Dom04Jun202300:00
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Autor: Gloria Ester Suarez
Género: Microrrelato

UN ENCUENTRO INOLVIDABLE

                           UN ENCUENTRO   INOLVIDABLE

A  un profesor de cine de la Universidad de La Plata le dan las vacaciones después de un año muy agotador y decide irse de Vacaciones a Brasil, más precisamente a San Salvador de Bahía un lugar paradisíaco donde pensaba pasar los días más hermosos.

Tomó todos sus efectos personales y su cámara de filmación y se dirigió raudo a cumplir su sueño. Al llegar allí se instaló cómodamente y luego como es de imaginar se dirige a la playa para comenzar a disfrutar del entorno.

Una vez en la playa se instaló en ella, sobresalía su figura porque era de piel muy blanca.

Muy cerca de él un grupo de jóvenes reían y jugaban , él empezó a filmar la playa y sin querer filmó también al grupo, lo que izo que el grupo lo increpara y por eso les explicó porque filmaba, se acercaron a él y lo invitaron a sumarse al grupo, eran jóvenes brasileros y estaban  como siempre disfrutando de la playa, lo acompañaron durante el día y al caer la noche lo invitaron a seguir disfrutando.

Una jóven  morena muy bonita se izo cargo del turista y se ofreció a ser su guía durante su estadía. En los días que siguieron pasearon  por toda la ciudad, le mostró todos los mejores lugares, en las tardes disfrutaban del sol y de la playa, aprovecharon el tiempo para conocerse y contarse sus vidas, se pidieron sus direcciones y teléfonos.

Cuando pasaron los diez días que duraban sus vacaciones debían despedirse. Pero algo les impedía  separarse, algo había surgido entre ellos, algo que les decía que no deberían hacerlo, pero todo decía lo contrario y aún a pesar de ellos se dijeron:¡  Hasta Siempre! Y dejaron que la vida decidiera por ellos.

Sáb03Jun202317:24
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Autor: Gaizka Azkarate Saez
Género: Microrrelato

Una madre

«Madre, solo hay un currusco de pan» dijo Ana con cara triste y ojos llorosos.
«No pasa nada, hija. Comelo tú, que yo ya comeré más tarde.»
La madre no sabía cuándo comería, pero ella era madre, y una madre es capaz de renunciar a cualquier cosa con tal de que a su familia no le falte de nada.

Sáb03Jun202312:50
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Autor: samir karimo
Género: Microrrelato

La sabiduría de la Muerte

Hola, estimados amigos, tengo algo que decirles…. Hablo con los muertos…. No sólo con los muertos sino con la propia Muerte. No sé si es un don…  si es una maldición… pero desde el comienzo de la humanidad mi familia fue elegida por los designios del MÁS ALLÁ para cumplir una tarea en este mundo, ¿qué tarea?, me preguntan… pues ésta, intentar solucionar los problemas de ánimas  perdidas en este mundo que intentan buscar un rumbo… ¿qué rumbo?... no es paraíso tampoco el infierno que les hablo… a veces hay demonios dentro de nosotros que no nos dejan avanzar…. Los “diablillos ” internos y es eso que intento solucionar. Pero cierto día la Muerte me ha dicho algo que me sigue persiguiendo hasta el día  de hoy:

  • -Sabes, hija, a lo largo de mi existencia no fui justa, había gente que no merecía vivir a quien debería segar…. Pero no sé por qué, mi hermana Vida me decía que hay que dar segundas oportunidades a la gente… ¿a que sí?

Sí estimados amigos la Vida y la Muerte son hijas del DESTINO y hermanas…. soy su descendiente…. 

Mar30May202323:23
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Autor: Gloria Ester Suarez
Género: Microrrelato

OLVIDAR

                                     OLVIDAR

Sin querer me atrapó la noche

Intentando olvidar

Las caricias que te he dado

La poesía que he creado.

Necesito olvidar cada lágrima

Cada abrazo, casa beso que te he dado

Cada caricia, no puedo más que llorar.

Sólo puedo recordar.

Creo que al fin hemos dejado de soñar

Creo que al fin llegado al final

Creo que al fin hemos logrado terminar.

Sólo nos queda recordar.

La noche ya llega a su fin

Y yo la usé para olvidar

Yo  ya no quiero recordar

Que alguna vez la supe amar.

Mar30May202319:42
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Autor: Gloria Ester Suarez
Género: Microrrelato

Mi Amiga Rosita

                                MI    AMIGA   ROSITA

Eran dos hermanos solterones ellos por su edad ( un hombre y una mujer) vivìan solos en una enorme casa antigua, no se trataban con nadie.

La gente del barrio murmuraba cosas acerca de ellos.

Los vecinos se sentaban en las puertas de sus casas  en repiseras y sillones escapando de los grandes calores el interior de la misma.

Ellos lo hacían pero en un corredor que había detrás de las altas rejas que la separaban de la calle.

Se tejían diversas versiones sobre ellos, pero la que más sonaba era que no hablaban con nadie del vecindario, a pesar de que hacía muchos años que vivían allí.

Mi hijo tenía entonces dos años y su curiosidad lo llevó a orillas de la reja , a tratar de halarles en su limitada lengua, pero no obtuvo respuesta, pero su constancia tuvo resultados después de varios días de acercarse a la reja, comenzamos a contestarle y ofrecerle masitas,  el les solía tirar algún juguete a través de la reja.

Es así como comenzaron a cambiar conmigo, de a poco le abrieron la reja y lo llevaron adentro.

Tenían un coche que solo sacaban para lavarlo y lustrarlo. Pronto comenzaron a sacar el coche para llevar al niño a dar una vuelta y así fue surgiendo una amistad.

Los invitamos a un cumpleaños y ellos aceptaron gustosos.

Cuando yo quedé embarazada Rosita ( así se llamada ella)comenzó a venir a mi casa y se quedaba haciéndome compañía, tomábamos mate, veíamos la novela, jugaba con el niño y así pasaban los días.

Cuando el niño iba a nacer el niño decidí que ella sería la madrina, muy grande fue su emoción, le traía ropita, estaba casi más emocionada que yo.

El día que el niño nació fueron ellos los que con su coche me llevaron al hospital, los que estuvieron ansiosos con las novedades y luego cuando el niño nació  venían a diario a visitarlo.

Es así que nació una amistad muy grande que perduró en el tiempo y les permitió a ellos socializarse y volverse a conectar con la gente de los alrededores.

Dom28May202319:59
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Autor: Mauro Cartasso
Género: Microrrelato

Y luego nada

Treinta y tres no solo marcaba los años del paso del mesías por la tierra, era un número que aparecía en las cosas más extrañas. Treinta y tres eran los mineros, treinta y tres los últimos ejemplares de lemmings que se extinguieron en masa, treinta y tres las naves que llegaron del espacio. Un número tan repetitivo en cosas cotidianas como en las mayores catástrofes de la humanidad. Treinta y tres fallecidos en el incendio de la torre Turquey en Seattle, treinta y tres personas atrapadas y asfixiadas en el metro de Buenos Aires, treinta y tres desaparecidos en el desmoronamiento de una montaña en el Congo Bólgota, treinta y tres pueblos arrasados bajo el barro en la peor inundación de los últimos treinta y tres años. Treinta y tres un número cabalístico, en la pandemia de principio de siglo tres años usando tapabocas y tres años más de vacunaciones, tres y tres treinta y tres. Tres y tres los números sucesorios del bipartidismo en el gobierno mundial. Las naves llegaron de a seis en dos grupos de tres, tres y tres, otra vez. El número de la edad de Cristo no era solo eso, encerraba todo lo bueno y lo malo del universo. Treinta y dos planetas habían conquistado antes de llegar, nos opusimos. Treinta y tres las ojivas nucleares que lanzamos. Treinta y tres días de lluvia radioactiva, treinta y tres días sin rendirnos, treinta y tres días sin escape. Y luego nada.

Dom28May202315:18
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Autor: Gloria Ester Suarez
Género: Microrrelato

Soledad

                                           LA SOLEDAD

Es  para mí loa mejor compañera, me acompañó en los largos años de encierro en aquél colegio rodeado de rejas.

En ésa tan triste espera, cuando anhelaba encontrarme con mi padre; en mis estudios; en mis deberes, en mis sueños; en mis secretos; en mis ilusiones.

Desde muy pequeña comenzé a defenderme sola, la soledad me acompañó  en mis deseos de aventura, en mis escapadas, en mis viajes, en mis proyectos.

La gente giraba a mí alrededor  y yo igual me sentía sola. No encontraba a nadie que compartiera mis ideas.

Hasta que él llegó  y por muy breve tiempo logré encontrarle  eco a mis palabras, adivinaba mis pensamientos, complacía mis más diminutos deseos, proyectábamos juntos hacia el futuro.

Todo pareció brillar, llenarse de colores y de vida.

Nos divertía hasta el aire que respirábamos. Los días se nos hacían cortos y las horas volaban, no nos alcanzaba el tiempo para compartir tantas cosas en coún.

Hasta que un día todo se derrumbó, él se fue, se escurrió como el agua entre los dedos.

Todo volvió a ser gris,  los catillos que proyectamos se cayeron, demolidos por el abandono, la vida comenzó a perder sentido.

Sólo quedó a mi lado mi fiel compañera: LA SOLEDAD.

Sáb27May202322:18
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Autor: Victor Lowenstein
Género: Microrrelato

Los signos inmortales

Los signos inmortales

   Hemos trazado las letras en el muro. Hemos esculpido símbolos. Arrancamos a la piedra los signos que algún día serán milenarios. Construimos las ciudades y mucho peor que eso, como las pesadillas sobrepujan la memoria de los sueños, instauramos los nombres de las ciudades que nos sobrevivirán.

   Hicimos obras inmortales destinadas a un tiempo para el cual seremos parte del olvido. Cuando el polvo de ese olvido nos cubra, y sobre ese polvo amanezcan nuestras fantásticas creaciones, ojos nuevos interrogarán los enigmas de nuestras antigua e innombrada secularidad.  

Sáb27May202315:07
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Autor: Albin Lainez
Género: Microrrelato

Saludo

Abrí los ojos. Un zorzal cantaba saludando el nuevo día, me alegró su gorjeo lleno de júbilo, y lo imité en silencio.

Luego desplegué mis alas para alzar vuelo librándome de sábanas e identidad

Sáb27May202314:56
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Autor: Numerosliterarios .
Género: Microrrelato

Sin aditivos

La nueva promoción de agentes había acabado su formación y como llevaba sucediendo desde hacía varios años, me tocó ser la tutora de uno de ellos.
Eran las siete y media de la mañana y me encontraba en la comisaría saboreando el primer café del día cuando el novato de turno apareció ante mi para presentarse.


— Buenos días señora, soy Rodrigo, su nuevo compañero de patrulla.
Levanté la cabeza de mi taza y me quedé analizándolo unos segundos. Era otro muchacho de unos veintitantos, fibroso, con bonitos ojos azules y el cabello peinado a conciencia hacia un lado.
— ¿CrossFit, calistenia o triatlón?
— Calistenia señora. —¡OMG! Su respuesta me revolcó el corazón, el arte de la calistenia era dominada por muy pocos.
— Hola Rodrigo, me llamo Gemma, por favor no me llames señora, voy a ser tu compañera y me hace sentir como si fuera tu madre.
— Lo siento señora, perdón Gemma no era mi intención, sólo pretendía ser respetuoso.
— Lo sé, lo sé, venís con la lección bien aprendida de la academia. Vamos, toca salir a la jungla, la práctica no tiene nada que ver con la teoría.

Lo estoy deseando señora, digo Gemma.


Le indiqué al novato que se sentará de copiloto pues nunca he dejado a nadie las riendas de mi vehículo y comenzamos la jornada que resultó ser de lo más aburrida.

Fueron pasando los días y Rodrigo y yo empezamos a tener conversaciones más distendidas en los largos ratos que pasábamos haciendo siempre el mismo recorrido, hablamos de la familia, música, cine, deporte, política...E iba descubriendo que el tipo, a pesar de su juventud, resultaba bastante interesante.

Una noche nos tocó hacer de escoltas de una chica y, como en las películas, estábamos vestidos de paisano metidos en un coche de incógnito, vigilando la entrada de la vivienda de la protegida. Nos surtimos con varios termos de café y varias bolsas de bollería para matar el tiempo.
Al ir a abrir una de las bolsas que yo había traído, Rodrigo se detuvo para leer los ingredientes y es que el muchacho llevaba una vida ultra sana y no consentía ingerir nada que entre sus ingredientes llevará una E, o sea aditivos. Bueno, le pedí disculpas, pues no sabía de su escrupulosa alimentación y acordamos que cada uno se comiera lo suyo.
Después de cinco cafés, yo siete bollos con aceite de palma, él seis palmeras con harina de espelta y cuatro horas de trabajo, el cansancio de ambos era evidente y a Rodrigo se le ocurrió darme una clase magistral de nutrición y vida sana. Comenzó explicándome la pirámide alimenticia y su aplicación al mundo fitness, los superalimentos, las grasas trans...Y mientras daba su charla me quedé un momento hipnotizada mirando cómo se movían sus pronunciados labios y se me pasó por la cabeza el mordérselos. Ésto provocó que me saliera una carcajada de vieja verde cachonda e hizo que Rodrigo detuviera su oratoria.
Uy, me había pillado, sentí vergüenza. Le pedí disculpas y me excusé alegando que tanto café no me sentía bien.
Rodrigo sonrió y sentí un tsunami de sangre recorrer mis venas.

— Uff ¡Qué calor hace!
— Pero si hace tres grados ahí fuera.
— Será la menopausia, no me hagas caso Rodrigo.


Y mientras decía esto, agité una mano y sin querer, la dejé caer sobre su pierna. Rodrigo me lanzó una mirada de sorpresa y al instante, retiré mi extremidad a la misma velocidad que si la hubiera puesto sobre un puercoespín. Volví a pedir disculpas intentando sostener su azulada vista pero mis ojos se resbalaron por su cuello hacia la camisa del uniforme que se ajustaba a la perfección sobre los marcados pectorales.


— ¿De verdad que no hace calor aquí?
— Bueno, igual está la calefacción muy alta.


Las siguientes dos horas pasaron en silencio. Rodrigo se entretenía escuchando el canal de radio de la policía y yo ahogaba mis frustraciones sexuales en café. No sé cómo pudo suceder, pero, a pesar de toda la cafeína que corría a sus anchas por mi cerebro, me quedé dormida.
Al cabo de no sé ni el tiempo, me desperté con toda la parte de la mejilla que había apoyado sobre la ventanilla empapada de baba y con esa sensación de haber dormido tan profundo, que no sabía dónde estaba. Parpadeé varias veces para situarme y bostecé con ganas a la vez que me giraba y estiraba los brazos. Entonces apareció en mi campo de visión Rodrigo. Upss Rodrigo. Se me cortó el bostezo de un hachazo y volvió la sonrisa nerviosa. Por favor, este niño va a pensar que soy idiota.


— ¿Te encuentras bien Gemma?
— Sí, sí Rodrigo, gracias por preocuparte, me ha vencido el cansancio, me estoy haciendo mayor, jaja, esto no me había pasado nunca.
— No te preocupes, no ha pasado nada ahí fuera.
— Menos mal que has estado atento. Me has salvado el cuello, podría haber ocurrido algo muy gordo.
— Estoy seguro que tú de mi edad lo hacías igual o mejor que yo.
-— ¿Eh? Sí Rodrigo, sí, de tu edad, así es.
-— ¿Has tenido alguna pesadilla?
-— ¿Pesadilla? ¿Por?
-— No parabas de decir, ¡házmelo sin aditivos!
Quería evaporarme como Houdini. ¡Ay Rodrigo!, cómo te explico que soñaba contigo...

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