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El aljibe
Fortunato era un joven, atento y apuesto muy querido en el pueblo, el día que partió a la ciudad para estudiar muchos creyeron que era la última vez que lo verían. Fue apenas unos años más tarde, que un día de verano, uno muy caluroso, en la vieja estación del tren, llegaría desde la ciudad el primer abogado que se instalaría en el pueblo. Para ello había alquilado frente al ferrocarril un local con vivienda, modesto, casi como la mayoría de las casas, esto se daba por la antigua edificación heredada de una pasada época colonial y en el conjunto de paredes blancas las suyas no eran la excepción, salvo por el detalle que destacaba, tenía un aljibe al frente, allí era donde los vecinos aún anticuados, acudían por agua.
La buena fortuna no le era esquiva y en poco tiempo, gracias a esa suerte y algunas intermediaciones de acomodados vecinos, había cosechado fama de buen profesional.
A Fortunato las noches se le hacían cortas, demasiado cortas y los días largos, muy largos. Los casos que se le presentaban no significaban un reto para su capacidad laboral y pronto, aburrido, necesitaba encontrar una salida a tan aciaga monotonía.
Una mañana, mientras calentaba una taza de café negro bien fuerte y sin azúcar, sonó la campanilla de la puerta, alguien había entrado. Dejó la infusión para después y fue al encuentro de esa persona, era una joven y bella mujer, la más bella que jamás había visto, llamativos ojos oscuros, de tez blanca, cabello negro ondulado, muy largo. Fortunato obnubilado, tan solo atinó a preguntar que deseaba.
La joven, saludo mediante, le consultó si tenía algún trabajo que pudiera hacer y le entregó una modesta hoja de antecedentes laborales, sin dar muchas vueltas, la contrató como secretaria. La química se dió en forma inmediata, el trabajo se tornó entretenido y para Fortunato de esa forma los días comenzaron a acortarse, pero las noches, de repente, se empezaron a hacer más largas, sobre todo las de luna llena, la luz que entraba por la ventana dejaba al descubierto su soledad. Una de esas noches, tras haber cenado, el joven abogado salió a tomar un poco de aire, vió el viejo aljibe y pensó en esa soledad nocturna, entonces dibujó en mente el rostro de la joven.
A la mañana siguiente, ella llegó tarde al trabajo, explicó aunque sin necesidad que había tenido una discusión con sus padres y tras ello decidió abandonar su casa, pero ahora se encontraba desamparada, no tenía donde ir. El joven sin ningún tipo de reparo se ofreció a rentarle una habitación de su hogar, cosa que fue aceptada sin titubeos. A partir de allí, los días y las noches consiguieron equilibrio, el idilio fue corto, en apenas unos meses se comprometieron y así todo el pueblo habló del casamiento. El campanario de la estación sonó fuerte, era hora de partir y ahí estaba Fortunato a minutos de tomar el tren a la ciudad, frente al viejo aljibe, moneda en mano, pensando el deseo de su vida.
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UN ENCUENTRO INOLVIDABLE
UN ENCUENTRO INOLVIDABLE
A un profesor de cine de la Universidad de La Plata le dan las vacaciones después de un año muy agotador y decide irse de Vacaciones a Brasil, más precisamente a San Salvador de Bahía un lugar paradisíaco donde pensaba pasar los días más hermosos.
Tomó todos sus efectos personales y su cámara de filmación y se dirigió raudo a cumplir su sueño. Al llegar allí se instaló cómodamente y luego como es de imaginar se dirige a la playa para comenzar a disfrutar del entorno.
Una vez en la playa se instaló en ella, sobresalía su figura porque era de piel muy blanca.
Muy cerca de él un grupo de jóvenes reían y jugaban , él empezó a filmar la playa y sin querer filmó también al grupo, lo que izo que el grupo lo increpara y por eso les explicó porque filmaba, se acercaron a él y lo invitaron a sumarse al grupo, eran jóvenes brasileros y estaban como siempre disfrutando de la playa, lo acompañaron durante el día y al caer la noche lo invitaron a seguir disfrutando.
Una jóven morena muy bonita se izo cargo del turista y se ofreció a ser su guía durante su estadía. En los días que siguieron pasearon por toda la ciudad, le mostró todos los mejores lugares, en las tardes disfrutaban del sol y de la playa, aprovecharon el tiempo para conocerse y contarse sus vidas, se pidieron sus direcciones y teléfonos.
Cuando pasaron los diez días que duraban sus vacaciones debían despedirse. Pero algo les impedía separarse, algo había surgido entre ellos, algo que les decía que no deberían hacerlo, pero todo decía lo contrario y aún a pesar de ellos se dijeron:¡ Hasta Siempre! Y dejaron que la vida decidiera por ellos.
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Una madre
«Madre, solo hay un currusco de pan» dijo Ana con cara triste y ojos llorosos.
«No pasa nada, hija. Comelo tú, que yo ya comeré más tarde.»
La madre no sabía cuándo comería, pero ella era madre, y una madre es capaz de renunciar a cualquier cosa con tal de que a su familia no le falte de nada.
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La sabiduría de la Muerte
Hola, estimados amigos, tengo algo que decirles…. Hablo con los muertos…. No sólo con los muertos sino con la propia Muerte. No sé si es un don… si es una maldición… pero desde el comienzo de la humanidad mi familia fue elegida por los designios del MÁS ALLÁ para cumplir una tarea en este mundo, ¿qué tarea?, me preguntan… pues ésta, intentar solucionar los problemas de ánimas perdidas en este mundo que intentan buscar un rumbo… ¿qué rumbo?... no es paraíso tampoco el infierno que les hablo… a veces hay demonios dentro de nosotros que no nos dejan avanzar…. Los “diablillos ” internos y es eso que intento solucionar. Pero cierto día la Muerte me ha dicho algo que me sigue persiguiendo hasta el día de hoy:
- -Sabes, hija, a lo largo de mi existencia no fui justa, había gente que no merecía vivir a quien debería segar…. Pero no sé por qué, mi hermana Vida me decía que hay que dar segundas oportunidades a la gente… ¿a que sí?
Sí estimados amigos la Vida y la Muerte son hijas del DESTINO y hermanas…. soy su descendiente….
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OLVIDAR
OLVIDAR
Sin querer me atrapó la noche
Intentando olvidar
Las caricias que te he dado
La poesía que he creado.
Necesito olvidar cada lágrima
Cada abrazo, casa beso que te he dado
Cada caricia, no puedo más que llorar.
Sólo puedo recordar.
Creo que al fin hemos dejado de soñar
Creo que al fin llegado al final
Creo que al fin hemos logrado terminar.
Sólo nos queda recordar.
La noche ya llega a su fin
Y yo la usé para olvidar
Yo ya no quiero recordar
Que alguna vez la supe amar.
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Mi Amiga Rosita
MI AMIGA ROSITA
Eran dos hermanos solterones ellos por su edad ( un hombre y una mujer) vivìan solos en una enorme casa antigua, no se trataban con nadie.
La gente del barrio murmuraba cosas acerca de ellos.
Los vecinos se sentaban en las puertas de sus casas en repiseras y sillones escapando de los grandes calores el interior de la misma.
Ellos lo hacían pero en un corredor que había detrás de las altas rejas que la separaban de la calle.
Se tejían diversas versiones sobre ellos, pero la que más sonaba era que no hablaban con nadie del vecindario, a pesar de que hacía muchos años que vivían allí.
Mi hijo tenía entonces dos años y su curiosidad lo llevó a orillas de la reja , a tratar de halarles en su limitada lengua, pero no obtuvo respuesta, pero su constancia tuvo resultados después de varios días de acercarse a la reja, comenzamos a contestarle y ofrecerle masitas, el les solía tirar algún juguete a través de la reja.
Es así como comenzaron a cambiar conmigo, de a poco le abrieron la reja y lo llevaron adentro.
Tenían un coche que solo sacaban para lavarlo y lustrarlo. Pronto comenzaron a sacar el coche para llevar al niño a dar una vuelta y así fue surgiendo una amistad.
Los invitamos a un cumpleaños y ellos aceptaron gustosos.
Cuando yo quedé embarazada Rosita ( así se llamada ella)comenzó a venir a mi casa y se quedaba haciéndome compañía, tomábamos mate, veíamos la novela, jugaba con el niño y así pasaban los días.
Cuando el niño iba a nacer el niño decidí que ella sería la madrina, muy grande fue su emoción, le traía ropita, estaba casi más emocionada que yo.
El día que el niño nació fueron ellos los que con su coche me llevaron al hospital, los que estuvieron ansiosos con las novedades y luego cuando el niño nació venían a diario a visitarlo.
Es así que nació una amistad muy grande que perduró en el tiempo y les permitió a ellos socializarse y volverse a conectar con la gente de los alrededores.
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Y luego nada
Treinta y tres no solo marcaba los años del paso del mesías por la tierra, era un número que aparecía en las cosas más extrañas. Treinta y tres eran los mineros, treinta y tres los últimos ejemplares de lemmings que se extinguieron en masa, treinta y tres las naves que llegaron del espacio. Un número tan repetitivo en cosas cotidianas como en las mayores catástrofes de la humanidad. Treinta y tres fallecidos en el incendio de la torre Turquey en Seattle, treinta y tres personas atrapadas y asfixiadas en el metro de Buenos Aires, treinta y tres desaparecidos en el desmoronamiento de una montaña en el Congo Bólgota, treinta y tres pueblos arrasados bajo el barro en la peor inundación de los últimos treinta y tres años. Treinta y tres un número cabalístico, en la pandemia de principio de siglo tres años usando tapabocas y tres años más de vacunaciones, tres y tres treinta y tres. Tres y tres los números sucesorios del bipartidismo en el gobierno mundial. Las naves llegaron de a seis en dos grupos de tres, tres y tres, otra vez. El número de la edad de Cristo no era solo eso, encerraba todo lo bueno y lo malo del universo. Treinta y dos planetas habían conquistado antes de llegar, nos opusimos. Treinta y tres las ojivas nucleares que lanzamos. Treinta y tres días de lluvia radioactiva, treinta y tres días sin rendirnos, treinta y tres días sin escape. Y luego nada.
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Soledad
LA SOLEDAD
Es para mí loa mejor compañera, me acompañó en los largos años de encierro en aquél colegio rodeado de rejas.
En ésa tan triste espera, cuando anhelaba encontrarme con mi padre; en mis estudios; en mis deberes, en mis sueños; en mis secretos; en mis ilusiones.
Desde muy pequeña comenzé a defenderme sola, la soledad me acompañó en mis deseos de aventura, en mis escapadas, en mis viajes, en mis proyectos.
La gente giraba a mí alrededor y yo igual me sentía sola. No encontraba a nadie que compartiera mis ideas.
Hasta que él llegó y por muy breve tiempo logré encontrarle eco a mis palabras, adivinaba mis pensamientos, complacía mis más diminutos deseos, proyectábamos juntos hacia el futuro.
Todo pareció brillar, llenarse de colores y de vida.
Nos divertía hasta el aire que respirábamos. Los días se nos hacían cortos y las horas volaban, no nos alcanzaba el tiempo para compartir tantas cosas en coún.
Hasta que un día todo se derrumbó, él se fue, se escurrió como el agua entre los dedos.
Todo volvió a ser gris, los catillos que proyectamos se cayeron, demolidos por el abandono, la vida comenzó a perder sentido.
Sólo quedó a mi lado mi fiel compañera: LA SOLEDAD.
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Los signos inmortales
Los signos inmortales
Hemos trazado las letras en el muro. Hemos esculpido símbolos. Arrancamos a la piedra los signos que algún día serán milenarios. Construimos las ciudades y mucho peor que eso, como las pesadillas sobrepujan la memoria de los sueños, instauramos los nombres de las ciudades que nos sobrevivirán.
Hicimos obras inmortales destinadas a un tiempo para el cual seremos parte del olvido. Cuando el polvo de ese olvido nos cubra, y sobre ese polvo amanezcan nuestras fantásticas creaciones, ojos nuevos interrogarán los enigmas de nuestras antigua e innombrada secularidad.