Jue13Jul202306:28
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Autor: María Elena Balbontín Urtubia
Género: Microrrelato

El Loco del Correo

- ¿Quién eres tú?

Era un cuerpo de texto bastante extraño para ser un mensaje desconocido, que rezaba algo como “te amaré para siempre con todas mis fuerzas arroba etcétera punto com”.

Mi costado perverso ordenó: que empiece el juego.

“Ni idea”. Respondí. Me olvidé del asunto, continué con mi jornada laboral y mi vida.

A la mañana siguiente, encontré un correo más extenso, donde el desconocido me declaraba una intensa atracción, describiendo algunas cosas sobre mí, para luego despedirse de forma apasionada y escalofriante.

“Ya sé quién eres”. Escribí y envié. De verdad no estaba muy segura, porque tenía tres posibilidades. Esta vez, el correo volvió en menos de diez minutos: “¿Quién crees que soy?”. Con toda la malignidad de mi espíritu perverso, tecleé un largo listado entre posibilidades reales e imaginarias: “fulano, zutano, merengano, Pedro, Juan o Diego… tal vez mi supuesto novio”. Esto último, lo agregué con toda la intención de hacerlo sentir menos que un mosquito.

Mis dientes de tiburón asomaron cuando, en menos de un minuto, llegó la airada respuesta: ¡¡¡CÓMO QUE TU SUPUESTO NOVIO!!!

“Pues sí”. Terminé y me fui a disfrutar de mi almuerzo.

Dos meses y cinco cervezas atrás, me había cruzado con el maravilloso modo en que una remera verde oliva se adhería a las marcas de una musculatura digna de un héroe griego. Lo secuestré y lo llevé a un bar, fingiendo un poco de decencia, para luego meterlo en mi dormitorio. Tres días después, salimos a comer algo para recuperar fuerzas. Embriagado por las feromonas, me propuso continuar con el pasatiempo del sexo, advirtiéndome, de forma terminante, que no esperara ni compromiso, ni ataduras. Acepté las condiciones sin chistar y seguimos con aquellas maratones como si nos pagaran para eso.

Los problemas empezaron cuando comprendió que yo cumplía con el ítem de la libertad al pie de la letra. Se dio cuenta que no le gustaba ni un poquito mi pertinaz falta de seriedad, resistencia total a la entrega de informes diarios, desapariciones y ausencia de llamadas. Arrepentido con los términos del acuerdo, a las dos semanas, no tuvo mejor idea que empezar con exigencias, celos y enojos. Sus caprichos y amenazas no conseguían el objetivo de limitar mis malos hábitos, al tiempo que mis carantoñas y meneos sí cumplían mis objetivos. Por tanto, la relación era totalmente desigual. Es por eso que, de pronto, desapareció sin dejar rastros. Para mí fue un alivio, entendía que, exceptuando a la atracción física y sexual, no teníamos ni un poquito de compatibilidad.

A la atardecer del día en que mande el correo de “pues si”, apareció por mi casa, para charlar. Serio el semblante, comenzó excusándose en nombre de su nueva compañera. Me explicó que, por culpa de mi mal corazón, se vio en la necesidad de buscar una amiga, quien, arrastrada por la curiosidad y los celos, me había mandado esos mensajes para molestarme.

- Ah, bien. No te preocupes. – el silencio que siguió a mí respuesta, avivaron, otra vez, mi lado psicópata.
- No te pongas así, tampoco – replicó, un poco asustado.
- ¿Así cómo?
- Así. No te molestes.
- No, para nada. Estoy feliz que hayas encontrado a una estúpida a tu medida.
- No digas eso. Ella es alguien confiable con quien puedo casarme y formar un hogar. No como tú, que no quieres a nadie.
- Y claro, pueden casarse y tener estupiditos…
- ¡Eres tan insoportable! – escupió, tras lo cual siguió un sermón sobre el orden social, moralidad y otras cosas más personales que se verían feas aquí.

Se marchó, enojadísimo. Más tarde, relatando el episodio, mi hermano, arrastrado por la irreductible hermandad de los ex conscriptos, lo defendió punto por punto, argumentando que era lo más decente que me había conocido, mientras yo era demasiado intolerante y poco comprensiva. 

Al loco aquel, me lo crucé un par de veces por la ciudad. Siempre se acercó y me saludó con amabilidad. Han debido pasar casi veinte años para reconocer la tristeza de sus ojos. Sin embargo, no puedo responsabilizarme de su nulo conocimiento en el lenguaje del Amor.

Mar11Jul202302:19
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Autor: Gaizka Azkarate Saez
Género: Microrrelato

AMOR BAJO LA LUNA



A pesar del pelo canoso, los achaques propios de la edad y el paso del tiempo, allí seguían juntos, viendo la luna brillar en aquella noche de verano.

Juntos los dos, unos enamorados bajo la luz de la luna, rememoraban sus años de juventud, de lozana alegria, en las fiestas veraniegas de los pueblos.

Juntos recordaban como bajo la luz de la luna se habían prometido eterno amor, un amor de mutuo respeto a pesar de lo que les deparase la vida.

Juntos agarrados de las manos, el con la barba plateada y ella con sus ondulaciones grises, se hallaban bajo la luz de la luna como dos eternos enamorados.

Sáb08Jul202322:06
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Autor: Gaizka Azkarate Saez
Género: Microrrelato

Lamentable noticia


Una noche maravillosa terminó en tragedia. Nadie podía entender como de un momento
de alegría se pasó a dolor y tristeza. Todo estaba tan normal, un grupo de 10 amigos
reunidos, riéndose, pasándolo bien, y de repente todo cambió.
Hasta ahora nadie entiende qué es lo que pasó. Por qué tanto griterío. A nadie le
deseamos todo esto que pasó. Escuchar esos gritos horrorosos llenos de pánico.
Agárrala!!
No la dejes caer!!
Que no caiga por favor!!
No la sueltes por favor!!
Y nada de nada se pudo hacer. Cayó la botella de vino tinto al suelo, y como no la
pudieron salvar, ésta se hizo trizas

Jue06Jul202323:39
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Autor: Cuauhtémoc Ponce
Género: Microrrelato

La llamada

Timbró el teléfono de casa; ella volteó a ver el reloj y al instante supo que era él. Claro, en el año 1992 aún no había identificadores de llamadas, ni mucho menos teléfonos móviles, pero era él, su esposo y estaba segura de eso, porque cada sábado, a las nueve de la noche, le llamaba para saber cómo estaba.

—Hola, esperaba tu llamada mi amor, ¿Cómo estás? — preguntó.

—Con ganas de regresar a casa, este país me está volviendo loco. Y ustedes, ¿cómo han estado?

—El niño cada vez más grande, ya la siguiente semana entra al kínder, nos haces mucha falta, a veces me arrepiento en dejarte partir— le dijo ella, mientras un hombre pasaba a su espalda, y le daba un beso silencioso en el cuello.

—Bueno, tú sabes que fue un sacrificio que se tuvo que hacer, pero ahora la hipoteca de la casa está prácticamente terminada. Cuando regrese, ya no tendremos que preocuparnos por eso. Y Terry, ¿dónde está?

—Nuestro hijo no tiene mucho que se fue a dormir, sabes que duerme pronto y tiene el mismo sueño de pesado como el tuyo… Te extraño mucho, ¿Cuándo regresas? — preguntó la voz femenina, mientras el hombre con el que estaba, continuaba tocando su cuerpo.

—Tres meses mi amor… sólo tres meses más y ya estaré en casa. No olvides que te amo y cuídate mucho, me voy porque las llamadas de larga distancia son un asalto a mano armada.

—Lo sé— dijo sonriendo, —y por favor, regresa ya, me haces mucha falta.

 —Pronto estaré contigo mi amor, muy pronto y por favor, cierra las persianas de la cocina, se ve todo desde aquí, del teléfono público que está en la esquina…

© Cuauhtémoc Ponce 

Mar04Jul202303:57
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Autor: María Elena Balbontín Urtubia
Género: Microrrelato

Qué viva la amistad

Ex Pareja, quien ha devenido en Amigo, aburrido del insoportable yugo de la convivencia y el compromiso, visita la casa de la Ex Mujer, ahora Amiga, por el bien de los niños.
- Hola, ¿cómo va todo? – Saluda, se tira en el sofá y anuncia con vos opaca: estoy muy cansado...
[Era de la Mujer: Ella abandona su labor, se aproxima, masajea sus hombros. “¿Quieres un cafecito?”]
Presente de la Amiga, se tira atrás en la silla, sin despegar los ojos de la pantalla.
- ¿Cansado de qué?
Ex, ahora Amigo:
- No sé... me deprimo un poco.
[Era de la Mujer: Prepara café, se sienta a su lado, lo abraza y lo mima]
Presente de la Amiga: se estira, medio bosteza, cruza los brazos y lo mira.
- Es una lástima. Tal vez debieras ir al médico.
Ex, ahora Amigo:
- No sé. Estoy complicado – mira al suelo con ojos de cordero degollado.
[Era de la Mujer: lo abraza, besa su mejilla. Todo va estar bien. Relájate y mañana vemos qué pasa.]
La Amiga, se acomoda y continúa su trabajo:
- Bueno. Los chicos todavía no llegan del colegio. En la cocina hay café, si quieres.
Ex, ahora Amigo:
- Bueno. Pero… ¿no me acompañas? – se percibe una leve alteración en el tono.
Actualidad Amiga:
- Ahora estoy ocupada. Sírvete tú.
Ex, ahora Amigo, saliendo de la depresión:
- Antes no eras así...
Actualidad Amiga:
- ¿Así como?
Ex:
- Tan descariñada.
Actualidad Amiga:
- Si quieres que te acompañe, prepara café para los dos.
Ex, olvidándose de la amistad:
- No tienes que decírmelo así.
Actualidad Amiga:
- Bueno está bien, dulcificaré el tono para tratarte con la delicadeza que se merece el señor don Delicado.
Ex:
- ¿Por qué eres tan pesada?
Actualidad Amiga, aprovechando que la pelota está en la entrada del arco.
- ¡Me has enseñado tuuuuu.... tú has sido mi maestro para hacer sufriiiiir! Si alguna vez fui mala lo aprendí de tiiiiii!
Ex, mitad ofendido, mitad riéndose:
- ¡Qué hija de p...!
Actualidad Amiga:
- ¡Muajajajaja!
Diez minutos después, Ex Pareja, ahora Amigo, regresa con el café, trajo bizcochitos.

De: Mamá Pisciana con muchos hijos.

Dom02Jul202323:47
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Autor: Orlando Rodolfo González
Género: Microrrelato

23 de junio de 2023

23 de junio de 2023

Esperaba con ansias el Día de San Juan. Quería ir hasta la hoguera y purificar con sus llamas todas esas cosas que nos deterioran el retrato como a Dorian.
Era temprano y fui hasta las orillas del río, al museo donde tenían en exhibición la reproducción de esta festividad pintada por Quinquela Martín.
Al observarla, llevé mi mano al corazón y pensé en todas mis miserias de las que quería deshacerme: el rencor, la impotencia, la frustración, la soledad y vaya uno a saber cuántas más.
Cuando mis penas aprendieron a nadar, dejé la botella en un adoquín frío y solitario.
Conduje hasta el parque sin limpiarme el vómito y, luego del circo demagógico de los sacros organizadores, me dejé caer en las llamas.
Los bomberos, rápidos de reflejos, no dejaron que se me quemaran más que las pestañas.
Pero al regresar a mi hogar, encontré la casa vacía y sin vida. Ella se había llevado mi vida, mi felicidad, mi trofeo al último puesto en varones con habilidades especiales y hasta el gato.
En mi propia ausencia, el hombre del espejo echaba humo al convidarme más ginebra.
La policía llamó a la puerta. Por las cámaras de seguridad me vieron dejar una botella vacía que causó el accidente y muerte de los turistas que viajaban en el bus que cayó al río cuando el conductor perdió el control al explotar un neumático.
Al quemar todos mis defectos, incineré todo lo que hacía de mí el hombre que era. En el talego me las ingenié para decorar con llamas mi celda. Así comenzaron a llamarme San Juan, y hay quienes dicen que tengo el poder de quemar cosas con mis manos. Lo único que pude hacer arder fue mi corazón...

Jue29Jun202311:50
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Autor: Gaizka Azkarate Saez
Género: Microrrelato

Historias de HOTEL II

Historias de HOTEL II
Ambos estaban en la ciudad por trabajo. Él era periodista experto en juicios; ella era abogada. Aunque la vista estaba prevista para el lunes, nuestros protagonistas se encontraban en la recepción del hotel para disfrutar del fin de semana juntos, pues no en vano eran matrimonio.
Tras la confirmación de la reserva, subieron a la habitación y se prestaron a disfrutar de un día de sol en la playa. Ella se puso su bikini amarillo que destacaba su bronceado. El se vistió su bañador hasta la rodilla y se tumbaron en el arenal a tostar sus esbeltos cuerpos.
Tras la sesión de playa, subieron a la habitación a darse una relajante ducha. Las curvas de infarto de ella, su pelo rubio, sus pechos redondos, eran remojados por el chorro de agua que manaba, mientras él, con su musculoso torso y su miembro erecto se disponía a entrar en el olimpo de la pasión.
Una cena romántica en el restaurante del hotel seria el preludio de una noche mágica, que acompañado del descanso dominical, les permitiría afrontar el inicio de la siguiente semana con energias renovadas.
Lun26Jun202321:02
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Autor: Victor Lowenstein
Género: Microrrelato

El brazo fuera de la cama

El brazo fuera de la cama.

  El brazo se extiende fuera de la cama con movimientos trepidantes. El codo se hunde apenas en el costado del colchón llevando al cuerpo un poco hacia adelante. No lo resiste o no está a gusto o no quiere; el cuerpo vuelve a recostarse. El hueco sobre el colchón desaparece y vuelve a su planitud original. Hay un estado de recuperada calma mientras por la ventana pueden notarse los cargados nubarrones, y llegan murmullos de viento y graznidos de aves augures que anuncian tormenta antes del anochecer.

  Es en el remanso de la primera tarde cuando el brazo que cuelga dormido en una indiferencia de la que despierta en un desconcierto de sábanas enredadas y viscerales vacíos; el cuerpo responde, estirando ese brazo mantenido fielmente fuera de la cama. La mano prosigue la transmisión del movimiento alargando los dedos todo lo posible, hasta que las uñas denotan un temblor previsible, igual al del viento que se apresta a una tempestad, al de las nubes inquietas de lluvia; Esos dedos completan el esfuerzo de toda la extremidad que sostiene la mano, y de todo el cuerpo, en definitiva de toda la unánime voluntad del ser por alcanzar vaya a saberse qué propósito asible o inasible que lo impulsa sin disminuir la tensión un solo instante.

  Se oye un ronco murmurar de la voz del paciente, o el graznido de otra ave augur o los resortes de esa vieja cama hospitalaria o sencillamente el viento y el crujir de las ramas de algún árbol de los muchos que rodean el sanatorio. Entre canteros, carteles que piden silencio y ese silencio clínico con aroma a aldehído y lavandina.

  Apáticas falanges prosiguen su trabajosa traslación hacia las invisibles longitudes que las separan de la pared distante. Dudosamente esa mano busque algo más que el vacío en que se mueve e inquieta; busca algo en medio de ese vacío, en medio del éter o dentro de él; algo tangible en términos que sólo la mano entiende, o el brazo que la dirige o la voluntad que ejecuta acciones más allá de lo conjeturable.

  Sólo cuando la noche haya avanzado lo suficiente, encapotando de negro los techos del sanatorio y sólo médicos de guardia semi adormecidos vigilen los pasillos y las salas y la torva mansedumbre del hospicio no se extrañe de sí misma más de lo habitual, esa mano tendida será alcanzada por el roce de otra mano y al fin se relajará y dejará caer el brazo y la voluntad que lo ha sostenido exhale un último aliento y mientras tanto allá afuera se desata una tranquila lluvia.  

Dom25Jun202317:11
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Autor: Gaizka Azkarate Saez
Género: Microrrelato

Historias de Hotel

Aquel hotel junto a la playa había sido durante años su refugio de verano, el lugar al que acudía para desconectar del estrés del trabajo diario. Aquel hotel, cobijo de matrimonios con hijos, jubilados en busca de descanso, estudiantes ansiosos de diversión tras un curso duro y exigente, escritores en busca de inspiración, solteros como él, en busca de aventuras. Todos eran bienvenidos a aquel hotel junto a la playa.

Habian sido días de diversión, de excesos en todos los sentidos, pero que le habían permitido abstraerse de sus quehaceres diarios. A partir de mañana volveria a su rutina habitual. Alli se encontraba ahora, recostado en el sofá del salón de su domicilio, observando la lluvia caer sobre los cristales, con las llaves de la casa en la mano. Recordaba la última imagen en el hall del hotel, el momento en el que entró por la puerta principal, y allí estaba ella con su belleza morena, con su pelo revuelto, y las maletas de viaje. “Se acabó, me vuelvo a mi país”- le dijo, y se fundieron en un emotivo abrazo. . El verano llegaba a su fin, y con el cambio de estación, el comienzo de la cuenta atrás hacia el siguiente.

Vie23Jun202320:35
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Autor: Víctor Rodríguez Pérez
Género: Microrrelato

El pajarito que le gustaba dormir

El amanecer llegó ante un cielo cerrado que dejaba caer una fina llovizna. Mamá pájaro se asomaba, una y otra vez, por la abertura redondeada de la rama que, en lo más alto, les servía como hogar. La vista la estiraba como una resortera, escudriñando más allá de las espesas nubes. Cuando vio señales de amainar, decidió llamarlo.

            —Hijo, es hora de ir a la escuela —susurró a su oído.

            El pajarito se volteó hacia el otro lado de su cama, hecha de pasto tierno, envolviéndose (como podía), en toda la extensión de su pequeña ala.

            Papá pájaro intervino:

             —Levántate, hijo, pues, tus amiguitos de clases ya han pasado.

            Él, entreabrió los ojos, se asomó al pequeño orificio y apenas divisó el arcoíris que se dibujaba, a lo lejos.

            —Llegarás tarde. —Volvió a decirle mamá pájaro.

        Entonces, el pajarito respondió:  

            —No lo haré, mamá. Cuando pase el arcoíris, me iré colgando del violeta; que es el último de sus colores, no te preocupes.

Y siguió durmiendo, un rato más.

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