El extraño Viaje de Don Pedro Pérez
(Córdoba de la Nueva Andalucía, 1610)
- Rápido padre Miguel, ¡padre Miguel! –
- ¿A que tanto alboroto Luis? –
- ¡Venga, venga que Don Pedro está recuperando la conciencia!! –
Sin hacerse repetir la noticia el padre Miguel cerró el breviario que estaba leyendo, tomo la vasijilla con agua bendita y salió corriendo tras el muchacho que había llegado con la nueva.
En el cielo el sol había iniciado ya su curva descendente, por lo que el padre Miguel calculó que Don Pedro había pasado casi 72 hs inconsciente. Era un verdadero milagro que estuviera regresando a la vida. Nadie podía decir a ciencia cierta que le había pasado. En su cuerpo no había rastros de golpes ni lastimaduras, ni se sabía que hubiese hecho algún exceso o consumido algo que le hubiera podido meter en ese transe, por lo que entre la gente del pueblo se hablaba, sin mucha duda, de un embrujo.
Se sabía que Don Pedro había estado frecuentando las tolderías de los comechingones en busca de un indio que decía haberse cruzado con un grupo de guerreros de una tribu, que él no conocía, que iban vestidos de forma muy extraña y que hablaban una lengua similar a la de los cristianos, aunque con palabras tan extrañas que no los había podido entender.
- Seguro que son súbditos de la Ciudad de los Cesares –
Había dicho don Pedro a unos amigos, pero ya nadie creía seriamente en esa leyenda, por lo que el comentario no despertó mayor interés. Ya todos sabían que muchas veces los indios se aprovechaban de la codicia de algunos españoles para, tentándolos con este tipo de cuentos, hacerlos partir lejos de sus tierras.
Sin embargo era posible que la idea haya quedado dando vueltas en la mente de don Pedro, hijo segundón de una importante familia extremeña que, empobrecido por las leyes de mayorazgo, había decidido, como tantos otros, pasar a las Américas en busca de fortuna, luego de una accidentada estadía en el norte de África.
Así pues la mañana que desapareció, aproximadamente 2 meses atrás, todo el mundo supuso que había partido a lomos de su caballo, el “pescuezo” famoso animal que le pertenecía, hacia las sierras con el propósito de encontrar la fortuna de una ciudad que ya había hecho desparecer a miles de valientes en la inmensidad de estas tierras del fin del mundo.
No se volvió a tener noticias de él hasta hacia ya tres días, en que reapareció, inconsciente, abrazado al cuello de su caballo.
Así comienza El extraño viaje de don Pedro Perez