Mar24Oct202320:02
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Autor: Víctor Rodríguez Pérez
Género: Microrrelato

Abrazo entre dos ríos

Abrazo entre dos ríos

Un buque fluvial remontaba su travesía lentamente. Llevaba en su cubierta la expedición de científicos que se había marcado el  propósito de determinar, el porqué en aquellos cauces de esos dos ríos, al instante de encontrarse sus aguas, se dejaba escuchar un sonido como de voces cantarinas y una algarabía semejante a la de una fiesta, y desde allí, seguían un solo curso por el recodo prehistórico de aquella región inexplorada que presentaba ese espectáculo desconocido por el hombre del mundo moderno, hasta que una avioneta lo detectó, por las casualidades que siempre tropiezan al humano. Rendido el informe de rigor,  la tripulación había alertado a la institución científica que ahora enviaba una avanzada para estudiar de cerca el evento. Cada río, el más grande venido del norte, con sus aguas de tonalidades oscuras y  voces rugientes y el más pequeño, de aguas claras y voces tenues, y venido del sur, tomaba la curva más cerrada que se pudiera imaginar y en el choque de sus olas, se elevaba un chorro espumante, como un resoplido de ballena feliz y una llovizna alrededor desprendía murmullos de alegría en una celebración entusiasta, prosiguiendo un solo canal, ahora entremezclados y revueltos, pero con una línea equilibrada, como si se hubiera dado un pacto tácito entre los derechos de cada uno, para unirse al mismo tiempo con el mar océano que les aceptaba esta entrega sin diferenciar cuáles eran las aguas de uno y cuáles eran las aguas del otro.     

—Tenían razón, los que nos alertaron desde la avioneta —dijo uno de los científicos. Estos ríos, al entrelazarse en este punto común de sus respectivos recorridos, pareciera que elevaran al cielo hosannas llenas de entusiasmo y contento, como si los hiciese feliz el seguir juntos el recorrido, hasta el océano.

—Estamos en presencia de un suceso extraordinario —dijo otro de los científicos cuando vio que, en efecto, las aguas oscuras y ruidosas de un río y las aguas claras y silenciosas del otro, se habían unido en un abrazo sostenido y trazando una columna bastante elevada, como las fumarolas de un géiser, seguían un canal común de  navegación, formando una espléndida línea de color neutral entre sus colores originarios y al entregar su tributo acuífero al mar, seguía oyéndose un murmullo complacido. Tal vez por haber alcanzado, al unísono, la meta acordada.

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