Jue22Jun202316:51
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La grieta

La grieta

Derechos reservados

15/10/2022 2210152332968

Llegamos a la ciudad de México un helado mes de enero, el viento soplaba enloquecido y los árboles pareciera que se quisieran desenraizar.

El edificio donde mi padre rentó un departamento, en un edificio de tres niveles que se miraba viejo y deteriorado, pero la economía no daba para andar con melindres; el piso al que llegamos tenía los pisos de duela de madera, sucios y crujientes. La vivienda olía mal a encierro y alimentos cocinados durante muchos años. Con dos habitaciones, una de ellas, la principal, con una ventana hacia la calle, esa la ocuparon mis padres. Al fonde de un pasillo mal iluminado, estaba la otra recámara, mas pequeña y con una ventana que daba al edificio contiguo, solo una separación de un metro aproximado era la posibilidad de ventilación e iluminación natural de la pieza.

El baño estaba ubicado a la mitad del mencionado pasillo, un ventanuco pequeño y alto ventilaba hacia el mismo espacio que la ventana de mi recámara. Un viejo retrete con tanque alto y cadena, un lavabo mugriento y la ducha revestida de sucios azulejos.

El olor repugnante que invadía toda la vivienda pareciera cobrar vida propia en ese baño y se concentraba en la recámara que me asignaron, casi me hizo vomitar cuando entré, pareciera que hubiera un perro muerto en algún lugar de la vivienda.

Lo comenté con mis padres, pero me respondieron: ─Toda la casa necesita limpieza.

─Limpiemos lo suficiente para poder dormir y descansar ─dijo mi madre─, mañana haremos la limpieza a fondo.

De una caja del equipaje, sacó mi padre un bote de desodorante en aerosol, cuando menos disminuiría un poco el mal olor. Mi madre limpió el baño hasta donde le fue posible y cerca de la medianoche nos retiramos a intentar descansar. Con una botella de extracto de pino, limpié un poco el piso de mi habitación.

Me acosté y el cansancio me llevó a un sueño ligero, antes de poder alcanzar un estado profundo, el fétido olor que parecía salir de entre las duelas, empezó a dominar el aroma del pino. Me senté en la cama con los pies descalzos sobre el piso de madera. En esos momentos se inició una tormenta con descargas eléctricas, relámpagos y fuertes ráfagas de viento que arrastraba la lluvia y empezó a entrar por la ventana, apresurado me levanté para cerrarla, pero estaba atorada por el óxido.

Busqué algo para hacer palanca e intentar cerrar la ventana sin encontrar algo útil. Fue entonces que miré que una de las juntas del enduelado se empezó a abrir y a salir una especie de mancha de aceite, negra y pestilente que se deslizaba por el piso. Yo estaba aterrado, no podía ni gritar, apenas podía respirar, por el estrés y la fetidez que invadía la habitación.

Yo estaba de espaldas a la ventana, recargado en ella y el agua helada me mojaba la cabeza y la espalda. La mancha avanzaba lenta hacia mí y yo estaba mudo y paralizado por el terror. La mancha tocó mi pie y sentí un estremecimiento que recorrió mi espalda hasta la coronilla de la cabeza.

Sin poder soportar mas ese terror, perdí el conocimiento, ignoro cuánto tiempo permanecí inconsciente; en algún momento debo haber recobrado la consciencia no podía moverme, me sentía atado en todo mi cuerpo, me costaba trabajo expandir mis pulmones para respirar, como si algo estuviera sobre mi pecho, aspiraba y expiraba en breves y rápidas boqueadas.

Era un silencio como nunca había sentido, pensé: «tal vez fallecí o quedé en un estado cataléptico y fui sepultado y ahora me encuentro en un ataúd…» Ahora me parece escuchar algunas pisadas y voces leves, como lejanas… «Arturo… lo escucho… dormido… vez… tan tarde… un.. via…go…» No escucho la conversación completa, aunque creo que son mis padres y las pisadas provocan rechinidos, son las duelas del piso del departamento.

¿En dónde me encuentro? Me temo que fui sepultado vivo… y esta pestilencia que me envuelve… Ahora escucho otra voz… es un sonido aterrante…

«Ya despertaste… ─dice la cavernosa voz─, …me alegro, me da nauseas pensar en comer un cadáver… ¿no te puedes mover?... jajaja… es que estás envuelto en mi esencia…»

─Pero ¿por qué yo? Apenas he llegado a este desagradable departamento, no he molestado a nadie. ¿quién eres tú?

«Soy algo… alguien… nada… lo que tu mas odies, ese soy, nadie importante eres para mí, solo… eres»

No supe qué responder a ese absurdo, pero me quedé pensativo… «lo que mas odio», ¿a qué se puede referir?

En ese momento empecé a sentir que me aliviaba de lo que me oprimía y que me impedía respirar con naturalidad. Percibí ese hedor con tal intensidad, que me provocó nauseas.

Mis manos quedaron libres y recordé la sustancia negra que salía por la grieta. La sentí pegajosa. Moví los dedos con facilidad.

Esto es un completo disparate, tal vez lo imagino por el desagrado que sentí al entrar al departamento. ¿Cómo me puede comer una mancha?

¿Estás intrigado?, piensas acaso que soy producto de tu imaginación. Es verdad lo que piensas, una mancha te puede envolver, pero ¿comer?, implica masticar y no hay boca, ni tracto digestivo… pero ¿será la única forma de “comer”?

─Tal vez haya otras y que la palabra “comer” sea solo una forma de describir que un producto X sea absorbido para nutrir un organismo ¿podría ser?

Esa pregunta me desconcertó…

─No te afanes en encontrar una respuesta, yo te la voy a dar… algunos organismos disuelven su alimento y eso hago yo… te envuelvo y como una crisálida cambiarás tu aspecto hasta que te integres a mí.

Sentí que la mancha volvía a moverse y empezó a crecer, subió por mis brazos y siguió hacia el cuello, de a poco dejé de poder respirar y la cosa me envolvió. Ahora soy parte de la mancha y me deslizo hacia afuera de la grieta… buscaré a mis amados padres para que se integren a mí.

Semanas después dejó de escucharse movimiento en el departamento y como nadie los vio llegar, no los echaron de menos. Solo en las casas vecinas se comentaban que el insoportable hedor se había incrementado.

El tiempo, el aire, la lluvia y las termitas han acabado de a poco con el edificio, solo quedan los muros de tabique y los elementos de concreto y una asquerosa mancha negra predomina en el edificio donde alguna vez hubo una grieta.

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría

Octubre 13 de 2022

Rosarito, B. C.

Mar20Jun202318:26
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La casa abandonada

LA CASA ABANDONADA

En un rancho poco alejado de la capital municipal vivía la familia Flores; el matrimonio tenía un par de inquietos chiquillos.

Los muchachos decidieron aprovechar unos días de descanso escolar para hacer una visita a una casa abandonada que había cerca del poblado. Los hermanos, Francisco de quince años y Ramón de trece. La finca perteneció, en tiempos de la Colonia,  a un rico hacendado. La gente decía que en esa casa espantaban, que por las noches se miraba una sombra que parecía flotar al moverse y decía la conseja que allí habían matado a alguien. Ni las plantas crecían en ese lugar.

Los hermanos no creían esas habladurías y pensaban que lo que sucedía es que en ese lugar debería estar enterrado un tesoro dejado por el hacendado; decidieron pasar un fin de semana en la casa y con suerte, hallar el tesoro.

Llegaron a la finca al caer la tarde; cuando consideraron que nadie los miraba, se introdujeron a la casa al retirar las tablas que tapiaban alguna ventana. El olor a moho y encierro les penetró, era un tufo fétido, sintieron una presencia extraña.

Estaba oscuro y encendieron una lámpara de mano, el cuarto tenía una puerta hacia una galería, a la que daban todas las habitaciones.

La noche era agradable, aunque el cielo se empezó a nublar, tendieron sus sacos de dormir en el soportal, era posible hallar roedores que con seguridad infestaban la propiedad. Con una merienda fría, se dispusieron a descansar, por la mañana empezarían su exploración.

A medianoche, los chamacos fueron despertados por una inusitada tormenta, el viento rugía y arrancaba yerbajos y tablas podridas. Se empezaron a escuchar voces y quejidos inexplicables, al tiempo de que algo parecía arrastrarse y les rozó el rostro, como un vientecillo helado que les tocaba la piel.

─¿Qué es eso, Paco? ─preguntó Ramón espantado─.

─No lo sé, hermano, parece que algo se arrastra, tampoco me explico ese extraño y helado viento…

Al acostumbrar su mirada a esa penumbra que la luz de una media luna provocaba, vieron algo que les cruzó por enfrente sin poderlo definir. Los muchachos se abrazaron temeroso por el miedo a lo desconocido.

Una sombra oscura, enorme y silenciosa se detuvo frente a ellos, un par de destellos luminosos, aterradores, parecían mirarlos. Un asqueroso olor emanaba de la ominosa sombra. Durante breve tiempo, la cosa los observó en silencio. Escucharon una voz tenebrosa:

─¿A que venís?... ¿queréis mi tesoro? Sois unos hombrecillos que sin esfuerzo os podría acabar. Pero no haré tal si vosotros me hacéis un favor… ¡Hablad, os lo ordeno! ¿Estáis dispuestos?

Tembloroso, aterrado, sin soltar de la mano a su hermano, Paco empezó a balbucear:

─No… no… sé… que… quiera… de noso…tros.

─!Ya os lo dije!, pequeños truhanes, me haréis un favor a cambio de que no os mate.

─Sí… sí… ¿de qué se trata?

─Estad callados!, escuchad, soy don Juan de la Rea, ¡seguidme!

Una grieta se abrió donde los chicos se encontraban y cayeron al fondo del nauseabundo sitio.

─¡Ayyy! ─gritaron los hermanos, sin que hubiera alguien en las cercanías que pudiese ayudarles.

─¡SILENCIO! ─gritó la espeluznante voz─.

─¡Escuchadme!, lo que necesito de ustedes es que me liberéis de este martirio. He sido perdonado, pero de penitencia tengo qué ser enterrado en sagrado, pero de mi cuerpo solo queda polvo. Llevad ese poco y enterradlo en algún cementerio. A cambio de ello os daré algo valioso. ¿Entendieron?

─¿Estáis dispuestos a ayudarme?

─Sí… sí… lo haremos en cuanto amanezca.

Tan silente como había llegado, así se desvaneció la sombra, pero persistieron los insanos olores. El viento y la lluvia cesaron, los hermanos permanecieron en ese infame sótano.

─¿Será cierto, Paco? ─preguntó Ramón─.

─Así lo creo. Mejor nos tranquilizamos y cuando amanezca investigaremos qué pudo haber sido.

Vencidos por el susto, los dos adolescentes se quedaron dormidos tirados en el suelo; fue un sueño inquieto, poblado de fantasmas y apariciones. De ensoñaciones tenebrosas con la persistencia de lo pedido del supuesto Juan de la Rea.

Cuando amaneció y entró algo de claridad por la grieta, vieron que estaban en un sótano, todo mostraba el abandono de años. El ambiente estaba impregnado de olores nauseabundos, como de carne en descomposición. Se volvió a escuchar la extraña voz:

─Bien, valientes hombrecillos… caminad hasta el fondo, arriba de ese lugar se encuentra la cocina, rompan el muro y verán un ataúd podrido, dentro está el polvo en que me he convertido. Tomad un poco y envolvedlo en algún trapo para que os lo llevéis.

─Si removéis un poco, podréis hallar un medallón de oro y piedras preciosas, ese es mi tesoro. Adquirí la joya en Barcelona, como obsequio para mi hija, pero cuando volví a la hacienda, mi amada hija había fallecido. Enloquecí y casi acabé con la vida del mayordomo a quien culpaba por no haber auxiliado a mi esposa para salvar a mi hija

─Viví muchos años y me convertí en un borracho, maltrataba con la vara a sirvientes y esclavos. Al fin morí, pero no en gracia de Dios, no hubo religioso que me diera el santo Viático. El mayordomo me sepultó en este sótano, pero ahora tengo la oportunidad de descansar en paz y reunirme con mi hija. Tomad la joya, vale unos buenos duros.

El olor nauseabundo se volvió a percibir y el viento volvió con fuertes rachas.

Los chicos hicieron lo que el fantasma les pidió, Ramón sacó un paliacate y envolvió el polvo del cadáver, ató el pañuelo y Francisco levantó la joya.

Cuando salieron del sótano, la grieta se cerró sin dejar huella alguna y los hermanos salieron de la vieja casa abandonada.

De paso a su casa, encontraron el panteón de esa comunidad y con un cuchillo hicieron un hueco junto a un ficus, enterraron el pañuelo con el polvo e hicieron una breve oración. Taparon el hoyo y volvieron a su hogar.

Sus padres se sorprendieron cuando les relataron lo ocurrido y felices buscaron la forma de vender la joya por la que obtuvieron una buena cantidad de dinero.

Así terminó esa aventura, sus padres los premiaron con una rica sopa que su madre les preparó.

De forma leve, los niños percibieron un olor extraño en su habitación y una irregular línea negra se formó en el piso…

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría

Diciembre 31 de 2010 - Ciudad Juárez, Chih.

Junio 20 de 2023 – Rosarito, B. C.

Vie16Jun202302:45
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Autor: Mauro Cartasso
Género: Cuento

Y no vivieron felices

(Pequeña saga épica de la historia argentina contemporánea)

Corría el año ochenta y tres de la vieja era, las batallas por la tierra aún estaban muy presentes, fueron años de lucha, el ejército a través de un proceso de reorganización de los poderosos se había adueñado de todo, manejaban el comercio e impartían justicia en las comarcas. Convencían a la población de obedecer con objetos suntuosos traídos de los más lejanos rincones de la tierra dejando sin posibilidad a los artesanos de los pueblos, más no importaba todo esto, ellos solo deseaban apropiarse de las descendencias de la plebe ejerciendo el poder, muchos dejaron de ser vistos, otros dicen pudieron haber desaparecido, pero hubo un día que marcó un antes y un después, el comienzo de la nueva era, tanta expectativa por parte de las milicias como de la gente del reino hizo que al abrir la caja de pandora, desde la urna se escucharan las palabras “NUNCA MAS!”.

Varios contendientes quisieron alzarse con el mando pero uno solo sería el vencedor, y desde la laguna de Chascomús de los Buenos Aires cabalgando con firmeza, dando muestras de civismo con un espíritu radicalizado por la unión un adusto Raúl Ricardo emergió valeroso, levantando la corona y dando comienzo a una nueva etapa llena de gozo y algarabía, el terror de estado había acabado.

Los primeros años al mando del rey Raúl Ricardo fueron caraterísticos por la puesta en marcha de un plan que traería prosperidad popular sin tener en cuenta los peligros que esto acarreaba, el enjuiciamiento de los rebeldes como así de los que ejercieron el terror en el reino fue algo, que contados los días le trerían más de una complicación social y económica a la plebe. En virtud de dichos problemas el rey y corte elaboran el plan que llenaría el vacío de las arcas del tesoro desde un lugar tan austral como las mismísima capital del reino Viedma, pero en poco tiempo y dadas las circunstancias, el descontento de los pobladores y parte de la milicia hicieron que los caballeros pintaran sus caras en señal de desprecio por las intituciones y exigieran tratos preferenciales, casta que se sublevó dejando en una situación desagradable a tan modesto monarca que solo deseaba mantener la casa en orden. El rey tras algunos años y debilitado ante tamaña acción, debió dar un paso al costado faltando apenas unos meses para entregar el cetro quien fuera su sucesor al trono.

Cuenta la leyenda que un caudillo de tupidas patillas, quien no defraudaría a quien lo siguiese, enarbolaba las banderas del justicialismo y prometía la gran revolución productiva, cientos de miles de trabajadores escuchaban atentamente y defendían fervientemente las ideas revolucionarias que nos harían despegar llevándonos en viajes inconmensurables a través de la estratósfera.

Pero como en todo cuento de hadas un mal azotó el reino y fuimos despojándonos de nuestras riquezas incluso del rojo cavallino que dejábanos unir capital con la costa en cuestión de hora y algunos minutos, la oscuridad y el silencio de las fábricas perturbaba la city porteña creando un contrapunto al incipiente mercado financiero ejercido por los vástagos neoliberalistas que se habían apoderado de nuestros míseros ahorros, sobres en el parlamento!!!! gritaban pero no denunciantes sino reclamadores de una igualdad a la que en poco tiempo sucumbieron todos y cada uno de nuestros tristes representantes, así fue como ya sin las patillas y sin pueblo a quién guiar el excaudillo se retiró a sus aposentos cubierto por riquezas y fueros pero siempre escondiendo el más preciado de sus secretos, él sabía que en algún momento el reinado iba a caer.

Apenas un par de años después, el hidalgo caballero de la Rua intentó dominar el monstruo desatado por tan frío estratega y acompañado por los más nobles corazones que pudieron unirse en una alianza para defensa de los pobres que aún resistían, arremetieron con fuerza y corazón sin notar que los sobres aún seguían siendo los osados mensajeros del mal, intentando buscar apoyo el caballero de la Rua se mostró, más no pudo ni balbucear el nombre de la amada de su ocasional escudero y pronto volando en un pájaro brillante como metal se elevó y abandonó su castillo en llamas dejando nuevamente el reino a merced de la mala suerte...

Aún podía verse en el cielo la estela que dejaba la huída del tan noble caballero de la Rua, pero que ya sin su fiel escudero Don Chacho carecía de fuerza, alegría y esperanza, las últimas órdenes que dejó fueron blindar el tesoro y rápidamente en un domingo de caballería, nuestros ahorros fueron acorralados por el temor.

Cientos de miles de ojos expectantes fueron testigos del insoportable ruido a metales que se sintieron noches seguidas, gritos y humo, fuego y corridas, los caballeros del mal arremetieron cual si fuese una estocada fatal contra el reino, grandes y monstruosos dragones acechaban financieramente el futuro de nuestros hijos y los monarcas pasaban uno a uno sin poder hacer nada ante tamaña devastación.

Vinieron del norte, del oeste y de varios otros lugares, más no pudieron hacerle frente, Ramón intentó la misión de cerrar la puerta, pero no pudo esquivar el ataque, he aquí que el noble caballero Rodríguez Saa tras hacerse cargo por una semana solicita el apoyo de los demás nobles del reino, pero renuncia desanimado por la mesa redonda de caballeros de Chapadmalal, luego de haber anunciado el fatídico “defol” con un castillo repleto de aplaudidores que en poco tiempo se convertirían en lloronas y éste debióse retirar a sus tierras, esperanzado en participar en las próximas campañas independentistas.

El reino se encontraba acéfalo de ideas y héroes, así fue como el noble escudero Camaño le entregó el cetro al por entonces más grande cerebro de la época, y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos con Sir Eduardo a la cabeza de la supuesta emancipación de nuestras tierras...

Nos encontrábamos en los primeros meses del nuevo siglo y el caos azotaba a la población, enormes amontonamientos de gente frente a las arcas del tesosro sin obtener resultados, acostumbrados a los arrebatos, probábamos suerte entre blindajes y corralitos para intentar financiar la reconstrucción, mientras las fatídicas palabras del otrora gobernante Saa retumbaban aún en las paredes de los organismos internacionales de crédito, el reino se encontraba en banca rota y la gente se sentía desanimada.

Fue en esta situación que tras una decisión de Sir Eduardo, el valeroso recaudador Lavagna implementa un plan de ajuste y la salida del estado caótico, donde el monarca anuncia al pueblo: aquel que haya depositado sus valores recibirá sus valores, cosa que realmente no sucedió y en poco tiempo tras una devaluación de la nobleza; la mitad del reino se encontró en situación de pobreza... fue en ese momento, cuando se daba todo por perdido, que parte del caos comenzó a menguar quedando solo algunos focos de rebeldía; cuales de a poco fueron controlados milicia por medio, y sin olvidar aquellos nobles jóvenes que perdieron la vida en la fatídica represión de las marchas por la estabilidad del reino.

Mientras tanto los grandes males acechaban desde el exterior a la espera del derrumbe del castillo, cosa que hizo que los añicos se esparcieran entre los acreedores y creando una red de fondo, la cual terminó siendo carroñera, los buitres sobrevolaban las viejas y desvencijadas torres a la espera de una oportunidad de quedarse con lo más preciado que tenía el pueblo, su dignidad.

Habiendo acomodado un poco las arcas, y ya devaluado los valores de los ciudadanos, dejando al pueblo sumido en la pobreza, con poco empleo y sin ganas de pelear, tras un llamado a elección de gobernante, quien estaba a la cabeza Sir Eduardo, convoca a los dos caballeros elegidos Sir Carlos de La Rioja y el enigmático y valeroso don Nestor de la Santa Cruz del Sur, a un combate cuerpo a cuerpo para definir quien se haría cargo de guiar el reino de cara al futuro.

La paz del reino estaba en juego, los modelos de antaño no eran los que el pueblo quería en ese momento y ante la inminente lucha de poder, el emisario de La Rioja anunció que su campeón no se presentaría declarando en forma inmediata a don Nestor de la Santa Cruz del Sur como único vencedor y proclamando así la obtención por éste de la corona.

La ceremonia de coronación se dearrolló entre algarabía y júbilo, el nuevo monarca recibía el cetro y blandiéndolo al aire hizo esperanzar a más de uno que soñanban blandir de igual manera los aceros por sobre los monstruosos miedos, los dragones y el terror de antaño, las sonrisas dibujadas en sus rostros tras el logro obtenido, se afirmó cuando de su nuevo gobernante escucharon las palabras “los convocamos a inventar el futuro” invitando a todos aquellos que quisieran ser parte y así abrir las puertas a un nuevo y próspero reinado, llegó para proponernos un sueño.

Mientras en las afueras de las murallas del reino, el enemigo preparaba sus armas para el asedio de las ciudades en tanto una bandada de buitres se aprestaba a sacar provecho de las encarnizadas batallas que estaban a punto de librarse. Las arcas del tesoro estaban casi vacías el blindaje de las mismas había ocurrido luego que despojaran al reino de todos sus tesoros, tan solo el alambrado de los corralitos quedaban, el rey se encontraba en su trono, con su corte y con las manos vacías, todo había sido entregado como tributo a las potencias extranjeras que solo querían engrandecerse a costa del sufrimiento de los habitantes de nuestras comarcas.

Nestor de la Santa Cruz del Sur comenzó así a pergeñar el plan que iba a llevar adelante para devolverle la grandeza al reino, no sin antes deshacerse de los distintos peligros que nos acechaban en el día a día.

Tras haber pasado veinte largos años desde el advenimiento de los nuevos aires, ya sin estrellas ni galones a la vista, con una carga estructural de un reino en llamas y con una mínima aceptación de los pobladores el rey comenzó a tejer una red de poder que lo situaría en las antípodas de lo conocido hasta ese momento. Con una mirada especial convenció a los jóvenes que se podía volver a confiar y que sus logros serían valorados, líder nato comenzó su recorrido por las comarcas cercanas llevando consigo el mensaje de la unidad ante los peligros externos.

Con pequeños gestos fue dando signos de confianza, deponiendo definitivamente las armas ante el diálogo, fué así que tras su cruzada marcharon otros reyes de la región y juntos enfrentaron al gran dragón del norte, forjando para ésto una gran alianza mandando a su vigía al carajo para que oteara como se volvían los usurpadores a sus respectivos territorios.

En las barracas ondeaban banderas de antaño y Nestor de la Santa Cruz del Sur inició un proceso en el que las arrió una a una abandonando de una vez por todas la idolatría a falsos jerarcas con un cortejo de impávidos cortesanos. Tras recorrer los distintos estamentos del poblado descubrió sin sorpresa que todos los valores de la plebe estaban hipotecados y debido a esto era imposible el progreso, pocos derechos tenían estos humanos y era hora que alguien los escuchara, entonces comenzó un plan de justicia y previó que la gente no tuviera deudas con los externos tras reorganizar los acuerdos preestablecidos, la deuda se redujo considerablemente abandonando el estigma del “defol. Cuatro años de acuerdos y paz interior, sin represiones ni represores en los caminos coronaron uno de los reinados que trajo más prosperidad a nuestra tierra. Sin embargo el peligro aún estaba al acecho.

No todo lo que brilla es oro, sin embargo el brillo fue suficiente para opacar todas las predicciones de los magos y al final del cuatrienio el poblado reivindicó el liderazgo del buen monarca venido nada menos que desde el confín mismo de nuestra tierra, quien ante el cansancio abdicó el poder en favor de la reina, intentando así una alternancia que le diera aire, seguridad y prolongación al modelo que había urdido en estos primeros años.

Comenzó así el reinado de Doña Cristina del Calafate y La Plata, fueron ocho largos años aquellos donde la reina gobernó con la corte a favor, más no le fue fácil, a poco de emprender su camino el compañero de toda la vida, el rey Nestor de la Santa Cruz del Sur, partió en un viaje sin retorno comenzando así un oscuro y sombrío tiempo que, aprovechado por los pregoneros de la derrota, corrían a las comarcas y comenzaban una campaña para propagar la hiel por caminos y ciudades, las grandes conquistas populares parecían diezmadas a ojos del pueblo aunque no todos creían lo que oían. Mientras tanto en el palacio, la reina no encontraba consuelo por más que se mostraba entera acompañada de sus afectos más íntimos. Los días se hacían largos y las decisiones no siempre fueron las acertadas pero el proteccionismo del reino ayudó a que las comarcas se beneficiaran de sus propios esfuerzos, los artesanos plasmaron su arte y a pesar de los embates, los pueblos resistieron forjando una identidad en la unidad, la cooperación y la lucha por uno mismo.

Desde el norte los enemigos como si fueran buitres asomaban cada vez que la oportunidad aparecía, creando resquemores y especialmente soslayando los aciertos, apoyando en silencio a una burguesía disidente que muy de a poco fue tomando fuerzas como para intentar arrebatar el poder y transformarlo en lo que ellos llamaban: república. Vientos de cambio se afianzaron en demoníacas palabras de crisis y desaliento, el temor a terminar en el cepo creó el malestar que llevó al pueblo a las calles de los poblados proclamando acusaciones, dejando por entendido que las palabras a favor jamás son suficientes en tiempos de batallas. Y así un día el reino se desplomó.

Fué entonces que ante la mirada desesperanzada de casi la mitad de los pobladores, de un momento a otro, todo el logro conseguido se desvanecía, quedando sin más, el paso libre hacia la nueva república.

Jue15Jun202301:00
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Autor: Víctor Rodríguez Pérez
Género: Cuento

Dos pájaros de un tiro

Dos pájaros volaban frecuentemente de árbol en árbol, buscando la fruta madura para alimentarse. En ocasiones, descendían hasta el suelo para tomar de la tierra las pequeñas criaturas que vivían en ella, halándolos con sus picos, venciendo la resistencia de aquellos seres que se atrevían a salir a ras de la superficie. La sed la calmaban en los pozos de agua que quedaban como consecuencia de las constantes lluvias que caían en toda la región. Era la época de invierno en todo el territorio y a pesar de que, en algunas ocasiones, cuando se desgajaban del cielo con tanta abundancia, constituían más bien un hecho perjudicial, no podía negarse que las lluvias eran la fuente de vida para todos los organismos que poblaban la región y probablemente, para todos en el planeta

Aquel día, los dos volaban como siempre lo hacían, en pareja. Buscaban el alimento diario, las crías se habían quedado solas en el nido; allá en lo intrincado del ramaje de un gigantesco árbol. En ese instante, estaban a salvo de sus enemigos naturales, pues, no era fácil descubrir el refugio que con tanto cuidado habían construido. La enredadera de trocitos de madera y paja seca, así lo aseguraba.

Avanzaban raudos, ascendiendo y descendiendo entre el follaje de la región; el canto característico, por los momentos, no era emitido por el macho arrogante y orgulloso de su condición de símbolo entre todos los pájaros. Lo tenía guardado para esas ocasiones en que era necesario demostrar su presencia de ave canora con la melodía que lo identificaba. Sabía que era el pájaro insignia de una nación y aunque esa distinción no lo diferenciaba de las otras especies de aves, al menos, la consideración del humano tenía que ser mayor hacia ellos. Falsa creencia, pues, al cazador furtivo; el que coloca trampas para encerrarlos en jaulas de metal y venderlos a los mejores postores, esa condición de ave distinguida, no le decía nada.

Decidieron llegarse hasta los mismos predios de asentamiento humano, no habían encontrado ningún alimento, hasta esa hora. Fue cuando, presos de desesperación, divisaron unos frutos maduros que, con sus penetrantes aromas, los llamaban. No pudieron resistirse y sin medir la consecuencia de aquella temeraria acción, llegaron hasta donde salía la olorosa invitación. Sólo que al hacerlo, algo cayó pesadamente sobre ellos, impidiéndoles la posibilidad de alzar el vuelo. Habían sido atrapados mediante la trampa más antigua del mundo: el cebo con la comida.

La rabia, la impotencia y la realidad de saberse sometidos dentro de aquella cárcel de metal que cortaba su vuelo, les insuflaba una fuerza, aun sin alimentarse. Pensaban en sus crías allá en el nido que al no ver el regreso de sus padres, de alguna manera, saldrían afuera para quedar a merced de los depredadores. Era la ley de la naturaleza.

El macho trataba de volar con gran impulso, pero sólo lograba chocar con los barrotes, lastimándose en cada intento. No había manera de vencer ese obstáculo superior a sus fuerzas. En su insistencia, lo único que había logrado era romperse un ala; pero ni el dolor intenso que sentía lograba hacerlo desistir de sus deseos de verse libre.

           Pocos días después, la rabia, la impotencia y la realidad, habían dado paso a la tristeza y a la resignación, y el alimento que, con desgano tomaban, no parecía hacerles bien en sus organismos. El grupo humano a quienes fueron vendidos, notaron lo que ocurría con las dos aves e hicieron todo lo que estuvo a su alcance, hay que reconocerlo, para que se sintieran contentos. Compraron una jaula más amplia para ellos y colocaron más comida y agua en abundancia. Pero todo resultó en vano.

Una mañana, el macho amaneció muerto. Prefirió aquella salida extrema a seguir viviendo dentro de aquel lugar, cuya frialdad, jamás hubiera podido superar. Ella, la hembra, arrinconada en una esquina de la jaula, esperaba con entereza y firme decisión el final de sus días. Ni los niños que, con sus caritas inocentes, le hacían carantoñas para alegrar el ambiente, lograron hacerla desistir. El pacto que había hecho con su pareja, de morir antes que perder la libertad, estaba flotando; esperando porque ella cumpliese. Y en efecto, al poco tiempo, así sucedió.                                        

Mié14Jun202312:39
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Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

Pasatiempo macabro

Pasatiempo macabro

El juego de la ouija

Una noche tormentosa, un grupo de amigos de ambos sexos se encontraban reunidos en la casa de Alfonso, una construcción antigua dejada por el porfirismo en las cercanías del Cerro de las Campanas, en Querétaro. Eran seis jóvenes estudiantes de preparatoria, tres parejas aficionadas a jugar con la ouija. Para ellos era divertido ver que, de forma inexplicable, el apuntador del tablero se movía por sí solo para formar palabras y cifras en respuesta a las inocentes preguntas que los chicos le hacían.

Para hacerlo con un cierto dramatismo, a Joaquín y a su novia Débora les pareció más festivo si lo ambientaban un poco. Apagaron la luz principal de la habitación, solo dejaron encendida una lámpara que había sobre una mesilla de noche. Llevaban dos velas negras compradas exprofeso y dejaron abierta la cortina para que los alumbraran de forma intermitente los relámpagos que se generaban durante la tormenta. Todos festejaron la ocurrencia.

Jugaron durante un par de horas, luego se detuvieron para comer unas rebanadas de pizza que habían llevado preparada, bebieron unas sodas y rieron por cualquier simpleza, como suele ocurrir cuando se juntan varios jóvenes. Ya satisfechos volvieron al juego. Le tocaba jugar a la pareja de Alfonso y Mónica, su novia. La chica le sugería preguntas y Alfonso tocaba el puntero, al terminar la pregunta seguía con la mano el indicador, pero sin tocarlo, el indicador se movía entonces de letra en letra o números, según fuera la respuesta a la pregunta formulada, Tomás y Belinda anotaban lo señalado para formar la respuesta recibida.

Los amigos seguían con su juego, sus risas se escuchaban en todos los rincones. En tanto y sin que a ellos les llamara la atención, la tormenta se incrementaba, tanto en lluvia como en descargas eléctricas. De pronto la lámpara empezó encender y apagarse de manera intermitente, los jóvenes pensaban que en cualquier momento se podría interrumpir el suministro eléctrico, tal vez la tormenta pudiera dañar las líneas de transmisión.

El viento incrementó su fuerza y abrió una ventana, ante el sobresalto de los amigos, Alfonso se levantó de inmediato para intentar cerrarla, pero era tanta la fuerza del aire que no lo lograba, Joaquín se acercó a ayudarle, ambos estaban empapados por la lluvia. En ese momento el viento pareció llevar una cierta armonía, casi como música extraña ­que invadiera sus sentidos y se dejó escuchar una voz susurrante que a los seis les hizo estremecer:

─«Queridos chicos, hemos pasado veladas entretenidas, divertidas… pero ya me he cansado de ello, ahora les propongo un juego un tanto diferente, pero divertido… ¿tendrán el valor de jugarlo conmigo?»

─¡Dígame!, ¿quién habla?, ¿en dónde se encuentra?

─«¿Por qué tantas preguntas, Alfonso… tú me conoces… estoy a tu lado cuando en la soledad me inhalas hasta intoxicarte…? ¿me recuerdas…?»

─¿A qué se refiere, mi amor? ─preguntó Mónica inocente─.

─No, mi vida, no sé de qué habla ni quién sea el que afirma eso.

─«Tontuelo… a tus amigos los puedes engañar, pero no a mí… diles… cuéntales de esos cigarrillos de mariguana que compras en la puerta de tu escuela… parecen reales, ¿verdad? Piensas que son Marlboro y los fumas a escondidas de tus padres y amigos… eres un traviesillo, ji ji ji.»

─Mi amor ─dijo Belinda a Tomás─, yo creo que mejor nos vamos, ya es bastante tarde y mis padres se enojarán, ya deben de estar preocupados.

─«No, mis niños… desde este momento nadie puede salir de esta habitación, todos jugaremos… ya verán lo divertido que será…»

Sin mediar su voluntad, como autómatas, Alfonso y Joaquín volvieron a sus lugares, en tanto el viento llevaba fétidos olores, como de animales en descomposición, los amigos sintieron nausea y sentían los ojos llorosos. La extraña voz se volvió a escuchar.

─«Bien, amiguitos… el juego lo van a empezar las niñas, para hacerlo divertido… Hagan la primera pregunta, chiquillas…»

Las tres jóvenes se miraban atónitas, sin saber quién empezaría el extraño juego…

─«Empieza tú, la de mechones dorados… ─refiriéndose a Débora─, coloca tu manita sobre el puntero.»

Sin voluntad propia, la chica estiró su brazo para tocar el apuntador, que sintió que le quemaba la mano, pero no podía retirarla.

─«Di o piensa la pregunta, tontuela… nos tienes expectantes… ¡Anda!»

─¡Dime quién habla! ─salió el sonido por la boca de Débora, aunque ella no movió los labios para hablar─.

El puntero se empezó a mover a voluntad… e-s-a-e-s-u-n-a-b-u-e-n-a-p-r-e-g-u-n-t-a-s-o-y-a-q-u-e-l-l-a-p-e-s-a-d-i-l-l-a-e-n-q-u-e-p-e-r-d-i-s-t-e-u-n-a-m-a-n-o.

En ese momento la mano de Débora se empezó a quemar sin poderla retirar del puntero. No había flamas, pero la carne se puso roja y de a poco se transformó en una masa negra que se desprendió del antebrazo. Tan horrorizada estaba la muchacha que no pudo ni emitir un grito, cayó desvanecida junto a Joaquín. Se volvió a escuchar el horripilante susurro.

─«No se preocupen por esta chiquilla, esa mano fue con la que golpeó a su madre una noche que llegó intoxicada por una substancia que su noviecito le dio para tenerla sin su consentimiento. Cuando Débora recuperó la consciencia, Joaquín le agradeció esa muestra de amor que le había dado, ella no supo a qué se refería, hasta que, al acostarse vio manchada su braga. De alguna forma estaba conforme, aunque no recordaba nada.»

Sin voluntad propia, Joaquín posó la mano en el puntero y lo sintió helado, se estremeció con el frío que palpó. El olor a descomposición se incrementó e hizo casi irrespirable el ambiente. La música del viento se escuchaba en crescendo y decrescendo, ruidosa, inarmónica.

─«¡Pregunta, Joaquín! ─se escuchó amenazante el susurrar─.»

─¿Por qué yo?, solo hice lo que haría cualquier enamorado…

El puntero empezó a moverse en tanto la mano y el antebrazo de Joaquín se empezó a congelar. El muchacho miraba atónito lo que ocurría con su brazo, en tanto veía moverse el puntero.

L-o-q-u-e-h-i-c-i-s-t-e-f-u-e-p-e-r-v-e-r-s-o-y-r-u-i-n-d-e-j-a-v-e-r-q-u-e-t-i-e-n-e-s-u-n-c-o-r-a-z-ó-n-d-e-h-i-e-l-o

El viento y la tormenta arreciaron, la fetidez insoportable hizo vomitar a Mónica y Belinda los malolientes residuos de la pizza. El brazo congelado de Joaquín se desprendió sin derramar una gota de sangre, que estaba solidificada. Al darse cuenta el muchacho de que estaba manco cayó desmayado junto a Mónica.

Una macabra risa se escuchó estridente, tan fuerte que los cristales la ventana estallaron ante el sobresalto de los cuatro amigos conscientes…

─«Ahora pueden irse, muchachos tontos, no vuelvan a tomar la ouija como un juego ─la voz se acalló y en ese instante la tormenta se volvió una leve llovizna y una suave brisa llevaba a sus sentidos los aromas de un huele de noche sembrado en el jardín de la casa.

─¿Que hacemos, Tomás? ─preguntó Belinda a su novio─, no los podemos dejar así.

En ese momento Alfonso tomó consciencia de la situación, extrajo su teléfono celular y llamó al 911, informó a la telefonista lo ocurrido y le indicaron que nadie saliera hasta que llegaran los paramédicos. Veinte minutos después se escuchó la llamada en el timbre y Alfonso abrió la puerta, los visitantes lo siguieron con una camilla y su maleta de primeros auxilios.

Casi detrás de la ambulancia llegó una patrulla y dos policías entraron a la casa. En tanto les tomaban los signos vitales a sus amigos, Alfonso relató a los agentes lo que había ocurrido.

─¿A qué hora llegaran sus padres? ─interrogaron a Alfonso─.

Ellos volverán hasta mañana, fueron a atender un asunto familiar a la ciudad de México.

Deme por favor los nombres y números telefónicos de ellos, debemos informarles de lo ocurrido. Entonces volvió a escucharse el timbre, eran los padres de Débora y Mónica. Se enteraron de los detalles que les dieron Alfonso y sus amigos.

─¿Qué sucederá con los chicos? ─preguntó la mamá de Belinda─.

─Bajo la responsabilidad de ustedes, sus padres, pueden retirarse, ya tenemos anotados sus domicilios y los chicos serán llamados para declarar ante el Ministerio Público. Los lesionados serán llevados al Hospital General, avisaremos a sus padres de lo ocurrido… aunque, a decir verdad, no sé cómo explicaré el asunto de este Pasatiempo macabro.

FIN

Sergio A. Amaya Santamaría.

Noviembre 21 de 2021

Junio 14 de 2023

Playas de Rosarito, B. C.

Lun12Jun202323:18
Información
Autor: Cuauhtémoc Ponce
Género: Cuento

La funeraria

La primera vez fue casualidad, y las otras tres veces también. Eso fue hace dieciséis años, un día pasé a las afueras de una funeraria. Adentro, un velorio se llevaba a cabo. No sé cuál fue el motivo que me hizo entrar, tal vez fue que simplemente me llamó la atención el recinto. Así que entré en silencio encontrándome con un rostro conocido. Claudia, la hermana de un amigo de la primaria que velaba a su hermano esa tarde. Me recibió con un abrazo, así que sólo le dije ‹‹Lo siento››, y no entré en detalles de que fue pura casualidad que yo estuviera ahí. 

—¿Qué hacías ahí, Jorge? — me preguntaba un policía tres meses después.

Y es que la cosa no paró ahí. Dos semanas más tarde, pasé por ese mismo lugar, y un grupo de conocidos estaban despidiendo a un padre que fue asesinado en un asalto. —Gracias por venir, hermano— me dijo un antiguo compañero de trabajo. —¿Quién te avisó? — me preguntó. A lo que yo simplemente le dije que las noticias malas son las primeras en llegar. Pero no era cierto, la verdad es que llegué como la primera vez, por pura casualidad.

—¡No me quieras ver la cara de idiota! — Insistía el policía, mientras yo le respondía que investigara lo que quisiera.

Y es que no era para menos. Al mes, pasé por el mismo lugar y esta vez entré a la funeraria por puro morbo, porque era demasiada casualidad, y la funeraria ni siquiera estaba cerca de mi domicilio… Mis sospechas se hicieron realidad: una maestra de la primaria había perdido la vida, un hombre alcoholizado al volante fue el causante de su muerte.

Mi presencia no fue desapercibida, las cámaras de seguridad y los encargados de la funeraria hablaron con la policía.

—Tres muertes, tres diferentes velorios donde nadie se conoce entre sí. Pero tú si los conocías de alguna manera. ¡Qué casualidad que tú estuviste presente en todos! ¿No lo crees, Jorge? ¿No crees que es mucha casualidad?

—Ya le dije que sí. La primera vez fue casualidad, y las otras tres veces también— le contesté, aunque en el fondo, él no podía vincularme a ninguno de esos muertos. Porque todos tenían un sólido culpable. Al final, la policía nunca me hizo nada, sólo me interrogó porque fue muy raro que me apareciera en tres velorios, con gente conocida y de pura casualidad… Ha pasado mucho tiempo de eso, y nunca más volví a entrar a una funeraria.

© Cuauhtémoc Ponce.

*¿Y si les dijera que la historia es real?

Lun12Jun202313:32
Información
Autor: Sergio Alfonso Amaya Santamaria
Género: Cuento

La música del viento

La música del viento

El viento que soplaba de lo alto de la montaña, llevaba un suave sonido musical como salido de una flauta, los ocasionales caminantes escuchaban sorprendidos el extraño viento que tan rítmico sonaba. Todos pensaban que era producido por el viento al circular entre las ramas de los pinos y oyameles, lo curioso era que, al ocultarse el sol, aunque soplara el aire, la música cesaba.

La historia casi se había convertido en leyenda y hasta se organizaban paseos para escuchar la dulce música tocada por el viento. Pero cierto día llegó, entre un grupo de visitantes, un joven que no se contentaba con escuchar la música y su origen legendario, por lo que se procuró ropa de abrigo, alimentos, agua y una potente lámpara. Luego de conocer el paraje donde los improvisados guías llevaban a los crédulos visitantes, regresó él solo.

El sol empezaba a calentar cuando el muchacho, de nombre Tomás, empezó a ascender la montaña; cuando al medio día llegaron los visitantes, él los observó desde una buena altura. El bosque era realmente bello, enormes pinos se elevaban hasta casi tocar las nubes, (se imaginaba). Llegó a una formación rocosa y se sentó a descansar y a escuchar con deleite las dulces notas que el viento llevaba; sin darse cuenta, Tomás cayó en un suave sopor, los párpados se le cerraban sin poder evitarlo, hasta que quedó dormido, recargado en la roca.

El viento soplaba con suavidad sobre su rostro, lo acariciaba y aliviaba del calor que empezaba a ser intenso. Poco a poco el sonido del viento se hizo más intenso, hasta que lo sintió cerca de él y empezó a escuchar una voz cálida y amistosa que le hablaba:

—«Tomás…, Tomás…, no cabe duda de que el nombre que nos ponen nuestros padres no obedece al gusto o la casualidad, mucho tiene que ver con nuestras propias características. Desde pequeño fuiste un muchacho curioso y por ello te pusieron ese nombre…, pero haces bien, no te dejas llevar por lo que la gente dice y te pones a buscar la verdad; eso te llevará alto, pero el camino es harto difícil, porque la generalidad de la gente no gusta de las verdades, que suelen ser poco agradables, de forma que prefieren ir con el grueso, con lo que otros les cuentan. A ti no te satisfizo el cuento de que el viento soplaba musical entre las ramas de los árboles y vienes en busca de la verdad, ahora la sabrás, pero para ti será como un sueño y a través del tiempo que dure tu vida, podrás completar todo el cuadro…: Hace mucho tiempo, cuando estos bosque estaban en formación, los sacerdotes de mi pueblo recibieron la encomienda de cuidar estos parajes que en el futuro serían grandes bosques, necesarios para la conservación de la vida en todo su conjunto. Desde entonces se designó a una familia para que se encargara del cuidado de los bosques; al tener mucho tiempo disponible, ya que solo se ocupaban de que nadie dañara la naturaleza y a fin de no aburrirse, fabricaron una flauta. Uno de nuestros nobles antepasados halló un hueso de algún animal y empezó a limpiarlo y a tallarlo, luego le practicó unos orificios y cuando terminó la boquilla y tapó uno de los extremos, empezó a soplar; con las yemas de los dedos impedía o permitía la salida del aire, lograba con ello que sonaran distintas notas. Escuchaba el soplar de la brisa y trataba de imitar el sonido; luego de meses de práctica, al fin pudo tocar la flauta con armonía, había logrado emular al viento al pasar entre las hojas de los árboles.

Al influjo de la música, las aves detenían su vuelo y se posaban en las ramas a escuchar, lo mismo hacían los habitantes de la montaña. Las cristalinas aguas que fluían de los manantiales, hacían agradables acompañamientos al flautista.

Pero un día llegó el hombre y las cosas cambiaron. Empezaron a derribar árboles y a matar a los animales y desde entonces hemos luchado contra esta destrucción que ha realizado el ser humano. Los que descendemos de aquellos abuelos, hemos aprendido a tocar la flauta y mientras se escuche, será señal de que sobrevivirá el bosque. Llora de tristeza cuando ya no escuchen el suave sonido de la flauta, será también que el viento ha dejado de correr entre los árboles.»

El graznido de unos loros que volaban sobre el bosque despertó a Tomás, quien recordaba todo el mensaje, sin poder entender por qué razón tenía presentes esas palabras, se dio cuenta que la flauta seguía con su música y una gran alegría lo envolvió. Ya obscurecía cuando volvió al pueblo y a dos o tres que quisieron oírlo, les transmitió lo escuchado. Luego de aquello, la leyenda se transformó y el mensaje del flautista se escucha para que los visitantes protejan la vida del bosque.

FIN

Diciembre 7 de 2012

Ciudad Juárez, Chih.

Junio 12 de 2023

Playas de Rosarito, B. C.

Dom11Jun202301:09
Información
Autor: Cuauhtémoc Ponce
Género: Cuento

La casa de mis padrinos

Mis padrinos están peleando de nuevo, ellos viven enseguida de mi casa y no hay noche que no discutan. ¿Cómo un matrimonio puede llegar a tanta violencia? Cuando se escuchan los llantos de sus hijos de tan sólo seis o siete años. Son apenas unos niños de mi edad. Con la diferencia que yo nunca he visto a mis padres gritar de esa manera.

Intento taparme los oídos para no escuchar las ofensas, los golpes que se dan, mientras las puertas se azotan de una manera descomunal. Mi hermana y yo nos volteamos a ver. Ella es mayor, tiene ocho años y sé que ella también tiene miedo.

Todos los días es lo mismo, mis padrinos de bautismo pelean todas las noches mientras sus hijos lloran y piden ayuda. Volteamos a ver a nuestra madre y ella tan sólo nos pide que no hagamos caso y que nos vayamos a dormir. Mi madre no va a hacer nada por detenerlos, los vecinos tampoco lo harán, a pesar que también los escuchan. Nadie va a llamar a la policía, al final de cuentas ellos tampoco pueden hacer nada, por el simple hecho que, desde hace dos años, nadie vive en esa casa. “El diablo vive en esa casa”, solía decir mi abuela cuando nos visitaba, ella también escuchaba las peleas y los llantos de los niños, de la casa abandonada. 

*La historia es real. 

© Cuauhtémoc Ponce

Sáb10Jun202323:57
Información
Autor: Omar La Rosa
Género: Cuento

BMW

A última hora de la tarde paso por el lavadero a recoger su flamante BMW.

Al ingresar en el vehículo respiro profundamente, el penetrante aroma a cuero y los embriagantes perfumes de un auto nuevo actuaban como bálsamo para su torturado espíritu.

La sensación duro solo unos segundos, era un hombre práctico, un profesional en lo suyo y ese tipo de desvaríos no eran propios ni convenientes.

Puso en marcha y el rugiente el motor, oculto bajo el capot, transmitió toda su potencia al grupo tractor, precipitando raudamente el auto hacia su destino.

Hermosa maquina, se volvió a repetir, orgulloso de poseerla, que su buen trabajo le había costado.

Por su puesto, la ciudad en que trabajaba distaba mucho de ser la más adecuada para el lucimiento del auto, ¿Qué remedio? Los intereses de sus clientes estaban allí, y allí había que cuidarlos.

Llegado a destino apareció el clásico inconveniente, ¡No había lugar donde aparcar! Maldita ciudad, si nadie respeta nada, ¿Cómo iban a respetar los carteles de prohibido estacionar?

Pero, la dinámica de su trabajo ya estaba en marcha, y no se iba a detener por una tontera así. No lo dudo, estacionó en doble fila y rio a modo de desafío. ¡Pobre del que se le ocurriera decirle algo! Aunque, en aquella ciudad, nadie cuestionaba esas cosas.

Al cerrar el auto la alarma se conectó automáticamente y se desentendió de él.

A grandes pasos subió los escalones del lúgubre lugar. En el primer entrepiso encontró el objeto de su trabajo, un hombre de unos 40 años que se había creído más inteligente que su jefe, con derecho a quedarse con lo que no le correspondía.

Cuando el tipo lo vio entrar le mudo el semblante.

Por supuesto, aunque se sabía en peligro de muerte no estaba entregado.

Siguió un breve intercambio de disparos, al cabo del cual los dos esbirros con que el desgraciado había creído protegerse yacían inertes y él, erguido triunfante se preparo a terminar su trabajo, ante la desesperación del sujeto.

Fue justo en ese momento que la alarma de su amado BMW comenzó a sonar estridente, desesperadamente.

La distracción fue de una fracción de segundo, suficiente para brindarle un escape a su víctima.

Maldijo en vano.

A la carrera, insultando a todo el mundo llego hasta su querido auto, para encontrarlo con la luneta trasera destruida y el auxilio desaparecido.

¡Qué ciudad de m…, llena de mal nacidos!¡No hay códigos!¡Esto no era vida!.

Pensó en salir tras los rateros…pero el trabajo estaba primero.

Resignado e indignado dejo el auto donde estaba y corrió en busca de la presa escapada. ¡Había que seguir trabajando!. La reparación no sería gratis.

© Omar R. La Rosa

Mié07Jun202312:22
Información
Autor: Mauro Cartasso
Género: Cuento

Letargo

De repente los medidores de realidad se dispararon, las luces rojas del tablero no dejaban de parpadear, C-L-5g, el androide encargado del sector se acercó con rapidez, observó la evolución, procesó toda la información existente y trazó una respuesta lógica. En el monitor de atención buscó la opción adecuada, aplicó cinco mililitros de Harmony IG Reel Sódico, restaurando así el letargo prolongado. En un mundo devastado, en el cual el exceso de información es perjudicial para la salud, la humanidad depende de las máquinas inteligentes para evadirse, solo así puede sobrevivir en esta gran simulación de bienestar.

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