula de unas sombras asesinas que arrasaron con todo ser viviente a su paso. Nunca se supo la verdad y, a día de hoy, nadie se explica como un solo hombre arrebató la vida a dos ejércitos de miles de soldados.

Fran Márquez

Jue11May202302:01
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Autor: Cesar Cordoba
Género: Microrrelato

Primavera en blanco y negro

Amanece.
El pájaro desnudo de la cornisa de tus ojos aletea el sueño y me despierta primero. La brisa, aún fría se escurre a través de un círculo dejado por una cerradura ausente en la ventana. Te susurro al oído y te recuerdo que estamos en Praga. Estamos en un primer piso y las ventanas del cuarto dan hacia la Plaza de la República. Hay soles rotos en la calle. Una tenue llovizna nocturna esparció espejos por doquier mientras dormíamos y hace unos minutos los tanques soviéticos los hicieron añicos con saña, amenazando a la ciudad con sus cañones pornográficos y su cíclope mirada soberbia. La primavera morirá en el verano mi amor, quizás nosotros también. Pero saldremos a las calles, carne contra acero. Sabotearemos las señales, Kalashnikovas contra sueños y encenderemos fuegos en todos los puentes. Nuestro mundo se derrumba y no nos quedaremos de brazos cruzados viéndolo caer.
Te hago cosquillas en la planta de tu pie izquierdo que se escapa de la cama y oigo tu risa amortiguada por la almohada; te digo “buen día Mía, el café ya está listo” y te beso esos labios perezosos que apenas pronuncian un “tengo sueño” o algo así. Te lleno la taza y el vapor inunda de fragancia la habitación, Chopin suena al fondo del hall del edificio. Nocturno en Do menor. Sublime. Insoportable-mente sublime y estuve a punto de llorar. Yo también tengo sueños Mía, yo también. Esta noche deberemos burlar el toque de queda, evitar las avenidas y los retenes de seguridad hasta llegar al río Vltava.
El temblor sacudió el edificio. Y contuvimos la respiración. Me asomé a la ventana y vi a la gente correr entre el humo agrio de la pólvora y las manchas rojas esparcidas sobre el adoquinado.
—Junta algunas cosas mi amor, es hora de irnos a un sitio más seguro.— Alcancé a decirle.
Mía se apresuró, arregló una pequeña valija rota que teníamos y salimos raudos a la calle. Nos besamos suponiendo que este amor nos podría proteger de la insensatez o de la necedad. Pero no. Apenas despegamos los labios pudimos sentir aún mas cerca que nuestras bocas, otra explosión a escasos metros de donde caminábamos, sobre Avenida Revolución. Noté que comenzaba a llover sobre nuestros cuerpos. Luego nos dormimos y ya no supe más.

Mar09May202321:47
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Autor: Cristina de Zordo
Género: Microrrelato

He matado a Navarro

A Navarro le había tomado cariño, cómo negarlo, pero cada vez se me fue haciendo más molesto. Es lo que ocurre con estos tipos tan carismáticos -recuerdo que me advertiste-:  Al principio te ayudan a salir de algún embrollo, luego se van colando como quien no quiere la cosa y al final, irremediablemente, terminan convirtiéndose en un verdadero estorbo. Y eso que en varias ocasiones intenté darle una mano, pero era más que obvio lo que se avecinaba con el escándalo financiero de las empresas familiares a punto de estallar.  Al final -como tantas otras veces-, tuviste la razón: no me dejó alternativa el flaco, y tuve que encargárselo a Puñito Valdés.  

Gajes del negocio,me dirás, con esa sonrisa benevolente que dejas resbalar de la boca cuando estás segura de que tienes razón.  ¡Si lo sabré yo, que a lo largo de los últimos dos años me he visto obligado a deshacerme de varios sólo por mantener a flote el negocio! ¡Dos años ya! A veces miro hacia atrás y no puedo creerlo: ¿Hace tanto que le vendí mi alma al diablo? Lo sé, lo sé… a estas alturas no está permitido dudar, mucho menos dejarse llevar por nimios detalles sentimentales. Toca hacer lo que hay que hacer, ¿cierto?

Así que en este justo momento, cuando el reloj de mi despacho marca las dos menos veinte, Puñito Valdés se estaciona a pocas cuadras del bar y deja deslizar suavemente su espalda sobre el asiento delantero del Dodge que le conseguí expresamente para la ocasión. Casi puedo ver la escena: a ras del volante, sus ojos son dos rendijas negras por las que escruta la calle de un lado a otro, mientras el motor del auto ronronea bajo el destartalado aviso de neón que enciende a ratos la avenida.  En la acera contigua, tres vodkas de más guían los pasos tambaleantes del flaco Navarro hacia su fatal destino. (Debo acotar en este punto que la estampa de Navarro sigue siendo la de un hombre atractivo, a pesar de los efectos de una entusiasta noche de alcohol sobre su sempiterno traje color salmón).

Pués bien. Allí está Puñito, con el arma cargada y los nervios afilados, inmóvil e imperceptible, a la espera del momento exacto. El flaco en cambio, feliz y ajeno al destino que lo circunda, avanza a trastabillones, propinándose torpes manotazos en los bolsillos de la chaqueta en busca de algún cigarro olvidado. Tan sólo unos metros separan ya a los dos hombres.  Entonces, como en uno de esos ridículos clichés de película americana que tanto parecen gustarte, el neón enciende por un segundo la cabina del Dodge.  Puñito se ha convertido en un sabueso a la espera de su presa, aguanta la respiración, traga saliva, aferra los dedos tensos al plomizo revólver, mientras yo… yo siento estallar esta urgencia, esta necesidad imperiosa de detenerlo; de gritarle desde el fondo de mis entrañas que todo ha sido un error; que Navarro no merece morir de esa manera, que quizás pueda darle otro chance.  Pero ya es tarde. El arma humeante rebota sobre el asiento y el Dodge deja atrás la escena del crimen entre ladridos y ráfagas de gritos.  

Las tres y cuarto.  Puñito se encuentra a resguardo en la casa del bosque. Cierro la laptop y enciendo un cigarro. Con la primera bocanada, una lágrima impertinente resbala sobre los cansados pliegues de mi rostro. ¡Cómo me duele el flaco!   

No seas tontito, me dirás mañana, restándole importancia al asunto. Tan pronto recibas las regalías, lo habrás olvidado. Y dejarás resbalar por la comisura de tus labios otra de esas sonrisas con las que sueles recordarme quién maneja a cabalidad los hilos del negocio. Pero yo -que en mis años de escritor a sueldo jamás logré esbozar con tanta precisión el carácter de un personaje como lo hice con el flaco Navarro-, sabré muy bien que esta vez, esta puta vez, no habrás tenido razón.

@cristinnadez

Lun08May202315:08
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Autor: Fran Márquez
Género: Microrrelato

Despedida

España, noviembre de 1937

«Juan, cuando leas esta carta, será demasiado tarde para uno de nosotros. Pensarás que soy un cobarde, pero aprecio mi vida en demasía, espero que lo entiendas. No solicito tu perdón porque no eres tú con quién tengo que rendir cuentas.

Lo nuestro no ha sido una historia de amor, ni de deseo, ni nada por el estilo. El diablo tiene mil caras y su influjo nubló mi pensamiento, solo así se explica que un hombre de bien, que ama a España y sus tradiciones, pudiera ceder ante las pretensiones de un invertido como tú.

Ahora te observo mientras duermes, desnudo en tu alcoba y te aborrezco. He dado aviso anónimo a las autoridades; supimos mantener estos actos impúdicos en secreto, nadie podrá relacionarme con un ser tan obsceno como tú. Solo deseo que sufras la peor muerte posible.

Sin más, ¡Arriba el Generalísimo! ¡Arriba España!»

—¡Capitán! ¡Tiene que ver esto!

—¡¿Qué ocurre, soldado?! 

—Se trata del sujeto que venimos a detener. Se encuentra dormido sobre un escritorio, parece que acabase de escribir una nota de despedida.

—¡Genial! Ese invertido quería huir, hemos llegado a tiempo de detenerlo.

—No sé, capitán, creo que debería venir. Esto es más grave de lo que parece. El individuo en cuestión es el Juez Ordóñez.

—¡No puede ser! Tiene que tratarse de un error. 

—Eso mismo pensé yo, hay indicios, en una taza de café, de que pudo ser drogrado. Pero hay más. Junto al cuerpo y la carta que estaba escribiendo, se halla una fotografía donde se le ve retozando con otro individuo. El juez tiene varias manchas en la espalda, parecen de nacimiento. No cabe duda de que se trata de él. Además, encontramos esta otra nota sobre el escritorio.

«Querido Pablo, eminencia o como creas que deba llamar a un juez facha y retrógrada. Mi amigo Alberto me advirtió de lo que habías hecho, es un mundo muy pequeño y yo también tengo mis contactos en el ejército. Esta foto la tomó él mismo hace un par de días, escondido dentro del armario de esta alcoba que alberga tantos secretos. Cuando leas esta carta, será demasiado tarde para uno de nosotros. Pensarás que soy un cobarde, pero no seré yo quien tenga que dar explicaciones a tu amado Régimen. 

Sin más, me despido con un beso y un hasta nunca, que te vaya bien en el Infierno»

Fran Márquez

Lun08May202301:18
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Autor: Cesar Cordoba
Género: Microrrelato

El infortunado de Bill

Bill, ya sexagenario, tenía serios problemas en la cadera y apenas podía caminar.
El destino o los algoritmos de Uber nos encontraron en algún momento, en algún lugar. Para ser precisos en Oakland Park Boulevard y la esquina de la avenida 10 del noreste. Pase a recogerlo y ví que el tipo apenas podía con su humanidad. Bajé del auto para abrirle la puerta. Se acercó lentamente como un viejo caracol, pero dispuesto a dar pelea hasta que la dignidad sea una pregunta...caminó de espaldas y se sentó en el asiento trasero, justo detrás de mi asiento.
Juro que sin la más mínima mala intención, rogaba a todos los dioses, que no tuviera problemas de esfinter o que usara pañales.
Le dije que pondría su caminador en el otro lado.
El cual llevaba dos pelotas de tenis insertas en el apoyo, para no resbalar y partirse la crisma contra el suelo.
Unas pequenas levas permitían plegar el andador. Sin darme cuenta, en el apuro, rompí una de las "palanquitas" de plástico.
Luego de unas cuatro millas de tiempo y unos diez minutos de distancia, llegamos a destino. Detuve el coche, bajé y abrí la puerta trasera...presuroso dí la vuelta mientras el pasajero descendía, y fui a buscar su caminador.
Se lo abrí, se lo dí y me saludó con alegría inusual y sorprendida por la amabilidad de este extraño.
Me dijo Good bye mientras una de las patas plegables del artefacto de aluminio se iba cerrando inexorablemente, y él, se rompía la cara contra el piso.

Dom07May202301:38
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Autor: Nadia Cecilia Bolchinsky
Género: Microrrelato

ADELITA

Las pequeñas guillerminas de Adelita hacían crujir el sendero de hojas secas sobre el opulento jardín. Mamá había viajado al exterior y papá no hallaba respuesta cuando la niña preguntaba por su regreso "papi, ¿Cuándo viene mamá? " 

Caminó triste y se sentó en un rincón alejado donde apenas alcanzaba a ver algún muro distante del caserón. No le importó ensuciar el broderie de su vestido  cuando decidió echarse sobre un mullido cúmulo de tierra y hojarasca, dejándose adormecer por la resolana. Con la cabeza recostada sobre sus bracitos recordó aquella última caricia de su madre previa a la partida. El soplo repentino de una briza otoñal le provocó un leve espasmo que la hizo deslizar . Entonces la caricia se volvió real. Bajo la tierra removida asomó, pálida ,la mano de su madre.

Sáb06May202315:30
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Autor: Fran Márquez
Género: Microrrelato

Eclipse

Me fascina el funcionamiento del Sol. Sus rayos dan vida a las cosas inertes, nos las muestran en su plenitud de colores, curvas, formas y pliegues. Pero, al mismo tiempo, juega con ángulos que proyectan su muerte, sombras planas carentes de alma, de color... La esencia desaparece a escasos metros de la vida.

Los seres humanos siempre hemos imitado a nuestros dioses. Y, a pesar de que hace siglos que renegamos de la deidad del Sol, actuamos a su semejanza. Al principio, creamos ilusiones en nuestros semejantes, hacemos que sean visibles al resto, que se sientan importantes en nuestros corazones. Con el tiempo, aparecen las asperezas y nuestro afán de grandeza nos hace intentar empequeñecer al resto. Sin embargo, quién más hiere es quién más muere por dentro. Y así alcanzamos la terrible fusión entre creador y destructor. Cuando todo tu afán es acabar con las ilusiones de los demás, tu ser se pudre y la sombra toma el protagonismo, incapaz de proyectar vida en la muerte.

Fran Márquez

Sáb06May202309:40
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Autor: Neus Sintes
Género: Microrrelato

Tu mirada

Pasadas la medianoche, en una aldea de Escocia el poblado permanecía en vela. A la medianoche el llanto del bebé se hizo reclamar. La matrona que había ayudado en el parto, salió de la habitación anunciando la buena nueva.
Elías, el padre del bebé fue el primer en entrar para ver cómo se encontraba su esposa y su hijo.

Al entrar contempló la viva imagen de su mujer, sosteniendo a su recién nacida, mientras ésta le acariciaba y daba de mamar. Triana lo vio entrar, con ganas de besar a su mujer y conocer por fin a su hijo. Siempre había deseado tener un varón y en su mente solo pensaba en una posibilidad. Nacido bajo una familia de cinco hermanos. Pocas eran las posibilidades de que pudiera concebir a una niña. Pero al aproximarse más a su mujer, pudo ver que en su regazo acunaba a una niña.

—Elías —¿Quieres coger a nuestra hija, Dunia? —preguntó su mujer.
—¿Dunia? —intentando sonreír.

Al sostenerla en brazos, su semblante se tornó frío y serio. La bebé empezó a llorar con fuerza, cómo si hubiera adivinado los pensamientos del hombre que la sostenía; su padre.
Triana la sostuvo en brazos y al acunar contra su pecho, Dunia abrió por primera vez los ojos. Unos ojos grandes y de un verde impactante.

Sobraban las palabras para ver la decepción en el rostro de su marido y el pánico en la mirada de los más ancianos.

—Triana —podemos hablar a solas, le dijo la más anciana del poblado
—Por supuesto. —¿Qué es lo que han visto los demás en mi hija? He visto en los mas ancianos su semblante
—Querida Triana. Tu niña está sana y fuerte. Debo advertirte de que has concebido a una pequeña bruja y en ella residen poderes que cuando crezca, serán fuertes y poderosos.

Los mas ancianos reconocemos esa mirada, la misma que posee tu niña. Grande y hermosa. Verde y penetrante. En mi época hemos sido muy supersticiosos, pero el tiempo nos hace ser más sabios .Protégela, así como ella lo hará por ti.

—Gracias por aconsejarme

Mié03May202306:36
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Autor: Manny Ávalos Dieppa
Género: Microrrelato

CONJUNTOS

                         CONJUNTOS

Mañana día 2 Venus y Júpiter van a parecer uno solo. ¿Te embuyas? Búscame y te encontrarás

Lun01May202301:02
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Autor: Orlando Rodolfo González
Género: Microrrelato

El testamento

Cuando abrió la primera página nos sentamos a escuchar con tristeza y ansiedad. Su voz grave procedió a leer: Un barrio alejado de casas bajas y una mujer con una maleta alejándose, un hombre alto, rubio de ojos claros, irresponsable y una ausencia; el mismo hombre despidiéndose con la mano y un mapa con un reloj de arena vacío que un día se rompió; las luces centelleantes y la miseria de una escuela sin profesores; una mujer morocha, de esas que enamoran con la sonrisa, y dos rosas en la escalera eléctrica del subterráneo; un sentimiento incontrolable y la misma mujer embarazada; una casa nueva, triste, dolorosa y el día más feliz del universo; un hotel a la orilla de una secundaria carretera provincial y la magia de ejecutar un sentimiento imposible de conjugar sin el corazón; un pocillo de café, un puñado de cigarrillos fumados y una niña con biberón y una sorpresa feliz; dos niñas que crecen inocentes con mucho amor; el cansancio de duras jornadas infernales deseando volver al hogar y el cariño incondicional de dos ruidosas pequeñas traviesas; un auto en el frente de la casa del que baja la mujer más feliz del mundo; un hombre cuidando de sus dos niñas en silencio; una soledad compartida, un taza sin café y una mujer que se besa antes de bajar del auto que se detiene en la puerta de la casa casi todas las noches; dos niñas haciendo travesuras que colman de felicidad a un hombre con el corazón roto; una enfermedad lenta, un corazón frágil, un dolor sin nombre y las ganas de amar; largas tardes de canciones que le recordaban a su hombre sin rostro; una guitarra envuelta en rulos y un violín desafinado delante de una flacucha;  los fallidos intentos para enamorar a una mujer enamorada y la frustración; una hipoteca para pagar media propiedad y más miseria, un castigo divino y la pérdida de una sonrisa que enamora; un funeral y un hombre que se bajó de un auto por primera vez, su llanto desconsolado y el asombroso parecido a ambas niñas; un hombre solo que ya no espera enamorar a la madre de sus hijas, una enfermedad que dejó de ser lenta y el deterioro avanzado; una tristeza que no mata, pero no deja vivir, un café frío y un vacío del otro lado de la cama; una verdad familiar postergada y un sinceramiento cruel, un fósforo amigo y el deseo de ser bombero cumplido al morir en llamas; una casa purificada con fuego y el legado familiar revelado.

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